martes, 26 de febrero de 2013

ANÁLISIS CRÍTICO DEL LIBRO: ASESORAMIENTO Y CUIDADO PASTORAL DE HOWARD CLINEBELL

Howard Clinebell Asesoramiento y Cuidado pastoral, Gran Rapids, Mi: Libro desafío, 1995.  440 páginas  
La consejería es un asunto propio de nuestra función pastoral, Años atrás creía que no existía algún material concerniente a ella, con contenido científico y tan bien abordado.  Por esa razón, algunas veces nuestros aconsejados salían insatisfechos  y pensaba que había hecho una buena labor espiritual con soluciones enfocadas en la oración de la atención corta o larga en el aconsejado.
            La obra del autor contiene información valiosa para el consejero por sus múltiples formas de ayudar al aconsejado y las técnicas mencionadas. Sin embargo algunas  métodos pueden tener debilidades por sus raíces humanistas, esto se comprende por la perspectiva del autor ubicada sobre una plataforma de concepciones evangélicas con tintes sincretistas. Siguiendo esta línea de pensamiento creemos que contiene influencia postmoderna, ya que trabaja sobre las creencias particulares de la persona como desarrollo de la técnica antes que las directrices bíblicas como normativa para la misma.
Una muestra de ello se encuentra en la página 367 donde menciona que el yoga es el elemento factible en la dramatización para mejorar la crisis emocional, incluye la danza como agente regulador en la resolución de problemas llevándolo a tener un crecimiento en plenitud de vida del aconsejado.
            La página 386 sostiene que la psicoterapia contemporánea basada en la psicología oriental tiene eficacia en algunas intervenciones de la asesoría, que por su puesto tiene raíces filosóficas orientales, y cree que son instrumentos útiles en las intervenciones del aconsejamiento. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo es posible esto en  la intervención del aconsejamiento cristiano? ¿Remplazaremos nuestros consejos bíblicos basados a la filosofía oriental?  Lo más intrigante es que el libro tiene el título de “Asesoramiento y Cuidado  Pastoral,”  tal vez debiera tener un título más general como: “Consejería e intervención en crisis”, pero no pastoral porque el término tiene connotaciones bíblicas. Creemos que es relevante para el entorno, pero en Sudamérica,  ¡no!, y mucho menos en el  Perú, tal vez el punto de vista desarrollado en mi crítica, pueda motivar un estudio sociológico y aplicar un nuevo concepto en el aconsejamiento pastoral que nos caería muy bien a nuestra realidad cultural.  De pronto muchos de los conceptos vertidos como erróneos puede ser aplicado aquí.
            En partes del libro es notorio encontrar 396 pensamientos panteístas y existencialistas para el crecimiento en plenitud como lo llama el autor como lo podemos ver en la página 396, de esta manera estamos frente a un sincretismo en el aconsejamiento pastoral, empela la filosofía y la biblia en las técnicas de aconsejamiento.
            Lo destacable, es la premisa del autor en el trabajo pastoral y la centralidad de espíritu, trabajando en esta forma, de una manera global el entorno, convirtiéndose la iglesia en lugar de agencia de primeros auxilios y no un club social como se presenta muchas iglesias de hoy.  Este pensamiento tiene mucha relación en la cosmovisión adventista en la cual creemos que la iglesia es un hospital en donde existen muchos enfermos y un lugar donde encontramos la salvación y sanidad.
            Frente a la critica presente, crea una necesidad urgente de tecnificar y crear una nueva epistemología del aconsejamiento pastoral con una plataforma bíblico-adventista, ya que la iglesia cuenta con materiales de base como los escritos de Elena de White.
            Prueba de lo que dijo frente a esta realidad, que en la  mayoría  de los descubrimientos científicos en cuanto a las  ciencias o disciplinas surgidas, el espíritu de profecía ha sido una guía para este mundo alienado y muchos hallazgos científicos,  han sido mencionados con anterioridad por el don de profecía.  Por otro lado, debe existir un equilibrio a lo leído.
            Creemos que la empatía tiene sus ventajas en la  resolución de conflictos  internos en el asesorado, sin embargo se puede correr el peligro de la contransferencia en el asesor, el libro  no menciona este aspecto, sería interesante el desarrollo del peligro a lo antes mencionado en otra obra futura desarrollada por él autor.
            Lo más destacado en la obra es la forma como indagar en la mente de los asesorados, utiliza las ciencias auxiliares, como  la psicología. La obra desarrolla la función de la pastora, desde un punto de vista personal y conservador puede actuar como un ente ayudador, más no como ente funcional (ayuda al pastor más no es el pastor), su lectura toma como aceptable la función de la pastora con todas sus prerrogativas.    
            La obra nos enseña a escuchar con técnica, donde la persona se siente asesorada y atendida, esto se deja notar en la vida de Jesús en la tierra constituyendo un modelo eficaz en el pastor tradicional de hoy. Debo aplaudir la forma como etiqueta a la persona en crisis, lo llama “asesorado” esto es muy positivo en la empatía del consejero y aconsejado, no lo muestra como persona enferma, por otro lado nos enseña a tener una percepción más amplia en el aconsejamiento, respetando sus creencia y no atropellando sus tradiciones, ya que puede ser de ayuda para el crecimiento en plenitud.
            Finalmente, otro de los puntos positivos en la obra, destaca que el consejo pastoral debe tener una red de apoyo multidisciplinario de confianza y a su vez desarrollarse personalmente en la ayuda  de los asesorados.  Definitivamente a pesar las múltiples discrepancias a lo leído, con su lectura se puede tener una mejor forma de ver el asesoramiento, para llegar de una forma  profesional  en pro de ayuda a nuestros feligreses. 
                          
Lic. Robin Basilio Mamani Condori
Pastor distrital MOP - Unión Peruana del Sur
Estudiante de la Maestría en Teologìa SALT-UPeU
 

domingo, 24 de febrero de 2013

¿Hay más de un sábado?

He leído que el sábado mencionado en Génesis 2:1 al 3 no es el mismo sábado que el del cuarto Mandamiento. Por favor, explíqueme.
 
