viernes, 31 de octubre de 2014

Martín Lutero y las Escrituras


El día 31 de octubre de 1517 quedó marcado en los anales de la historia como el inicio de la reforma protestante.  En ese día Martín Lutero predicó en la puerta del Castillo de Wittenberg las 95 tesis contra la venta de indulgencias.  Una vez las tesis expuestas, las enseñanzas de Lutero resonaron por toda Alemania e hicieron estremecer las bases de Roma.
Lutero sentía un profundo respeto y reverencia por la Palabra de Dios.  El 18 de octubre de 1512, el ilustre monje recibió el título de doctor en teología.  En esa ocasión prestó el siguiente juramento: “Juro defender la verdad con todas mis fuerzas”.  De este modo ya demostraba su vocación de reformador aunque en aquel momento no soñara con eso.  Lutero prometió predicar la Biblia durante toda la vida y defenderla en los debates y con sus escritos, contra los falsos doctores, mientras Dios lo ayudara.
Martín Lutero
Martín Lutero
En uno de sus más vehementes sermones, Lutero afirmó: “Los cristianos no aceptan otra doctrina sino la que se basa en la palabra de Jesucristo, de los apóstoles y de los profetas.  Ningún hombre, ninguna asamblea de doctores, tiene derecho de prescribir otras nuevas”.
Lutero fue prolífero en enseñar y escribir sobre las verdades de la Biblia. Solo en 1520 publicó más de 100 volúmenes sobre este tema.  Entretanto, de todos sus escritos, las 95 tesis predicadas en Wittenberg permanecen sin paralelo en la historia. El valiente guerrero de la fe no se intimidó en denunciar la falacia de las enseñanzas más comunes de sus días: la venta de indulgencias, la misa, y la doctrina del purgatorio, entre otras.  Su firme posición y enseñanzas lo llevarían ciertamente a una confrontación con Roma y con el Papa.
El 10 de octubre de 1520 una bula publicada por el Papa León X llegó oficialmente a manos de Lutero.  Obviamente Lutero no concordaba con su contenido y en la mañana del 10 de diciembre de ese mismo año, Philipp Melanchthon invitó a los demás profesores de la universidad de Wittenberg, así como a los alumnos, a quemar oficialmente el documento.
Se quemó la Ley Canónica de la Iglesia Católica, algunos libros, entre los cuales el de Ocken Eke, así como el documento papal, o sea la bula que el propio Lutero echó al fuego.  Posteriormente se le preguntó si no había sido demasiado radical con esa decisión y dijo: “Si el Papa tuvo la valentía de ordenar la quema de mis libros, que expresan el verdadero evangelio bíblico, creo que no fue una exageración quemar también este documento que está en contra del evangelio”.
Una nueva bula se emitió contra Lutero. Ella declaraba la separación del monje de la Iglesia de Roma. Asimismo la bula declaraba que Lutero era maldecido por el cielo y se incluía la condenación de todos los que aceptaran su doctrina. Por esta razón fue convocado a comparecer ante la Dieta de Worms y responder por sus escritos.
El 28 de enero de 1521 dio inicio la famosa dieta de Worms, presidida por el joven emperador Carlos V, cuyo mayor objetivo fue el juicio de Lutero y sus escritos.  El viaje sería peligroso, por lo cual Lutero invitó a tres amigos para ir con él hasta Worms, además del representante imperial.  Lutero, expresando su confianza en la dirección divina en este viaje, afirmó: “Iré aunque haya en Worms tantos demonios como tejas en las casas”.  La mayor parte de los miembros de la dieta no dudarían en entregar a Lutero a la venganza de Roma.  Pero Dios persuadió a un miembro de la dieta a dar una descripción verdadera de los efectos de la tiranía papal.  Con noble firmeza, el duque George de Sajonia se levantó en aquella asamblea y especificó con terrible precisión los engaños y las abominaciones del papado y sus horrendos resultados.
El concilio pidió entonces al reformador que compareciera, y a pesar de los ruegos, protestas y amenazas, el emperador consintió y Lutero fue intimado a comparecer ante la dieta. Al llegar a Worms, le mostraron una pila de libros y le preguntaron: “¿Usted reconoce estos libros como suyos?”  Él respondió: “Reconozco”.  Luego se le preguntó: “¿Está dispuesto a retractarse sobre lo que escribió allí?” Él respondió: “No puedo dar una respuesta sencilla, necesito tiempo”.  Entonces acordaron que al día siguiente daría su respuesta.
Al día siguiente cuando regresó, se le preguntó nuevamente: “¿Está dispuesto a retractarse sobre el contenido de esos libros que usted escribió?”  Lutero respondió que el contenido de los libros no era el mismo, sino que se podía clasificar en tres puntos básicos:  En primer lugar, había muchos escritos que trataban de la fe cristiana y si abdicaba de ese contenido, estaría negando la propia esencia del cristianismo.  En segundo lugar, había errores de los papistas y depravaciones de emisarios papales que él condenaba. Y el tercer punto era la acusación de problemas personales de individuos que él también abordaba.
Lutero fue interrumpido y le exigieron una respuesta sin rodeos.  Entonces respondió: “Mi conciencia está cautiva por la Palabra de Dios y no reconozco la autoridad de los Papas y concilios, pues se han contradicho en varias ocasiones. Para un cristiano es muy peligroso actuar en contra de su conciencia.  Por lo tanto, no quiero y no voy a retractarme.  Aquí estoy, Dios me ayude, amén”.
Ante tamaña osadía, Lutero pensó que su fin había llegado.  Pero Dios tenía planes para su siervo.  Hombres enmascarados enviados por Federico, el Sabio de Sajonia, secuestraron a Lutero y lo llevaron con seguridad para un castillo en Wartburg. Fue allí donde aislado, Lutero tradujo el Nuevo Testamento al idioma alemán en el breve período de tres meses.
Poco tiempo después, cuando menos lo esperaban los enemigos de la verdad, el trabajo de traducción de Lutero ya estaba en las manos de los ciudadanos de Alemania en su propia lengua materna.  El conocimiento de la verdad se esparció por Alemania a tal punto que no hubo forma de exterminarlo.
Son preciosas las lecciones de la historia. Cuando Dios actúa, normalmente lo hace de dos maneras. En primer lugar, prepara el escenario para que eso suceda. En segundo lugar, prepara instrumentos de los más humildes para realizar grandes obras.  Lutero no era más que un hijo de minero, una persona sencilla, a quien Dios dio sabiduría y usó de manera extraordinaria.
Nuestro Señor Jesucristo, al hablar de la persecución que abatiría a sus discípulos, predijo: “Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:22).  De hecho, el gran movimiento de reforma del siglo XVI anticipó el fin de las grandes persecuciones.
Esto gracias a la determinación y valor de hombres como Martín Lutero, Philipp Melanchthon, Federico de Sajonia, entre otros.  Que el ejemplo de Lutero nos motive a tener la misma fidelidad y amor por la Palabra de Dios.
El pastor Arilton Oliveira es presentador del programa “Biblia Fácil” de la TV Red Nuevo Tiempo.  

