Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
"¿Usted cree en la predestinación?" Mi interlocutor sabía que no, pero de todas manera me lo preguntó.
Él pensaba que, al citar Romanos 8:29 y 30 o uno de los tres textos similares (Hech. 4:28; 1 Cor. 2:7; Efe. 1:5-12), podría obtener una victoria teológica fácil. No tan rápido...
Yo no creo en la doctrina de la predestinación por causas primariamente filosóficas. Si Dios, por medio de decisiones soberanas, predestina a algunos para la salvación y a otros para la perdición, entonces él, finalmente, es la fuente del pecado y del sufrimiento. Es más, si una persona también cree que el infierno consiste en un tormento eterno (cosa que no creo), el problema se agrava todavía más: Dios considera culpables a los que nunca tuvieron la oportunidad de decidir, y los condena con un castigo inconmensurablemente desproporcionado a los pecados que ellos cometieron y sobre los que no tuvieron elección.
Sin embargo, soy un erudito bíblico que se basa primariamente en el texto. Así que, cuando me veo confrontado por un texto como el de Romanos 8:29 y 30 tengo que poner a un lado mi perspectiva filosófica, concentrarme directamente en el texto, por medio de un estudio de aspectos tales como el vocabulario, la sintaxis y el contexto, y tratar de determinar su verdadero significado.
Su uso en el griego moderno
La palabra traducida como “predestinados” en Romanos 8:29 y 30, y en otros versículos relevantes, es el verbo griego proorizō, que está compuesto por la preposición pro (“antes”) y el verbo orizō (“señalar, decidir, determinar”). El sustantivo derivado proorismos no aparece en la Biblia, pero lo analizaremos brevemente, ya que este término es relevante. Etimológicamente, ninguna de las dos palabras denota predestinación de la manera en que fue entendida por Calvino, Agustín o sus seguidores. El significado es intención, más que resultado, tal como lo veremos.
Las dos palabras son muy comunes en el griego moderno. El verbo proorizō es utilizado, primariamente, para los padres que hacen planes para sus hijos. Por ejemplo, una pareja puede desear que su hijo llegue a ser médico. Para facilitar este objetivo, ellos podrían enviarlo desde muy pequeño a las mejores escuelas, ahorrar dinero para su educación, contratar tutores privados para sesiones extracurriculares, limitar su tiempo libre o, incluso, controlar sus interacciones sociales. Cuando los padres hacen esto, los griegos dirían que ellos están proorizō a su hijo para que sea médico. Esta es su intención.
Por supuesto, no existen garantías de que su hijo llegue a ser médico. El hijo puede descubrir que no tiene la capacidad suficiente o la perseverancia para llegar a ser médico, o puede preferir llegar a ser profesor, ingeniero, jugador de fútbol o (incluso mejor) pastor. Proorizō enfatiza la intención, no el resultado.
La fuerza del sustantivo derivado proorismos es similar. Primariamente, esta palabra designa el destino de un viaje. Si una persona decide viajar desde el punto A hasta el punto B, entonces B llega a ser su proorismos: su destino. Cuando se prepara para salir, la persona puede tener la intención de llegar a destino. Pero, una cantidad de razones (un cambio de planes a último minuto, una rueda pinchada, un accidente) pueden impedirle llegar al destino prefijado.
Ni el verbo proorizō ni el sustantivo proorismos comunican el significado propuesto por la doctrina calvinista de predestinación. En su lugar, ambas se centran en la intención. Esto puede explicar por qué hay tan pocos predestinacionistas en Grecia, incluso entre las denominaciones que tradicionalmente han creído en la predestinación.
Pero ¿hasta qué punto podemos usar el griego moderno para entender el griego bíblico? Primero, proorizō y proorismos son extremadamente raros en la literatura antigua. De esta manera, es útil recurrir a su uso moderno, tal como lo hemos hecho; después de todo, el griego contemporáneo está estrechamente relacionado con el griego bíblico. Segundo, si bien el griego ha evolucionado a lo largo de los siglos en cuestiones gramaticales y sintácticas, el vocabulario ha sido el aspecto del lenguaje menos afectado. El griego moderno emplea gran parte del mismo vocabulario que el griego bíblico, y prácticamente con el mismo significado.