Responde: Dr. Ángel Manuel Rodríguez, BRI
      Algunos protestantes argumentan que Génesis 2:1 al 3 no prescribe el mandamiento sabático; sencillamente describe lo que Dios hizo el séptimo día de la semana de la Creación. Argumentan que el mandamiento del sábado fue dado a los israelitas como parte del pacto, y que fue reemplazado por el nuevo pacto. Este es un intento obvio de minar la autoridad del sábado para los cristianos. En Génesis 1 y 2, entre otras cosas, Dios está modelando para los seres humanos la necesidad y la naturaleza del trabajo. La naturaleza ejemplar de su actividad divina incluye el descanso sabático. Esto puede ser fundamentado por varias razones.
      1. La imagen de Dios y el sábado: El relato de la Creación describe a los seres humanos como criaturas inteligentes y únicas, creadas a la imagen de Dios (Gén. 1:27). Debían reflejar el carácter de Dios y representarlo ante el resto de la creación. La narración contiene varios conceptos importantes.
      En primer lugar, el hecho de que Dios haya descansado de sus obras atribuye a Dios necesidades humanas con el fin de demostrar cómo Dios planea suplir esa necesidad. El relato de la Creación demuestra claramente la preocupación de Dios por el ser humano, que no solo necesita trabajar sino también separar un tiempo particular para gozar de la comunión con su Creador.
      Segundo, es el Creador, no la criatura, quien determina el tiempo y la naturaleza de ese descanso. Los intentos humanos por establecer su propio momento de descanso son un rechazo de la naturaleza ilustrativa del descanso de Dios y debilita el significado del ser humano como creado a la imagen de Dios.
      Tercero, si Dios hubiera descansado sin la compañía de los seres humanos, habría abandonado a su propia suerte a los seres humanos y al mundo que él creó; se hubiera ausentado de su creación, dejándola sin su poder sustentador. Descansó en compañía de los que había creado a su propia imagen, en una celebración gozosa del misterio de su creación. Deseaba gozar de la compañía del ser humano durante el séptimo día.
      2. Dios bendijo el sábado: En el relato de la Creación, Dios describe al séptimo día como una bendición. Esto significa, como lo sugiere el uso del mismo verbo en Éxodo 20:11, que por medio del descanso sabático Dios transmite bendiciones a su pueblo. El hecho de que su bendición sea indefinida implica sus riquezas sin límites. El verbo “bendecir” expresa la idea de beneficios derramados sobre alguien o algo. Cuando Dios bendijo el sábado, lo dotó de beneficios que serían disfrutados por los que se le unieran en su placentero descanso. En la Biblia, un día no bendecido es un día privado de contenido positivo para los seres humanos (ver Jer. 20:14). La bendición pronunciada por Dios sobre el séptimo día no fue para su propio beneficio, sino para el de los que estaban junto a él, disfrutando de la comunión y el compañerismo con el Señor, dentro de la fracción de tiempo llamada séptimo día.
      3. Dios declaró santo al séptimo día: La Biblia contiene rituales para la santificación de las personas, las cosas y los lugares. Pero no existe un ritual prescrito para la santificación del sábado. Únicamente la historia de la Creación nos informa que su santidad es el resultado de una declaración divina. A lo largo del Antiguo Testamento, la santidad de ese día es presupuesta. Para los escritores del Antiguo Testamento, al igual que para el pueblo de Dios, el sábado de la Creación era el mismo que el sábado del séptimo día mencionado en el Decálogo. Los seres humanos eran responsables de mantenerlo santo al obedecer el cuarto Mandamiento.
      La santidad del sábado no consistía en un estado provisional que se agotara al final del día. No hubo un ritual de “des-santificación” para el séptimo día después de que fuera declarado santo. Al santificarlo, Dios lo separó permanentemente para un uso religioso particular. Dado que, de acuerdo con el relato de la Creación, Adán y Eva habían sido creados en el sexto día, experimentaron la santidad del séptimo día en presencia de Dios mismo. El sábado es lo primero que Dios santificó sobre este planeta, y ha permanecido santo desde entonces.
      Todo intento de aislar el Mandamiento del sábado del descanso de Dios durante el séptimo día, con el fin de argumentar que pertenece al antiguo pacto y que los cristianos no deberían guardarlo, es sencillamente una ilusión, que trae como resultado el deterioro de la imagen de Dios en los seres humanos. 
 
Por
Dr. Ángel Manuel Rodríguez, BRI
 
Fuente: Eduardo Bailón

viernes, 22 de febrero de 2013

¿Qué es reavivamiento y reforma espirituales?


El período después del Congreso de la Asociación General en Atlanta, EUA (junio-julio de 2010), se caracteriza por un marcado énfasis en buscar reavivamiento y reforma espirituales entre los obreros y miembros de iglesia. Tal énfasis es una respuesta humana positiva a la invitación divina contenida en la promesa de 2º Crónicas 7:14: “si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Sin duda “La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio. Procurarlo debiera ser nuestra primera obra” (Mensajes selectos, t. 1, p. 141).
Elena de White agrega: “Deben realizarse un reavivamiento y una reforma bajo la ministración del Espíritu Santo. Reavivamiento y reforma son dos cosas diferentes. Reavivamiento significa una renovación de la vida espiritual, una vivificación de las facultades de la mente y del corazón, una resurrección de la muerte espiritual. Reforma significa una reorganización, un cambio en las ideas y teorías, hábitos y prácticas. La reforma no producirá los buenos frutos de justicia a menos que esté relacionada con el reavivamiento del Espíritu. El reavivamiento y la reforma han de efectuar su obra asignada y deben entremezclarse al hacer esta obra” (Mensajes selectos, t. 1, p. 149).
Podemos comprender mejor el asunto si tenemos en mente que reavivamiento es la causa o motivación, y que reforma es el efecto o consecuencia. Ambas deben andar juntas, pues reavivamiento sin reforma es mera ilusión espiritual; y reforma sin reavivamiento no pasa de un formalismo ético. Por lo tanto, es indispensable que consideremos ambos conceptos con sus respectivas implicaciones.

Reavivamiento (causa/motivación)

El concepto de “reavivamiento” espiritual es amplio y multifacético, con muchas divisiones. Pero, independiente del ángulo desde el cual se aborde el tema, jamás deberíamos perder de vista cuatro de sus características fundamentales.

1. Reconocimiento de la malignidad del pecado

En el mundo en que vivimos, tenemos “cerveza sin alcohol”, “café descafeinado” y supuestos “pecados despecadonados”. Muchos “terapeutas del púlpito” ya no estimulan a los pecadores a arrepentirse de sus pecados, sino solo intentan ayudarlos a superar los traumas emocionales provocados por los pecados de otros, distribuyendo incontables “analgésicos espirituales”. En otras palabras, muchos hoy no admiten más la pecaminosidad de la propia naturaleza humana.
Las culturas se transforman a lo largo de los siglos, pero el pecado jamás pierde su malignidad con el transcurso del tiempo. Isaías 59:2 advierte: “Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” Sin una comprensión clara de la pecaminosidad del pecado, el pecador nunca sentirá necesidad de una genuina conversión personal, pues “los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Mat. 9:12). Por lo tanto, el verdadero reavivamiento destrona el orgullo personal, llevando al pecador a reconocer la profunda malignidad de sus propios pecados.

