El pensamiento teológico es un privilegio, una necesidad, y un proceso constante que puede llevar hacia un entendimiento siempre más profundo y a una mayor apreciación de Dios y la salvación.
¿Quiénes deberían hacer teología? Antes de responder esta pregunta es necesario definir qué es teología. Una simple definición declara que es “enseñar acerca de Dios y su relación con el mundo desde la creación hasta la consumación, exponiendo las informaciones en una manera ordenada y coherente”.[i] Con el objetivo de ganar conocimiento acerca de Dios y entrar en una relación con él, es necesario estar involucrado en un pensamiento teológico, esto es, observar y estudiar lo que Dios ha revelado a la humanidad. Hacer teología es un privilegio. Implica un proceso constante que desarrolla una comprensión creciente y profunda de Dios y la salvación. Idealmente, el pensamiento teológico no es llevado a cabo en aislamiento, sino que todos los creyentes están involucrados en este proceso, aun cuando la iglesia tiene empleados especializados que han sido entrenados en teología y estudios bíblicos.
Es sabido que la investigación teológica –sea hecha por miembros de iglesia, administradores, o teólogos/eruditos profesionales– conlleva el potencial de crear tensiones e incluso producir divisiones. El arribo a ciertas convicciones puede fracturar relaciones humanas, levantar desunión y polarizar o aún separar iglesias y sociedades.
Esto puede ser sustentado analizando la historia y la situación mundial actual. La controversia arriana en el siglo IV d.C. –sobre la divinidad de Cristo y la Trinidad– dejó ganadores y perdedores. El nacimiento del protestantismo surgió mediante un retorno a la Biblia y a una búsqueda intensa de Dios, lo que provocó una ruptura con la Iglesia Católica. Los anabaptistas no estaban de acuerdo con la iglesia romana sobre ciertas doctrinas –ni tampoco con el protestantismo– lo que produjo que fueran perseguidos por ambos grupos. Es un hecho que actuar sobre convicciones teológicas ha fragmentado a la cristiandad en numerosas denominaciones.
Ya en el Nuevo Testamento encontramos tensiones teológicas. Luego del Concilio de Jerusalén (Hechos 15) se creó un conflicto entre algunos grupos que adherían a la Ley Mosaica y otros que enseñaban que los cristianos gentiles no estaban sujetos a esa ley. Por detrás del tema debatido se asomaba uno aún mayor: la salvación por la fe en Cristo o la salvación a través de la observancia de la ley (Gálatas 2-5). Este conflicto ayudó a la iglesia a definir con mayor claridad su posición bíblica. De todas maneras, el resultado no fue siempre positivo. “Disputas sobre los significados rápidamente levantaron divisiones y sismas dentro de la comunidad cristiana. Esto es ya evidente en los libros del Nuevo Testamento, especialmente las cartas de los apóstoles, en las cuales la argumentación teológica es ampliamente desplegada, para poder distinguir entre la verdad y el error”.[ii] Por ejemplo, las cartas del apóstol Juan nos informan acerca de diferentes percepciones que existían acerca de quién era Jesús y la lucha del apóstol para defender la completa humanidad y divinidad de Cristo Jesús (1 Juan 2 y 4; 2 Juan). En este caso, la teología llegó a provocar división, pero los apóstoles no retrocedieron para complacer a sus oponentes. La herejía debía ser confrontada mediante la teología, aun cuando esto significara que las falsas posiciones serían expuestas y que existía la posibilidad de provocar como consecuencia, una separación de la iglesia.