miércoles, 22 de octubre de 2014

Halloween: el aroma de la muerte


En la tumba no hay esperanza, excepto para quienes durmieron en Jesús.
Con gastos que alcanzaron los 6.900 millones de dólares solo durante 2013, la sociedad estadounidense celebró la tradicional fiesta de Halloween. Una tradición que, al decir de los historiadores, se remonta a las antiguas costumbres celtas conectadas con las cosechas al final de su calendario. Esta celebración marcaba el final del verano y el inicio del invierno. Se creía que en esa ocasión regresaban los espíritus de los muertos para dañar las cosechas y hacerles bromas a los vivos. Con el fin de evitar su cercanía, se encendían fogatas enormes por todas las ciudades, y quienes temían el retorno de los fallecidos se disfrazaban con pieles de animales para evitar ser reconocidos por los espíritus.
A medida que avanzaba la cristianización del Imperio Romano, los celtas amalgamaron sus celebraciones a los espíritus con las fiestas de Feralia y Pomona, celebradas al final de octubre y dedicadas a los muertos, a las frutas y a los árboles. Se dice que para 800 d.C., el Papa Bonifacio IV reemplazó las celebraciones a Samhain, dios celta de los muertos, con el Día de todos los santos. Años después, las migraciones irlandesas e inglesas trajeron la celebración a América del Norte.
Hoy en día, con disfraces variados, adultos y niños salen a la calle el 31 de octubre por la noche para visitar su vecindario solicitando dulces y caramelos, y repitiendo la tradicional frase de “trick or treat”.