2. Sed de Dios

En el Salmo 42:1-2 leemos: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”
El prefacio de los editores de El deseado de todas las gentes, p. 13, declara: “En el corazón de todos los seres humanos, sin distinción de raza o posición social, hay un indecible anhelo de algo que ahora no poseen. Este anhelo es implantado en la misma constitución del hombre por un Dios misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, sea mala o buena. Dios desea que el ser humano busque lo mejor, y lo halle en el bien eterno de su alma. En vano procuran los hombres satisfacer este deseo con los placeres, las riquezas, la comodidad, la fama, o el poder. Los que tratan de hacerlo, descubren que estas cosas hartan los sentidos, pero dejan el alma tan vacía y desconforme como antes. Es el designio de Dios que este anhelo del corazón humano guíe hacia el único que es capaz de satisfacerlo. Es un deseo de ese Ser, capaz de guiar a él, la plenitud y el cumplimiento de ese deseo. Esa plenitud se halla en Jesucristo, el Hijo del Dios eterno”.
Nuestra civilización occidental se caracteriza por tener una sed desenfrenada de sexo, violencia y misticismo, donde el amor al esparcimiento y al placer está sustituyendo los valores bíblicos. Las personas gastan hoy gran parte de su tiempo con los medios de comunicación y sociabilización, sin dedicar tiempo a las prioridades espirituales. Pero el verdadero reavivamiento lleva al ser humano a tener sed de Dios.

3. Comunión con Dios

Isaías 55:6-9 dice: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.
Las palabras del texto anterior suscitan algunas indagaciones: ¿Cómo se sentiría si sus pensamientos se hicieran audibles? ¿Cómo quedaría su imagen pública si, por donde fuera, todas las personas oyeran sus pensamientos más íntimos? Aunque los demás seres humanos no conocen nuestros pensamientos, Dios los conoce y desea colocarlos en sintonía con su Palabra. Para eso, necesitamos una conversión diaria que nos haga criaturas nuevas (2 Cor. 5:17) con la “mente de Cristo” (1 Cor. 2:16). El verdadero reavivamiento nos conduce a buscar constantemente a Dios a través de la oración y del estudio de la Biblia.

4. Abandono del deseo de supremacía

Los discípulos de Cristo tenían dificultad de entender la naturaleza del reino que él vino a establecer. En cierta ocasión ellos llegaron a discutir entre sí sobre cuál era el mayor, y Cristo les advirtió: “Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos” (Mar. 9:34,35). En otra ocasión Cristo afirmó: “De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mat. 19:28). Aparentemente motivados por esta declaración, Santiago y Juan, acompañados de su madre (Mat.20:20,21) le pidieron a Cristo: “Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”. Pero él les dijo: “Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos” (Mar. 10:37, 42-44).
Bajo la poderosa influencia del Espíritu Santo, los discípulos dejaron de lado todo el deseo de supremacía y de grandeza, perseverando “unánimes” (Hech. 2:46). En otras palabras, Ya no eran una colección de unidades independientes, ni elementos discordantes y antagónicos. Sus esperanzas ya no estaban cifradas en la grandeza mundanal. Eran “unánimes”, “de un corazón y un alma” (Hechos de los apóstoles, p. 45). Por tanto, el verdadero reavivamiento genera el abandono del deseo de supremacía personal y promueve la unidad entre los creyentes.
Como reavivamiento sin reforma es mera ilusión, es indispensable considerar también el aspecto de la reforma en la vida espiritual.

Reforma (efecto / consecuencia)

La reforma espiritual generada por el verdadero reavivamiento provoca grandes cambios en el comportamiento de la vida cristiana, entre los cuales destacaremos cinco que pueden ser considerados básicos.
1. Sensibilidad espiritual.
El apóstol Pablo afirma que “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Cor.2:14). Pero “cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” Dios nos resucitó espiritualmente y “nos dio vida juntamente con Cristo” (Efe. 2:1, 5-6). Por tanto, la reforma motivada por el reavivamiento desarrolla mayor sensibilidad para con los asuntos espirituales.
2. Cambio de énfasis.
El mundo posmoderno en el cual vivimos estimula la satisfacción de los gustos e instintos personales sobre los principios divinos. En este contexto, muchos cristianos hoy, quieren ser salvos en sus pecados, pero no de sus pecados. Debemos reconocer, sin embargo, que los gustos e instintos personales no siempre están en armonía con la voluntad de Dios (ver Isa. 55:8-9), pues “hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Prov. 14:12). Por contraste, la reforma motivada por el reavivamiento genera un cambio de énfasis: de los gustos personales a la conformidad con los principios divinos.
3. Redefinición del estilo de vida.
George R. Knight, en cierta ocasión, contrastó la pregunta anticristiana con la cristiana. La pregunta anticristiana es: “¿Puedo hacer eso en sábado y ser salvo?” En otras palabras, la persona quiere aprovechar al máximo el mundo, sin perder la salvación. Y la pregunta cristiana es: “¿Cuál es la mejor manera de observar el sábado?” Mientras que a la primera (anticristiana) es la religión de las excepciones humanas, la otra (cristiana) es la religión de los ideales divinos.
4. Compromiso con la predicación del evangelio.
Cristo definió al cristiano genuino como el que permite que el Espíritu Santo lo guíe “a toda la verdad” (Juan 16:13); que vive de acuerdo con “toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4), y se dedica a enseñar a otros “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mat. 28:20). Cristo instó, reiteradas veces, que la predicación del evangelio eterno debería tener un alcance amplio “en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones” (Mat. 24:14); a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6); “a toda criatura” (Mar. 16:15); y esto “hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8). Sin duda, la reforma motivada por el reavivamiento lleva a cada cristiano genuino a un compromiso mayor con la misión global de predicar el evangelio eterno a todos los seres humanos.
5. Transición del modelo competitivo al modelo cooperativo.
El mundo en que vivimos es altamente competitivo, y sus habitantes siempre disputan entre sí quién es “el mayor” (Mar. 9:34). Esa disputa termina polarizando a los seres humanos entre un grupo de orgullosos vencedores y otro grupo de frustrados perdedores. Dentro del escenario del gran conflicto cósmico entre el bien y el mal, no hay terreno neutro (ver Mat. 12:30, Sant. 4:4), y los cristianos deben competir contra “la potestad de las tinieblas” (Col. 1:13) y “contra huestes espirituales de maldad” (Efe. 6:12). Pero, aunque compitiendo con el mundo, los cristianos deben estar unidos entre sí y cooperar unos con los otros (ver Juan 17:20-23) y la reforma motivada por el reavivamiento estimula la transición entre los cristianos del modelo competitivo al modelo cooperativo.
Consideraciones finales
El reavivamiento y la reforma deben andar juntos como la causa y el efecto, la motivación y la consecuencia. El verdadero reavivamiento espiritual lleva al pecador a (1) reconocer la malignidad del pecado; (2) tener sed de Dios; (3) mantener comunión con Dios; y (4) abandonar el deseo de supremacía. A su vez, la reforma espiritual generada por el reavivamiento produce en el cristiano (1) mayor sensibilidad espiritual; (2) un cambio de énfasis: de los gustos personales a los principios divinos; (3) una redefinición en el estilo de vida: de las exenciones humanas para los ideales divinos; (4) un compromiso con la predicación del evangelio eterno; así como también (5) la transición del modelo competitivo al modelo cooperativo.
Todo ese proceso debe ser motivado por el deseo de ser más semejante a Cristo e imitar el ejemplo del apóstol Pablo cuando dijo: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:12-14). Por lo tanto, el reavivamiento y la reforma son procesos de constante crecimiento en Cristo, crecimiento que continua durante toda la vida, hasta que “esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Cor. 15:53). Solo entonces terminará nuestra batalla contra el pecado.
Pr. Alberto R. Timm es rector del Seminario Adventista Latinoamericano de Teología y Coordinador del Espíritu de Profecía de la sede sudamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Fuente: REAVIVAMIENTO Y REFORMA