Hoy en día existen enormes tensiones entre y dentro de las religiones mundiales, incluyendo a los tres grupos de religiones monoteístas: islamismo, judaísmo y cristianismo. Aun dentro de la mayoría de sus denominaciones estas tensiones son manifiestas y pueden estallar en extrañas decisiones o aun en actos violentos contra aquellos que sostienen posiciones teológicas diferentes. Por ejemplo, la decisión del papa Benedicto XVI de admitir nuevamente dentro de la Iglesia Católica Romana oficial, entre otros, al obispo ultraconservador Richard Williamson, quien niega los alcances del Holocausto, ha complicado no solamente las relaciones de la iglesia con los judíos causando críticas en relación a líderes de la arena política, sino que también ha llevado a que diversas personas decepcionadas, abandonen el catolicismo. W. Jeanrond apunta al espectro de los métodos teológicos actuales y hace la siguiente pregunta: “¿Puede existir algún tipo de llamado a la unidad, cuando no existe un marco de comunicación unificado?”.[iii]
Andrew Linzey señala otros peligros asociados a esta actividad ya que se trata de un emprendimiento humano que puede tender a extremos como pretender muy poco, o exageradamente, tal como el fundamentalismo teológico que “absolutiza el agente humano, la autoridad o el credo, por sobre Dios”.[iv] Otro peligro se presenta cuando la teología, que debería servir a las necesidades de la iglesia, se transforma en servilismo. El servicio se transforma en servilismo “si llega a buscar el mantenimiento de posiciones religiosas o cristianas per se en vez de buscar la verdad de Dios”.[v]
Opciones para hacer teología
Si hacer teología puede provocar problemas y discordancias, ¿qué se podría hacer para evitarlo? Existen varias opciones:
1. Abstenerse de hacer teología y volcar la energía a practicar algún tipo de espiritualidad que evite aspectos doctrinales; esto implicaría entrar en una fase práctica como el evangelismo, la ayuda humanitaria o el cuidado del ecosistema.
2. Darle a los teólogos vía libre.[vi] Asignar los procesos teológicos solamente a los especialistas y dejar que ellos usen cualquier aproximación hermenéutica que crean conveniente.
3. Permitir al liderazgo de la iglesia que tome las decisiones utilizando procesos administrativos, con poca o ninguna injerencia teológica.
4. Animar a variados grupos de miembros de iglesia para que se involucren en el estudio de la escritura y realicen investigaciones teológicas. Mantener un equilibrio en el cual todos sean escuchados, y asegurarse de que la toma de decisiones no sea dejada solamente sobre unos pocos individuos.
La ventaja de la primera opción, es que además de hacer algo práctico el cristianismo se mantiene con los pies en la tierra. La gente no se empantana en debates interminables acerca de minucias teológicas no esenciales. La desventaja es que la espiritualidad y la práctica pueden no tener un fundamento bíblico sólido y lo que es proclamado y/o experimentado puede degenerar hacia el sentimentalismo, el tradicionalismo, el relativismo o el pragmatismo, y no alcance a ser el mensaje bíblico. ¿Cómo pueden los creyentes dejar de pensar acerca de Dios y estudiar su Palabra, lo que les ayuda a afinar su compromiso con la humanidad, evaluar sus métodos y el resultado de su labor, y alcanzar nuevos conocimientos?
La ventaja de la segunda opción, es que especialistas entrenados se ocupan de los conceptos teológicos importantes. Son conscientes de los desafíos impuestos por la cultura, el material bíblico y las variadas interpretaciones o posiciones teológicas acerca del asunto a tratarse, y pueden trabajar en una manera seria y responsable. Algunos tomarán como una ventaja el que los miembros de iglesia y los administradores no tengan que involucrarse en la interpretación de la Escritura y en el pensamiento teológico profundo. Pero tal postura llega a ser una gran pérdida y una desventaja. Aceptar la segunda opción es colocar sobre los teólogos y eruditos bíblicos la exclusiva responsabilidad de hacer teología, y privar al pueblo de Dios de ejercitar su privilegio divinamente concedido, de ser un real sacerdocio universal y de participar en la maravillosa tarea de la investigación y el estudio. Aunque los teólogos y los eruditos bíblicos están entrenados en sus respectivos campos, ellos no son ni infalibles ni están libres de las tentaciones de seguir modas teológicas, de ceder al punto de vista de la mayoría del mundo erudito, o de adherir a las presuposiciones filosóficas que son cuestionables desde una perspectiva bíblica.