¿Una fiesta inocente?

Detrás de Halloween hay una milenaria tradición, común a muchas culturas, de honrar y recordar a los muertos. Desde Asia, el Caribe, América del Sur, África y Europa, los pueblos abrazan la creencia de que en algún momento del año los espíritus de los difuntos regresan a su pueblo, a su casa o al cementerio. Los rituales van desde ceremonias con reverente respeto, y comidas especiales, hasta fiestas familiares en las que replican campanas, abunda el incienso y no faltan la banda musical, el grupo norteño, o el mariachi tradicional mexicano que ameniza el reencuentro de los vivos con los difuntos.
De acuerdo a un sitio de Internet1, el día de los muertos en América Latina tiene sus orígenes en la conquista española. Según este informe, los conquistadores del siglo XVI, aterrados por las costumbres indígenas, reemplazaron sus prácticas paganas con las festividades católicas del Día de todos los santos, que se celebran el 1° y 2 de noviembre. Se cree que en estos días regresan las almas de niños y adultos muertos. Esta celebración, que mezcla la tradición indígena con la católica está tan arraigada en México que el 7 de noviembre de 2003, en París, Francia, la UNESCO la declaró Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.2

¿Qué dice la Biblia?

El culto a los muertos no tiene su origen ni en los celtas ni aztecas ni mayas ni purépechas ni nahuas ni totonacas. Tiene su origen en lo que se le ha llamado la primera mentira de Satanás. De acuerdo la Escritura, Adán y Eva recibieron instrucciones específicas de Dios respecto a los resultados de tocar el árbol de la ciencia del bien y del mal. Dios les dijo: “No comeréis de él, ni le tocareis, para que no muráis” (Génesis 3:3). En abierta oposición a la declaración divina, Satanás introdujo en la cultura de los pueblos aquella primera mentira que profiriera en el Edén: “No moriréis” (vers. 4). A partir de entonces, de generación en generación, se ha transmitido la idea falsa de que cuando una persona muere su espíritu puede ir a un lugar de felicidad, de tormento o de incertidumbre.
La Santa Biblia declara que cuando una persona muere, descansa, ya no vive. Cuando el cuerpo exhala su último suspiro, el cuerpo y la mente mueren, y el entendimiento se anula. Note la siguiente declaración: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría” (Eclesiastés 9:10).
Hay una contradicción que, aunque evidente, pareciera estar oculta para la mayoría de los cristianos en la práctica de su fe. El credo apostólico dice: “Creo que […] desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos”.3 Si en su venida Cristo viene a juzgar, ¿por qué se enseña que cuando las personas mueren inmediatamente reciben el castigo o la recompensa? La Biblia dice que las personas fallecidas están descansando haste el juicio de Dios en el momento del prometido regreso de Jesús a la tierra. Aun más, ¿por qué se dice que podemos hacer algo por aquellos que mueren para revertir el castigo que merecen? El apóstol Pablo declaró: “He aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2). Mañana puede ser demasiado tarde. En la tumba no hay esperanza, excepto para quienes durmieron en Jesús. Dice el mismo apóstol que a la final trompeta, ellos habrán de resucitar (ver 1 Corintios 15:52).
Si descansamos antes de su venida, un día la gracia divina nos traerá a la vida si hoy recibimos a Jesús, y pondrá en nuestros brazos a nuestros amados que murieron en Cristo. El profeta escribió: “Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán” (Isaías 26:19). Aguardemos ese glorioso día cultivando la fe en nuestro Redentor Jesús, y amando en vida a quienes hoy están a nuestro lado. Esa será la mejor manera de honrarlos cuando ya no estén.



Por
Bernardo Sámano
El autor es ministro del evangelio y director del departamento de Desarrollo de Calexico Mission School. Escribe desde Calexico, California.
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