¿FUE PEDRO EL PRIMER PAPA?

 
En cierta ocasión el Divino Maestro se dirigió a sus discípulos con la siguiente pregunta: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Y ellos dijeron: Unos Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas." Luego Cristo les dice: "Y vosotros, ¿quién decís que soy?" Entonces Pedro hizo esta confesión: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente." Y el Señor añade: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, más mi Padre que está en los cielos. Mas yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares en la tierra será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos" (San Mateo 16:13-19).
   El Sacerdocio Católico Romano ha usado estas palabras de Jesús como evidencia de que el apóstol San Pedro fue el primer papa. La Jerarquía afirma que la Iglesia Católica Romana es la única Iglesia verdadera por estar edificada sobre San Pedro.
   Juan A. O'Brien, sacerdote católico, dice: "La Iglesia católica fundada sobre Pedro -la roca- ha sido gobernada por los sucesores del apóstol..." "Cristo funda la iglesia sobre Pedro, el año 33." (En Busca de la Iglesia de Cristo, págs. 56 y 59. Edición del 22 de Agosto de 1962).
   Pero como alguien ha dicho: "Hay que notar aquí la distinción gramatical entre el pronombre 'tú' y el adjetivo demostrativo 'esta'. Si el Señor hubiera tenido el propósito de convertir a Pedro en fundamento de su Iglesia, pudo haberle dicho: 'Tú eres Pedro', y sobre tí edificaré mi iglesia. Pero el Señor no dijo sobre tí, sino sobre esta piedra. Y el adjetivo 'esta' no se refiere a Pedro, sino a la confesión que Pedro acababa de hacer, cuando dijo: 'TU ERES EL CRISTO, EL HIJO DEL DIOS VIVIENTE'".
  Este pasaje nos ha llegado desde el siglo primero de nuestra era en el idioma griego. El nombre de Pedro en este idioma es Petros. En este caso, dos palabras tienen sentido especial: "Tú eres Pedro (en griego Petros), y sobre esta piedra (en griego petra) edificaré mi iglesia." "Petros" significa una piedra rolliza o pedazo rodado como el que una persona podría arrojar a otra; mientras que "petra" quiere decir una piedra o roca (macisa). "Petra" es un sustantivo griego de género femenino, mas "petros" es de género masculino lo que evidencia que "petros" no es lo mismo que "petra".
¿Está la iglesia edificada
Sobre San Pedro?
   San Pablo, hablando de los creyentes como la iglesia, dice que somos "edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo" (Efesios 2:20). De modo que "los apóstoles", en plural, son una parte del fundamento de la iglesia cristiana, pero Jesucristo mismo, el Hijo de Dios, y no Pedro, es "la principal piedra angular". Es evidente que San Pedro es una parte del conjunto sobre el cual Dios edificó su iglesia, pero no es todo el fundamento. Podemos ver que el fundamento está constituído por Cristo y en segundo lugar por 'los apóstoles y profetas." Así dice San Pablo: "Pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya ha sido puesto, el cual es Jesucristo" (1 Cor. 3:11).

La Opinión de los Padres
de la Iglesia

   Veamos cómo se pronunciaron los padres de la Iglesia sobre este particular (S. Mateo 16:18). Citaremos en primer lugar al célebre San Agustín de Hipona (354-430). Dice él:
  "Reconozco que cuando era yo joven había enseñado que la roca era Pedro, pero sé que después, en muchísimos lugares he dicho que estas palabras deben entenderse de aquél a quien Pedro confesó, cuando dijo: 'Tú eres el Cristo el Hijo del Dios viviente' porque no le fue dicho 'tú, eres la roca', (Petra) sino, 'Tú eres Pedro', (petros)." (Retractaciones, c. 21 n.1; ML 32, 618).
   San Juan Crisóstomo, en su Homilía 55 del Evangelio de San Juan, declara: "¿Qué significan las palabras: Edificaré mi iglesia sobre esta roca? Sobre esta fe, sobre esto que me dices: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo."
   Lannoy, sacerdote católico, formuló una lista de las opiniones patrísticas en relación a San Mateo 16:18. Citaremos su resumen:
  44 padres entienden que la roca es la fe que Pedro confesó.
  17 padres entienden que la roca es Pedro.
  16 padres entienden que la roca es el mismo Cristo.
  8 padres entienden que la roca son todos.
  Unos pocos entienden que la roca son los mismos creyentes. (Lannoy, Epist. VII pt. 2 p. 99).
   Podemos ver lo complicado y difícil que es ir tras la tradición de los padres de la Iglesia para tratar de justificar el pontificado de San Pedro, ejercido, claro está según la tradición, durante los últimos 25 años de su vida.
  El apóstol San Pablo dice que los israelitas en el desierto "bebían de la piedra espiritual que los seguía, y la piedra era Cristo" (1 Cor. 10:4, Reina-Val.)
    Comentando este texto alguien ha dicho: "Lo que acabamos de leer se refiere a la iglesia que estaba en el desierto, y había sido establecida por Dios mismo. Y ¿quién dice allí que era la piedra? ¿Moisés o algún otro? No, Cristo era la roca. El último versículo que hemos leído afirma muy a las claras que Cristo era la roca sobre la cual descansaba la iglesia del Antiguo Testamento. Por lo tanto, si Cristo es la roca de la iglesia del Antiguo Testamento, y Pedro es la roca de la iglesia cristiana, o sea la iglesia del Nuevo Testamento, se deduce que la iglesia del Nuevo Testamento, que es la verdadera y original, es inferior a la del Antiguo Testamento, que era tan sólo una figura de la del Nuevo, porque Cristo es ciertamente superior a Pedro. Esa deducción sería contraria a la ley de la realidad y de la sombra, porque la realidad no puede ser inferior a la sombra." Jorge A. Campbell, La Victoria de María, (California: Publicaciones Interamericanas, 1965), págs. 31-33.