La tercera opción demanda a los administradores de la iglesia que tomen decisiones teológicas sin tener en cuenta la opinión de otros, por ejemplo el tomar decisiones apoyadas en el pragmatismo en lugar de bases teológicas. La ventaja de esta alternativa es semejante a la de la primera opción. Incluso puede parecer una aproximación efectiva. Las decisiones pueden ser tomadas rápidamente; los administradores pueden ser capaces de frenar la ola de herejía con la cual la iglesia lucha permanentemente.
Pero el precio es bastante elevado.[vii] Aunque podría ser un proceso rápido, los resultados podrían no soportar la prueba del tiempo y aún podrían conducir en una dirección equivocada y terminar siendo rechazada por la iglesia. Tal enfoque podría ser un intento de domesticar la teología, pero, ¿quién dice que los administradores de la iglesia están automáticamente en lo correcto, mientras que los teólogos de la iglesia están automáticamente en lo incorrecto y deben ser tratados con sospecha? Si decisiones importantes son tomadas sin la participación de los teólogos y eruditos, tarde o temprano existe el peligro de que ya no estén basadas en la enseñanza bíblica, y la iglesia se transforme en una empresa de negocios, con un presidente mutando a ser director ejecutivo. Se podría llegar al punto de usar métodos seculares pero rechazar de plano las opiniones en que hay divergencias. Otro peligro es que los administradores pueden evitar tomar decisiones teológicas y optar por una indeseable mezcla de opiniones dentro de la iglesia, con el agravante de que podrían paralizar o aún amenazar la proclamación del mensaje y el cumplimiento de la misión de la iglesia.
La cuarta alternativa tiene la desventaja de que muchos creyentes pueden no estar interesados en participar en “un recorrido teológico”.[viii] Además, el proceso es largo y más engorroso, y el voto de una simple mayoría podría no ser la solución a todos los problemas. Sin embargo, las desventajas son superadas por el hecho de permitir a la iglesia en pleno que participe. De esta manera se evitaría cualquier tipo de conducción oligarca o autocrática, en la iglesia. Puede también contribuir a un sentimiento de pertenencia.
Entre las opciones enumeradas aquí (y pueden haber otras), la cuarta pareciera ser la más deseable, porque es la que más se acerca a las enseñanzas bíblicas acerca de la naturaleza de la iglesia. Esta puede ser también la posición tradicional entre los adventistas ya que dejar de estudiar e investigar la Biblia, no parece ser una opción que nos atrae; pero asignar la teología solo a personal entrenado no es mucho mejor; tampoco lo es el otorgar todo el poder a los líderes de la iglesia. Entonces, si no podemos evitar hacer teología menos aún podemos evitar involucrarnos. Las preguntas surgen así: ¿Cuál es el precio? ¿Cómo hacemos esto de una manera responsable, especialmente cuando las divisiones en teología son algunas veces necesarias y buenas, y otras innecesarias y dañinas?
El costo de la investigación teológica
El hacer teología requiere:
• La voluntad del individuo de involucrarse en esta experiencia de aprendizaje.
• Tiempo, oración, estudio, vivir de acuerdo a las convicciones propias y algo de entrenamiento provisto por la Iglesia Adventista a través de las clases de estudio bíblico del sábado por la mañana, grupos de estudio bíblico durante la semana, y diversos seminarios a nivel de la iglesia local y en reuniones regionales.
• Un abordaje individual y grupal, porque como cristianos no somos islas, desconectados unos de otros, sino partes del cuerpo de Cristo: la iglesia.
• La aceptación de ciertas paradojas de la Escritura, sin intentar resolverlas: por ejemplo hay un solo Dios, pero tres personas; somos salvos pero aún no definitivamente salvos.
• Una disposición a suspender los juicios y vivir con ciertos interrogantes. Para esto se requiere humildad y modestia.[ix] Nosotros no conocemos todo, ni siquiera todo lo que puede conocerse.