Su uso en el griego Antiguo
Tan útil como pueda resultar, no necesitamos descansar solo en el griego moderno. El griego clásico coincide con su uso moderno. Tenemos un claro uso en el griego secular en los escritos de Hipócrates, el médico (siglo IV a.C.), que usa proorismos para describir un resultado deseado cuando es administrada la medicación.
Los diferentes usos en los escritos de los padres de la iglesia también indican propósito o intención. Orígenes (siglo III d.C.) señala que el llamado del evangelio es el comienzo, no el destino (proorismos) de la travesía cristiana. Anastasio (700 d.C.) lo utiliza de la misma manera, en su refutación de la predestinación. Él explica que, si existiera tal cosa como una predestinación absoluta (propepēgmenos kai ametathētos proorismos), las personas que se enferman no deberían pedir sanación o recurrir a los médicos. El hecho de que Anastasio use las palabras propepēgmenos kai ametath tos proorismos, que significa “preestablecer/preendurecer e irrevocable”, para cali car la palabra proorismos, indica que, tanto para él como para sus lectores, la palabra proorismos por sí misma no transmite la esencia de predestinación.
Juan Damasceno (siglos VII-VIII d.C.) vincula proorismos con la voluntad de Dios y el preconocimiento, y señala específicamente que Dios “no desea que suceda mal ni fuerza la virtud o el bien”. Esto implica que el proorismos divino no es absoluto, sino que permite la decisión humana. Metodius I (siglo IX d.C.) usa proorizō junto con la frase proairese ōs anthrōpinēs, que significa “voluntad/ deseo/elección humana”. El hecho de que la voluntad, el deseo o la elección humana estén incluidas en el proorismos divino indica que no tenía en mente la predestinación absoluta.
En este sentido, podemos ver que el significado de proorizō y proorismos ha permanecido constante desde los tiempos del griego clásico hasta los tiempos del griego moderno, y que el énfasis está en la intención, y no en un resultado irrevocable. Ahora veremos que el análisis sintáctico va en la misma dirección.
La sintaxis de la intención
La sintaxis es igual de importante. En el griego bíblico, cuando los verbos para las acciones cognitivas y volitivas, tales como proorizō, aparecen en los tiempos aoristo o perfecto, generalmente están acompañados por un infinitivo (por ejemplo, Mat. 13:17; Luc. 15:16; Hech. 4:28; 21:25; 25:25; 27:1; 1 Cor. 7:31; 2 Cor. 2:1; Tito 3:12). Este también es el caso de proorizō en, al menos, tres casos (Hech. 4:28; Rom. 8:29; Efe. 1:11, 12).
Tanto en el griego clásico como en el bíblico, el infinitivo se usa habitualmente para indicar intención o resultado. A pesar de que la noción de resultado podría sugerir que se está re riendo a la predestinación, no es así. Cuando la acción en vista todavía está en el futuro, el infinitivo designa resultado previsto. Es más, en el desarrollo del idioma griego, el uso del infinitivo fue perdiendo fuerza, y los verbos volitivos comenzaron a expresarse en subjuntivo. El modo subjuntivo expresa posibilidad, en contraste con el indicativo, que establece más sólidamente la realidad. Esto es evidente en la traducción al castellano de verbos volitivos tales como “decidir”, “determinar” y “desear”.
Que posibilidad es el acompañamiento más natural para los verbos volitivos, es auto evidente. Cuando digo que he decidido hacer algo, o que quiero hacer algo, la implicación es que la decisión o el deseo, si bien están firmemente establecidos en mi mente, sin embargo, deben esperar para que sean una realidad. Yo he decidido hacer algo, ya sea que lo lleve a cabo o permanezca como una posibilidad.