Las Llaves del Reino
De los Cielos
Citamos el siguiente comentario del folleto "La Iglesia y su Fundamento", pág. 45:
   "¿Qué significan las llaves dadas a San Pedro? En cierta ocasión, Jesús se dirigió a los fariseos y los increpó: '¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando' (San Mateo 23:13). Esto demuestra que los fariseos, reprochados por Cristo, tenían el poder de abrir o cerrar el camino del cielo. ¿Cómo?"
   "Otro pasaje nos ayudará a comprender esto. Jesús acusó a los fariseos e intérpretes de la ley con estas palabras: '¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis' (S. Lucas 11:52). Mons. Dr. Juan Straubinger traduce en este versículo 'llave del conocimiento'.
   "Resulta, pues, claro que el conocimiento de la ciencia de la salvación es la llave que abre el camino al cielo. Así también lo enseña San Pablo cuando dice: 'Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquél en el cual no han creído?' y después de hacer otras preguntas, concluye: 'Así que la fe es por el oir, y el oir por la palabra de Dios'" (Rom. 10:13-17).
   "Los fariseos tuvieron esa llave antes de que existiera San Pedro; él la tuvo indudablemente y está al alcance de todo el que predica la genuina 'palabra de Dios', contenida en las Sagradas Escrituras. Tal es el magnifico alcance y justo significado de 'las llaves del reino de los cielos'". Victor E. Ampuero Matta, (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1964), pág. 45.
   "Y todo lo que ligares en la tierra será ligado en los cielos..." Estas palabras no fueron dirigidas solamente a Pedro, sino a todos los discípulos (San Mateo 18:1,18). Así lo creía San Ambrosio cuando dijo: "Lo dicho
a Pedro, también se dice a todos los apóstoles" (Comentario sobre Salmo 38).