• Tener en cuenta que las opiniones sobre la interpretación de algunos pasajes bíblicos y aspectos teológicos, pueden diferir entre los miembros de la iglesia y los teólogos. Esto, sin embargo, no se aplica a cuestionar las Creencias Fundamentales. Se podría citar como ejemplo la difícil interpretación de pasajes tales como Daniel 11 y la cuestión sobre la naturaleza de Cristo –si poseía la de Adán antes de su caída, luego de su caída o una combinación de ambas.
• El reconocimiento de que algunas tensiones teológicas necesitan ser atendidas, de otra manera podrían llegar a provocar cambios fundamentales en la posición de la iglesia y a un conflicto abierto. Podemos citar por ejemplo la posición de la iglesia sobre la creación y la práctica de la homosexualidad.
Resumiendo, las tensiones teológicas no son necesariamente malas si existe una disposición a trabajarlas y a encontrar soluciones bíblicas. Mantener un diálogo teológico continuo no es un signo de debilidad o de una iglesia muerta.[x] Por el contrario, puede ser indicio de un saludable compromiso respecto a los asuntos de la fe. Sería desastroso para los administradores reprimir toda discusión en asuntos teológicos, prohibir cuestionamientos sobre las razones de nuestras posiciones, o fallar en apreciar la necesidad de mejores y más claras interpretaciones de los pasajes bíblicos y las enseñanzas teológicas, prefiriendo enfocarse solamente en asuntos prácticos.
Sin embargo, conflictos teológicos innecesarios pueden discapacitar y paralizar a la iglesia y producir facciones. Así como la iglesia primitiva tuvo que luchar contra herejías que iban contra la Palabra de Dios, en nuestros días sucede algo similar. Cuando Jesús, Pablo y los apóstoles tuvieron que confrontar falsas enseñanzas acerca de las principales doctrinas bíblicas, no permitieron el pluralismo dentro de la iglesia (Mateo 10:34-36; Gálatas 1:8-9). Mientras la discusión de ciertos aspectos teológicos es normal y saludable, la promulgación de herejías abiertas debe ser rechazada. Aquí es donde la apologética, como disciplina teológica, aparece y tiene un lugar legítimo (Filipenses 1:16; 1 Pedro 3:15).[xi] Como escribe Gordon Lewis, “Si el conocimiento es necesario para la fe, entonces la defensa de la verdad es ‘indispensable para el evangelismo cristiano’”.[xii]
Sugerencias de carácter general para hacer teología
No preguntemos si existirán tensiones teológicas, sino cómo manejarlas y cómo investigar en forma responsable evitando así tensiones innecesarias. Aquí hay algunas sugerencias:
Mantenerse lejos de los extremos. Así como no es bueno abocarse solo a la teología y descartar la vida cristiana, tampoco hay que disminuir el valor de la teología. “A menudo –escribe Roy Adams– en los congresos y otras reuniones, podemos escuchar a algún orador que dice: ‘No necesitamos teología; ¡todo lo que necesitamos es a Jesús!’ Un comentario tal, lanzado con pasión y convicción, levanta un coro de amenes, y a veces también un aplauso”.[xiii] Este tipo de acometido puede tener un efecto negativo sobre los miembros de iglesia. Hablar negativamente acerca de hacer teología puede desalentarlos en el estudio de la Biblia y la reflexión en asuntos de fe, llevándolos a asumir que no es importante. Incluso una comparación de la teología con los asuntos “de más peso” de la vida cristiana práctica, puede ser un mensaje equivocado. Los que están interesados en la teología podrían distanciarse de quienes hacen comentarios negativos y termina provocando una polarización dentro de la iglesia.
No poner barreras. La Biblia no hace separación entre el aprendizaje y el camino del cristiano. Los apóstoles enfatizaron la necesidad de crecer en conocimiento (Filipenses
1:9; Colosenses 1:9-10; 2 Pedro 3:18) tanto en aspectos cognitivos como relacionales. Necesitamos evitar que se creen dicotomías entre la teología y la espiritualidad; doctrinas y misión; teólogos y administradores; personas con entrenamiento teológico formal y sin él. El respeto mutuo permite a las personas florecer, sentirse apreciadas y ser creativas.