En la transición del griego clásico al bíblico, el infinitivo, a veces, fue reemplazado por una frase preposicional. Con respecto al uso de proorizō en el Nuevo Testamento, vemos que este verbo aparece acompañado cuatro veces por una frase preposicional. En Romanos 8:20, proorizō es seguido por eis to einai autoni (“para que él sea”); en 1 Corintios 2:7: eis doxan ēmōn (“para nuestra gloria”); en Efesios 1:5: eis huiothesian (“para adopción”); en Efesios 1:11 y 12: eis to einai ēmas (“para que seamos”). La preposición eis puede indicar movimiento, o intención geográfica o cronológica. Dado que proorizō no se re ere a una acción temporal ni espacial, hay que desechar las dos primeras opciones. El único uso apropiado para la preposición eis es “intención”. Es más, en dos de los cuatro versículos (Rom. 8:29; Efe. 1:11, 12) donde aparece la frase preposicional, también aparece el infinitivo einai (“ser” o “estar”). Como ya se ha señalado, los in nitivos indican intención o resultado previstos.
Concluimos que la sintaxis del verbo proorizō en el Nuevo Testamento indica clara e inequívocamente intencionalidad divina, ya sea mediante el uso del infinitivo con proorizō o a través de frases preposicionales que indican intención.
El contexto de la intención
Finalmente, pero no menos importante, está la evidencia del contexto. El espacio no nos permite un análisis contextual completo de los textos acerca de la predestinación, pero es necesario mencionar unos pocos aspectos.
Hechos 4:28 registra las palabras de los creyentes a Pedro y a Juan, después de que fueran liberados. A primera vista, pareciera que los sufrimientos de Jesús en manos de judíos y gentiles estaban predestinados: “para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado [proōrisen] que sucediera”. Pero, inmediatamente después, los creyentes continuaron con una súplica al Señor por su protección: “Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra” (vers. 29).
¿Por qué suplicar protección al Señor, si todas las cosas ya han sido predestinadas desde el comienzo? Una súplica así tiene sentido solo en el contexto de la batalla entre el bien y el mal. Los discípulos sabían que podían obtener la victoria solo si el Señor intervenía en su favor, y por eso le suplicaron que él lo hiciera. En 1 Corintios 2:1 al 10, Pablo explica que, cuando llegó por primera vez a Corinto, estuvo entre ellos con debilidad, y mucho temblor y temor (vers. 3); posiblemente, por causa de la relativa falta de éxito en Atenas, que había sido su anterior destino, o quizá por la notoria reputación de Corinto. En este contexto, Pablo “decidió” (ekrina) no saber cosa alguna excepto a Jesucristo, y a este crucificado (vers. 2). ¿Por qué temer y temblar, si todo estaba predestinado? ¿Y en qué contexto Pablo “decidió” qué predicar, si todo estaba determinado?
El verbo proōrisen, aquí, se refiere a “sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta” (vers. 7), el plan de salvación tal y como llegó a ser una realidad en Cristo y por medio de su muerte en la cruz. El sacrificio de Cristo, ¿estaba predestinado? Deberíamos pensarlo con cuidado, antes de responder afirmativamente. Si el sacrificio de Jesús estaba predestinado, entonces no tendría sentido la tentación de Satanás: “Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mat. 4:9); o la burla de los ladrones en la cruz: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros” (Luc. 23:39). Es más, incluso el ruego de Jesús en Getsemaní: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mat. 26:39), parecería vacío de sentido.
Si todo ha sido predestinado desde el comienzo, entonces el ruego no tendría sentido. En contraste, si entendemos que proorizō se re ere a una intención, al plan de Dios para la salvación de la humanidad, entonces las palabras de Jesús cobran una profundidad maravillosa, reflejando su propio compromiso invariable de salvar a la humanidad. Jesús, primero, estuvo de acuerdo con el plan cuando fue trazado antes de la fundación del mundo (Apoc. 13:8). Y nuevamente, en Getsemaní, en forma humana y en el momento de su mayor debilidad, se sometió voluntariamente para avanzar con el plan de salvación. Cristo no estaba obligado a morir por la humanidad como esclavo de una predestinación soberana, sino que se ofreció total y voluntariamente para ser crucificado.