PEDRO NO ERA MAYOR
QUE LOS DEMAS APOSTOLES

   Ahora consideremos la siguiente interrogante: ¿Le dió Cristo al apóstol San Pedro la primacía sobre los otros apóstoles? El evangelio nos dice: "Se suscitó entre ellos (los apóstoles) una contienda sobre quién de ellos había de ser tenido por mayor" (San Lucas 22:24, N.C.). Si Cristo le hubiese dado al apóstol Pedro la primacía o jefatura cuando le dijo lo de Mateo 16:18, los apóstoles no hubiesen tenido esta discusión. ¿Y, por qué discutir una primacía ya designada?
 Según Hechos 8:4 los apóstoles (en plural) enviaron a Pedro y a Juan a Samaria para predicar el evangelio. Si Pedro tenía primacía ¿por qué lo enviaron? Sabemos que el que envía es superior al enviado. Por consiguiente no era jefe.
   En el año 48 de J.C. tuvo lugar el Concilio de Jerusalén y fue convocado y presidido por Santiago (Hechos 15:13). ¿Y qué hizo Pedro? Simplemente expuso su opinión al igual que sus compañeros. ¡Nada de jefatura! ¿Verdad? Además Jacobo fue el que dijo la última palabra: "Por lo cual es mi parecer..." (versículo 19).
   Jesús le dijo a sus discípulos: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos" (Juan 15:5, H.A.). Téngase en cuenta, amigo lector, que el Maestro los estaba poniendo en un mismo nivel. Pedro era un sarmiento igual que los demás.
   "Jesús dijo a Simón: No temas: desde ahora pescarás hombres" (S. Luc. 5:10). Se arguye que sólo a Pedro se llama pescador de hombres. Pero si comparamos esta cita con San Mateo 4:18 y 19 encontramos que Cristo dice: "Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres." Aquí no hay ningún privilegio especial concedido al apóstol, pues dice "os haré" lo que indica que Cristo pluralizó lo de pescar hombres.
   Algunos alegan la primacía de San Pedro, citando las palabras que le fueron dirigidas a él, cuando Cristo le dijo: "Confirma a tus hermanos" (San Luc. 22:32). Si confrontamos estas palabras con las de Hechos 15:32, veremos que no le dan primacía al apóstol, pues San Pablo, Judas y Silas confirmaban a los hermanos en diversos lugares (Hechos 15:41; 18:23).
   También se quiere fundar el primado de Pedro con las siguientes palabras que le dijera Jesús: "Apacienta mis corderos. Apacienta mis ovejas" (San Juan 21:15-17). "Pero el mismo Pedro exhorta a los ancianos, en 1ra. Pedro 5:2: 'Apacentad la grey de Dios' y Pablo, en Hechos 20:28 de la misma manera exhorta a los ancianos de Efeso 'Apacentad la iglesia de Dios'; de manera que no fue un encargo especial, dando a Pedro el primado. Los Padres antiguos enseñan que el Señor, encomendando a Pedro el cuidado de sus corderos y ovejas tres veces, le restauró públicamente a su apostolado, por haber negado a su Señor tres veces. Si la palabra 'apacentar' le dio derecho a Pedro el primado, ¿qué significaba en los otros casos mencionados?" The Faith of Our Grandfathers, pág. 37, 38.
   “Sin embargo -dice un escritor- en otra parte de la Biblia, la palabra traducida ‘apacienta’ (Jn 21:15, 17) no aparece tener exactamente un significado tan amplio y noble como el que le asignan los eruditos católicos. Los otros siete usos de la palabra en el Nuevo Testamento se refieren a apacentar o alimentar cerdos. Por ejemplo, Lucas, al hablar del hijo pródigo, dice que el patrono del joven ‘le envió a su hacienda para que apacentase cerdos’ (Luc. 15:15). Es dudoso que el hijo pródigo haya entendido que esta directiva le otorgaba cierta clase de primado.
   “La palabra traducida ‘pastorea’ significa cuidar, proteger y nutrir. Puede significar conducir, guiar y hasta gobernar. Pero no hay nada en el contexto de Juan 21:23 que pudiera indicar que Jesús le pedía a Pedro que hiciera algo más que cuidar de sus ovejas, es decir, que mostrara preocupación pastoral por los que se convertirían en cristianos.
   “Las Escrituras enseñan que pastorear es una responsabilidad compartida. Pablo intruyó a los ancianos que en la iglesia local la responsabilidad de ellos era ‘apacentar la iglesia del Señor’ (Hechos 20:28).” [El Evangelio Según Roma, pág. 201). Para probar que Pedro era el que tenía la primacía entre los apóstoles los católicos sostienen que él fue el primer testigo de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Esto no es cieto porque la Escritura establece que Jesús apareció primero a María Magdalena (Juan 20:11-18). También apareció a un grupo de mujeres fieles antes de aparecer a Pedro (Mateo 28:8).
   Muchos creen que San Pedro siempre está llamado el primero entre los apóstoles, pero tal creencia está errada. Evidencia bíblica: S. Marcos 16:7; S Juan 1:44; 1 Corrintios 1:12; Gálatas 2:9.
   Para probar la preeminencia de Pedro, como Jefe de los Apósoles, los curas citan Hechos 2:14, 37, 38. Esto no tiene nada que ver con la supuesta supremacía del gran apóstol Pedro. Según Hechos 6:7-10; 7:2, Esteban estaba haciendo lo mismo. Cuando a Esteban le llega la oportunidad él predica, pero cuando le llega la oportunidad a Pedro éste lo hace. ¿Y qué podemos decir de Felipe? El pronunció grandes discursos (Hechos 8:5-12, 26) demostrando que no era prerrogativa de San Pedro. Si Pedro tenía la primacía porque se levantó con los once y en alta voz, les habló, entonces son por la misma razón, Esteban, Felipe son merecedores de esta primacía por haber dado idénticos discursos.
  Se ha difundido la creencia de que el apóstol Pedro estaba en Roma, desde el año 42-46, actuando como el primer vicario de Cristo. Y ahora pregunto: ¿por qué San Pablo cuando escribió su epístola a los Romanos envía saludos a los cristianos de Roma y omite el nombre de Pedro?
   Los curas alegan que el gran apostol de los gentiles no menciona a San Pedro en sus cartas escritas desde Roma, porque se menciona a Marcos el discípulo, y ellos alegan que si estaba el discípulo estaba también el maestro.
  Estando en prisión en Roma, el apostol Pablo escribió: “Lucas solo está conmigo. Toma a Marcos, y tráele contigo; porque me es útil para el ministerio”. (2 Tim. 4:11). Ahora cabe preguntar: ¿quién personalmente estando encarcelado se preocupa del ministerio en Roma donde dice estar ‘solo’ con Lucas? La única respuesta es San Pablo y no Pedro.
   Podemos ver que Marcos y Pedro no estaban, en esta ocasión presentes en Roma, porque como dicen los curas si estaba el discípulo estaba también el maestro y nosotros agregamos que si no estaba el discípulo (marcos), tampoco el maestro (pedro).
   Pablo, al enumerar los oficios de la iglesia menciona apóstoles, profetas, doctores, etc. (1 Corintios 12:28). ¿Será lógico que San Pablo olvidase el principal de todos los cargos eclesiásticos, es decir el de Vicario? Ese olvido sería como si algún historiador del último concilio ecuménico no mencionara al fenecido Juan XXIII.
   Los llamados sucesores de Pedro permiten que la gente se postre a sus pies. San Pedro nunca lo permitió. Le dijo a Cornelio: "Levántate; yo mismo también soy hombre" (Hechos 10:25, 26). Si el apóstol fue Vicario de Cristo ¿por qué no permitió lo que permiten ahora los que se dicen ser sus sucesores? ¿Por qué?

PEDRO ES ECLIPSADO POR SAN PABLO
En el folleto de Jesse C. Stevens, Was Peter the First Pope?, se lee lo siguiente:
  "Si la Iglesia hubiese intentado probar que Jacobo, o Pablo, en vez de Pedro, fuese el jefe de la iglesia apostólica, hubiera podido levantar un caso de más fuerza, particularmente en lo que se refiere a Pablo. Sin embargo, Jacobo era el obispo de la iglesia de Jerusalén y esa fue la primera iglesia de los creyentes cristianos. Mas, cuando Pablo se convierte, es Pedro especialmente, quien es eclipsado en cuanto a liderato concierne. Aún en los siglos posteriores, los escritores eclesiásticos hablan de Pablo como 'el apóstol'. San Agustín dijo: 'Así que cuando se diga apóstol, si no se especifica cuál de ellos, se entenderá que es Pablo.' También Crisóstomo nos dice: 'Cuando decimos apóstol, inmediatamente pensamos en Pablo, así como cuando decimos Bautista, pensamos en Juan."
   "El apóstol Pablo fue el mayor preceptor de la iglesia apostólica, no Pedro.
   "El número de los escritos de Pedro en el Nuevo Testamento es casi insignificante en comparación con el de Pablo. Este, escribió 100 capítulos con 2,325 versículos. Pedro escribió tan solo 8 capítulos conteniendo estos 166 versículos."