Afirmar tanto la teología como la vida cristiana. El hacer teología es tan esencial como su práctica (evangelismo, preocuparse por los demás, asistencia humanitaria, etc.). La teología forma el cimiento. La práctica construye sobre ese cimiento. Se necesitan mutuamente. Es verdad que la teología puede ser errónea y destructiva,[xiv] pero también la práctica puede serlo. Si existen abordajes cuestionables a la teología o a la práctica, no podemos por ello descartar uno o ambos. Debemos afirmar la teología y la práctica.
No maneje las diferencias teológicas haciendo uso del poder. Mientras la herejía abierta debe ser tratada –y a largo plazo puede ser necesario apartarla– en primer lugar debe dialogarse. No se puede asumir que un cargo hace que una persona sea infalible. La iglesia primitiva no manejó las diferencias teológicas simplemente volcándose al poder eclesiástico. Esta manera de pensar primó más tarde y preparó el camino para una iglesia con sistema jerárquico y estricto que culminó en el papado.
Sugerencias más específicas
Pero, ¿qué podría ayudarnos a evitar tensiones y batallas innecesarias? Estar de acuerdo con el marco de referencia adventista de cómo hacer teología. Esto es: (a) aceptar el propio testimonio de la Escritura como revelación divina, inspiración y autoridad bíblica; (b) aceptar que la Biblia es el recurso primario para la teología y la vara de medir por la cual todos los otros recursos como la revelación general, profecía extra bíblica, cultura y experiencia personal son evaluados;[xv] (c) ser orientados bíblicamente en vez de ser un emprendimiento filosófico, sociológico, psicológico o científico;[xvi] (d) hacer exégesis y teología utilizando métodos derivados de la Escritura y en concordancia con su naturaleza; (e) hacer teología con un objetivo definido: una mejor comprensión de Dios y su plan de salvación (que puede ser comunicado a otros) y una relación más profunda con el Señor. De esta manera, el pensamiento teológico adventista es orientado a la práctica sin ser pragmático en el sentido negativo;[xvii] (f) desarrollar una teología centrada en Cristo;[xviii] toda verdad debe estar relacionada con
Jesús y con la totalidad del mensaje bíblico; (g) reflexionar en el contexto del gran conflicto con un claro énfasis escatológico; (h) desarrollar un pensamiento teológico sistemático que describe, analiza y organiza doctrinas bíblicas buscando en la totalidad de la Biblia. Si bien no nos oponemos al razonamiento, mientras valoramos la razón como un regalo de Dios, también reconocemos que es falible y debe ser santificada;[xix]
(i) poseer un pensamiento teológico que toma en cuenta cuestionamientos contemporáneos e intenta responderlos. Simplemente porque la cultura moldea a los seres humanos en gran medida, no significa que la Escritura es culturalmente condicionada y no aplicable directamente a nuestra situación, por lo menos en la mayoría de los casos.
No concentrarse en un tema teológico único. Debe existir una alerta sobre el peligro de aferrarse a un “caballito de batalla” teológico. Ser capaces de distinguir los asuntos esenciales de los menos importantes o incluso oscuros, y concentrarse más en lo primero que en lo segundo, evitará que se pierda el equilibrio.
No ser drástico en las conclusiones. Es mejor presentar una “sugerencia” y estar dispuesto a ser corregido, antes que ser dogmático acerca de las ideas propias.[xx]
Reconocer que el pensamiento teológico adventista no es llevado a cabo en soledad. Los resultados del estudio personal deben ser compartidos con personas de experiencia, para conocer su opinión. Es de gran importancia escuchar a otros cuidadosamente y con actitud abierta.