En Romanos 8:29, Dios proōrisen a los creyentes “para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”. Las palabras “fuesen hechos conformes” conlleva el elemento de probabilidad. Las palabras “para que él sea” son traducidas del griego eis to einai, una construcción que, tal como se señaló antes, habitualmente indica intención o propósito.
Es más, las intenciones de Dios están centradas en “los que antes conoció” (Rom. 8:29); lo que indica que sus planes no están basados sobre una decisión arbitraria y soberana, sino sobre el conocimiento íntimo de los seres humanos y de su respuesta al evangelio. Toda la construcción habla, primariamente, de las intenciones y los planes de Dios. Si bien existe una robusta garantía en Romanos 8:30 de que el plan de Dios se hará realidad en los creyentes comprometidos, el lenguaje de intención y probabilidad señalado aquí indica que no se tiene en vista la predestinación en el sentido calvinista, sino solamente la obra de la voluntad de Dios en el corazón de aquellos que responden.
Finalmente, en Efesios 1:5 al 12, Pablo explica cómo, en Cristo, Dios proorisas a los creyentes para recibir el don de la salvación. Este don es ofrecido kata prothesin, “conforme al propósito [de Dios]”, no de acuerdo con una decisión arbitraria y soberana. El pasaje está lleno de infinitivos y frases preposicionales, cosa que subraya una intencionalidad (eis huiothesian, eis epainon doxēs, eis oikonomian, anakefalaiôsasthai, eis to einai). Nuevamente, la orientación está en las intenciones y los propósitos de Dios, no en un resultado predestinado.
Síntesis
Hemos analizado el vocabulario, la sintaxis y el contexto de los versículos que son citados en apoyo de la predestinación. El vocabulario subraya intención/propósito, y no resultado predestinado. La sintaxis enfatiza la intención/propósito, y no un resultado fijado por anticipado. El contexto está saturado de palabras y de construcciones sintácticas que subrayan intención/propósito, y no un resultado predestinado. Nada en estos textos requiere que sean interpretados como si enseñaran la idea de la predestinación.
Los que adhieren a la teoría de la predestinación pueden contraargumentar que, en la esfera divina, intención/propósito es lo mismo que resultado, dado que Dios es soberano y todopoderoso, y que su voluntad siempre se hará realidad. Pero, esta perspectiva es teológica/ losó ca, no exegética. En lo que concierne a la exégesis, el vocabulario, la sintaxis y el contexto, enfatizan la intención. Si los escritores del Nuevo Testamento hubieran querido enfatizar la absoluta irrevocabilidad de las intenciones de Dios, fácilmente podrían haberlo expresado con otras palabras.
La visión que me queda después de haber estudiado los textos que contienen las palabras proorizō y proorismos es que Dios, como un padre amante, hizo todas las provisiones para la salvación de los seres humanos que él creó. Nos busca con su gracia, nos reprende para restaurarnos, nos visita incluso cuando le volvemos la espalda, y nos capacita para caminar en la fe. Y él ha hecho y hace todo lo necesario para la salvación.
Pero, más allá de todos sus mejores esfuerzos, debemos prestar nuestro consentimiento para que el plan de salvación sea una realidad en nuestra vida en particular. Él nunca fuerza sus propósitos en nuestra vida. Esto puede llevarnos a la dolorosa realidad de que, si bien Dios anhela que todos sean salvos (2 Ped. 3:9) y Cristo murió por todos (Juan 1:29), no todos serán salvos. Algunos se perderán por causa de sus propias decisiones realizadas libremente. Este es nuestro Dios; un Dios que podemos entender tanto losó ca como exegéticamente.
Autor: Kim Papaioannou | Doctor en Teología y, al momento de escribir este artículo, enseñaba Nuevo Testamento en el Adventist International Institute of Advanced Studies, Silang, Cavite, Filipinas.
Referencias