SUCESION APOSTOLICA
   Citamos los siguientes pensamientos de la obra El Pontificado Romano, por Fidel Tercio: "Aceptando el hecho de la muerte de S. Pedro y S. Pablo en Roma, no encontramos tampoco dificultad alguna en admitir que, una vez desaparecidos del escenario romano estos dos campeones de Cristo, otros hombres fueran probablemente elegidos -quizá por ellos mismos- para dirigir la obra ya floreciente en la capital del Imperio. Existen citas patrísticas que se expresan muy claramente a este respecto, y entre las cuales sobresale esta de Ireneo que copiamos a continuación:
  'Fundada ya y edificada la iglesia (de Roma), los beatísimos apóstoles entregaron el oficio del episcopado a Lino. A este sucedió Anacleto. Tras éste alcanzó el episcopado Clemente, en tercer lugar después de los apóstoles' (Eusebio, H. E. Lib. 5, cap. 6.)
  "La presente cita, si en verdad no puede tomarse como una prueba a favor de la fundación de la Iglesia Romana por los santos apóstoles, si, en cambio, refuta categóricamente la teoría de que S. Pedro haya sido alguna vez su primer obispo. Lino es designado para tal oficio por los 'beatísimos apóstoles' una vez que dicha congregación había quedado ya suficientemente consolidada. La lista que da Ireneo confirma cuanto decimos: 'Lino, Anacleto, Clemente, en tercer lugar después de los apóstoles.' Nótese que no dice 'después del Apóstol' o 'después de Pedro', sino, 'de los apóstoles' (en plural), quienes a pesar de todo, no se cuentan en la lista de obispos que comienza con Lino."
  "Quizá podría objetarse que el hecho de ser nombrado Lino como el primero de los obispos no quita la posibilidad de que Pedro haya ejercido tal ocupación antes de él, circunstancia que parece apoyar la cita que damos a continuación de S. Epifanio, muy utilizada por la Iglesia Romana:
  'He aquí el orden de sucesión de los obispos de Roma: Pedro, Pablo, Lino, Cleto, Clemente, Evaristo, Alejandro, etc'. (Madoz, S. J. El Primado Romano, página 33).
  "Con dicho texto patrístico se complica aún más la cuestión si es que los personajes que se mencionan en la presente lista fueron 'papas' como pretende la Iglesia Romana y no 'obispos' simplemente como declaran los textos de estos Padres primitivos, porque nos encontramos, entonces, con que también S. Pablo fue 'papa' conjuntamente con S. Pedro, los cuales, y en un momento oportuno, 'entregaron' este oficio a Lino según Ireneo; con lo cual viene a resultar que ya en un principio, y en la Iglesia de Roma, hubo tres papas a la vez..."
  "Claro es que dicha consecuencia dificilmente podrá ser aceptada por Roma, mas no existe otra salida posible. O Pedro dimitió y transfirió su dignidad a Pablo -cosa bastante improbable- o fueron ambos quienes indistintamente ejercieron el cargo hasta que lo confiaron a Lino, quedando en este caso los dos apóstoles sujetos a las decisiones de éste, convertido en soberano pontífice..."
  "Todo esto no es otra cosa que un verdadero callejón sin salida, consecuencia lógica de querer a toda costa leer 'pontificado' u 'obispado universal' donde dice simplemente 'obispo de Roma' o 'de los romanos'. De otra forma, veríase como algo totalmente lógico que Pablo, por mucho tiempo ubicado en Roma, y Pedro, presente también allí en sus últimos días probablemente, trabajaran juntos para consolidar aquella gran congregación con la autoridad de dos grandes apóstoles del Señor, y que después, en un momento señalado, cuando ya la iglesia estaba bien cimentada y sólidamente constituida, creyeran oportuno encargar a uno del episcopado, es decir, del cuidado y dirección de la congregación romana, para ellos dedicarse a otra tarea, probablemente evangelizadora, o quizá para ambos emprender el camino glorioso del martirio."
  "Interpretándose, pues, los textos con la misma sencillez que ellos nos ofrecen los hechos, no tropezamos con problema alguno; mas empeñarse en forzarlos y hacerles decir 'pontífices', 'papas', etc., donde se habla sencillamente de 'obispos' locales, repetimos, no es más que crearse problemas insolubles ya desde el principio." (El Pontificado, pág. 98, 99).
  Teófilo Gay, escritor de a mediados del siglo pasado, dijo: "La Sede Romana estuvo varias veces vacante, y por años a veces quedó sin un 'sucesor'. Según el historiador papista Platina, ella estuvo vacante: después de Juan III, diez meses; después de Pelagio II, siete meses; después de Gregorio I, cinco meses; después de Fabiano, once meses; después de Bonifacio II, seis meses; después de Ceferino, cuatro meses; después de Martín I, catorce meses; después de Vitaliano, cuatro meses; después de Pablo I, trece meses; después de Nicolás I, ocho años y siete meses. Además, después de Clemente IV, hubo diez y siete meses de vacancia; después de Clemente V, dos años; después de Nicolás IV, veintisiete meses. Y se pretende y habla de sucesión ininterrumpida." (Diccionario de Controversia, pág. 495, 496).
  Amigo lector, no te olvides que, la iglesia Cristiana fue edificada sobre Cristo y no sobre San Pedro como lo enseña el Clero Romano.
 
Por
Miguel A. Cabán
 
 
 

viernes, 15 de febrero de 2013

La Iglesia Adventista del Séptimo Día surgió del fervor religioso del siglo XIX


Nota del editor: Esta es la primera entrega de una serie de artículos históricos publicados este año, al cumplirse el 150° aniversario de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Cuando el predicador bautista Guillermo Miller dijo que Jesús regresaría el 22 de octubre de 1844, muchos estadounidenses no solo se sorprendieron de que hubiera fijado una fecha. La idea de que Cristo regresaría literalmente era en sí misma una propuesta radical.


Para el siglo XIX, la mayoría de las iglesias establecidas estaban predicando que la Segunda Venida era más un mito que una realidad, y más humana que divina. Los líderes religiosos enseñaban que una “segunda venida” metafórica simbolizaba el surgimiento de una nueva generación con responsabilidad social.
A pesar de ello, la creencia millerita en una segunda venida literal de Cristo —junto con nuevas comprensiones proféticas, el sábado y el estado de los muertos— mostrarían ser fundamentales. Estas doctrinas clave llegarían a ser el ancla del movimiento adventista temprano en medio de un clima de agitación religiosa.
A comienzos del siglo XIX, el noreste de los Estados Unidos era una fuente de reavivamientos. El así llamado “Segundo Gran Despertar” inició movimientos como el de la Sociedad Unida de Creyentes en la Segunda Aparición de Cristo, los mormones tempranos, los precursores de los Testigos de Jehová, los milleritas y una hueste de grupos excéntricos. En efecto, el norte del estado de Nueva York fue denominado “el distrito quemado”, para referirse al hecho de que los evangelistas habían agotado el número de incrédulos en la región.
En este marco, los milleritas soportaron el Gran Chasco, ese momento en que el grupo, con gran expectativa pero sin éxito, aguardó el regreso de Cristo. Con lo que el historiador adventista George Knight denomina la “certeza matemática de la fe” hecha añicos, muchos milleritas abandonaron el movimiento.
Los que permanecieron quedaron divididos por el significado del 22 de octubre. Algunos afirmaron que la fecha era totalmente incorrecta. Otros dijeron que Cristo había regresado, pero solo en un sentido espiritual e ilusorio. Un tercer grupo —los futuros líderes de los primeros adventistas del séptimo día— llegaron a convencerse de que la fecha era la correcta, pero el evento no.