Expresar bondad y cristianismo en toda circunstancia. No ser severo al criticar a aquellos con los que disentimos; no burlarse, sino mostrar bondad y amor cristiano. Los que aparentan ser adversarios necesitan ser tomados en serio. Muchos tienen asuntos que pueden y deben ser apreciados.
Conclusión
Aunque la teología es necesaria, algunas veces puede provocar división. Al seguir las orientaciones mencionadas se pueden evitar brechas. Si los que hacen teología están de acuerdo entre sí en referencia a presuposiciones básicas y a la metodología de trabajo, el peligro de que sus teologías puedan llegar a provocar divisiones se reduce considerablemente. A esto hay que agregar una buena dosis de humildad y respeto por los demás. En la Iglesia Adventista las decisiones sobre aspectos teológicos no son tomadas solamente por administradores o teólogos, ni tampoco por ambos grupos juntos, sino por la iglesia en su totalidad.[xxi] Repetimos: el pensamiento teológico es un privilegio, una necesidad, y un proceso constante que puede llevar a aquellos involucrados hacia un entendimiento siempre más profundo y a una mayor apreciación de Dios y la salvación.
Por
Dr. Ekkehardt Müller
Director asociado, Biblical Research Institute
[i]D. F. Wright, “Theology,” in New Dictionary of Theology, ed. S.B. Ferguson, D.F. Wright, and J.I. Packer (Downers Grove, Illinois: InterVarsity, 1988), p. 680.
[ii]S.W. Sykes, “Theology,” in The Westminster Dictionary of Christian Theology, ed. Alan Richardson and John Bowden, (Philadelphia: Westminster, 1983), p. 567.
[iii]Werner G. Jeanrond, “Theological Method,” in A New Handbook of Christian Theology, ed. Donald W. Musser and Joseph L. Price (Nashville, Tennessee: Abingdon, 1992), p. 486.
[iv]Andrew Linzey, “Theology,” in Dictionary of Ethics, Theology, and Society, ed. Paul Barry
Clarke and Andrew Linzey, (New York: Routledge, 1996), p. 820.
[v]Ibid.
[vi]A related suggestion may be to create a small body of scholars and theologians, a kind of magisterium, and let them make all-important theological decisions.
[vii]Cf. Understanding Christian Theology, ed. Charles R. Swindoll and Roy B. Zuck (Nashville, Tennessee: Thomas Nelson, 2003), 1136.
[viii]Richard Rice, “Theology as Topical Bible Study,” Spectrum 29/2 (2001): 64.
[ix]Linzey, 820.
[x]Cf. Jan Paulsen, “Heavenly Mission of Hope: Christ’s Mission Is Our Mission,” Adventist
Review, September 24, 2009, 3.
[xi]Cf. Norman R. Gulley, Systematic Theology: Prolegomena (Berrien Springs, Michigan:
Andrews University Press, 2003), 172-173.
[xii]Ibid., 173.
[xiii]Roy Adams, “In a Time of Confusion,” Adventist Review, November 2000, 19.
[xiv]Roy Adams, “Grappling With Destiny,” Adventist Review, April 25, 2002, 24.
[xv]Therefore, we cannot agree with the principle prima scriptura, as suggested by Fritz Guy,
Thinking Theologically: Adventist Christianity and the Interpretation of Faith (Berrien
Springs, Michigan: Andrews University Press, 1999), 137, but uphold sola scriptura and tota
scriptura. The implications of Guy’s approach become more evident on pp. 144, 146.
[xvi]Ángel Rodríguez, “Doing Theology in the Adventist Church: Role of the Theologian,”
unpublished paper, February 2003, 7.
[xvii] Cf. Millard J. Erickson, Christian Theology (2d ed.; Grand Rapids, Michigan: Baker, 1998), 24.
[xviii]This should not be confused with the Christological principle employed, for exam ple, by Martin Luther.
[xix]Cf., Frank Hasel, “Theology and the Role of Reason,” Journal of the Adventist Theological Society, 4/2 (1993): 172-198.
[xx]Cf. Rodríguez, 18.
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