Reanimados por esta posibilidad, se reagruparon y regresaron a las Escrituras, determinados a descubrir la verdad. Así llegaron a la conclusión de que en lugar de regresar a la Tierra el 22 de octubre, Jesús había comenzado la última fase de su ministerio expiatorio en el santuario celestial.
Una joven metodista llamada Elena Harmon (más tarde White) brindó credibilidad profética a esta interpretación. La visión que tuvo en diciembre de 1844, en la que vio “una senda derecha y estrecha” hacia el cielo confirmó que esa profecía se había cumplido en efecto el 22 de octubre, y motivó el enfoque central en Cristo que tiene la denominación.
El historiador adventista se siente asombrado por la capacidad de los milleritas de trascender un mensaje inicial “espectacularmente equivocado”. Aunque afirma que es verdad que los movimientos apocalípticos a menudo suelen conservar algunos de sus seguidores aun cuando sus ideas son “refutadas abiertamente”, estos “no constituyen la clase de persona que llegan a fundar una iglesia demasiado exitosa. Los adventistas así lo hicieron: eso no prueba que Dios está de nuestro lado, pero prueba que contamos con líderes inteligentes y racionales”.
Acaso más revelador resulta la creencia de la Iglesia Adventista de que Dios estaba detrás de los eventos, dice Trim. “Creo que los primeros adventistas tenían un sólido llamado de parte del Espíritu Santo. Es un pensamiento terriblemente pasado de moda, pero yo creo que nuestra iglesia fue llamada a la existencia en ese momento con un propósito”, dice.
También demostró un sincero deseo de conocer la verdad bíblica, dice. “Esto es lo que los sostuvo cuando todos los demás milleritas fueron por caminos excéntricos o por sendas comunes y sumamente cautelosas”, dice Trim.
Para los primeros creyentes adventistas, la así llamada “verdad presente” era dinámica. Y en efecto, los pocos cientos de adventistas sabatistas de la década de 1840 llegaron a ser unos tres mil en 1863 cuando se organizó oficialmente la Iglesia Adventista, y en esos años, sus comprensiones proféticas pasaron por cambios no menos asombrosos.
En un comienzo, pioneros tales como Jaime White se mostraron fervientes en su llamado a “salir de Babilonia”. En un primer momento, este era un mensaje para dejar la religión organizada y regresar a la simplicidad del evangelio.


Esto no sorprende a los historiadores religiosos, que han observado que cada pocas generaciones, la gente se siente impulsada a regresar a los fundamentos de su fe. En efecto, esta tendencia fue la que impulsó el Segundo Gran Despertar.
Sin embargo, lo asombroso, dice Trim, es el giro que tuvo White a medida que se expandía el movimiento. Para 1859, Jaime había llegado a creer que el llamado a “salir de Babilonia” significaba en realidad abandonar la desorganización y aceptar la estructura eclesiástica.
“Esto por supuesto se adapta muy bien al hecho de que Babilonia deriva de Babel (o confusión) y que White dice que el llamado a salir de Babilonia en realidad busca abandonar toda esta corriente de fervor religioso caótica e increíblemente entusiasta y terminar en algo un poco más organizado. De manera que el significado de “salir de Babilonia” sufre un gran giro y cambia por completo”, dice Trim.
No obstante, al pasar a la estructura de la iglesia, los primeros adventistas no perdieron su celo inicial. Por el contrario, lograron encontrar un equilibrio entre el radicalismo que invadía gran parte de las expresiones religiosas de mediados del siglo XIX y el conservadurismo que le siguió. Es un equilibrio que la Iglesia Adventista mantiene aún hoy, dice Trim, y dice que tiene sus raíces en la vieja tensión entre el espíritu y el orden, que se remonta a la iglesia medieval primitiva.
“Necesitamos el espíritu porque el orden se vuelve formal y osificado y jerárquico, pero también es necesario el orden porque el espíritu se vuelve caótico y se destruye a sí mismo”, dice.
La pionera adventista Elena White fue esencial a la hora de preservar este equilibrio. Mediante el don profético, Trim dice que White estuvo en un lugar ideal para temperar las inevitables riñas entre los primeros líderes adventistas, como por ejemplo su esposo Jaime, José Bates, Urías Smith, John N. Andrews, George Butler, y otros. Todos ellos eran “individuos de increíble poder y motivación individual”, personalidades que son necesarias para impulsar un movimiento localizado hasta convertirlo en una iglesia global, dice.
Si bien a algunos estudiantes de la historia de la iglesia les podría resultar “desconcertante” la tensión entre los principales líderes, Trim dice que el movimiento adventista temprano es único porque permaneció unido en un clima en el que la mayoría de los grupos religiosos mostraban la tendencia a dividirse, a seguir a un líder carismático, o a directamente disolverse. A pesar de los desacuerdos, los adventistas se agruparon en último término detrás de la verdad bíblica, lo que fue logrado por medio de la oración y el estudio de la Biblia o revelado mediante la profecía.
“Estos hombres están completamente convencidos de que [Elena White] es la mensajera de Dios. Si ella dice: ‘Se me ha mostrado esto’, ellos lo aceptan aun cuando en un comienzo no les guste lo revelado”, dice Trim.
“Están muy listos a debatir, y lo hacen en términos muy directos, pero también se muestran muy rápidos para perdonar y no guardan rencores”, dice Trim. “Muestran una apertura que haríamos bien en imitar”.


Puede que para los adventistas del séptimo día modernos, los pioneros adventistas les resulten peculiares. Algunos no creían en la Trinidad o en la persona del Espíritu Santo, y pensaban que Cristo era un ser creado. Muchos observaban el sábado de las 18.00 del viernes hasta las 18.00 del sábado, sin fijarse en los horarios de la puesta de sol. Tampoco tenían problema alguno en consumir carnes de animales impuros. Todo esto, sin embargo, habría de cambiar en las siguientes décadas.
Lo que los adventistas actuales podrían reconocer probablemente en sus antepasados es la convicción. En el sábado, la segunda venida, el santuario y otras creencias fundamentales, los primeros adventistas creían que habían descubierto lo que Trim denomina una “clave” para desatar todo el conjunto de verdades bíblicas.
“Se dan cuenta de que todas estas doctrinas están diciendo lo mismo sobre Dios. Todas están apuntando en la misma dirección, y es por ello que los primeros adventistas se sienten impulsados a ponerse de su lado”.
“Esta preocupación por la verdad resulta inspiradora”, dice.
Fuente: ANN
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...