La primera expresión explícita de adoración en la Biblia se encuentra en las ofrendas de Caín y Abel:“Y el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda, pero no se agradó de Caín y de su ofrenda”(Gn 4:4,5); y la última referencia es el mandato del ángel:“¡Adora a Dios!”(Ap 22:9). No hay duda, entonces, que la adoración es relevante a la luz de la Biblia, y en el seno del cristianismo es tema de constantes discusiones y divisiones; y no es para menos, pues la adoración se encuentra en el corazón de cualquier actividad religiosa y es un asunto divisorio por una sencilla razón: La adoración es el problema central del Gran Conflicto entre el bien y el mal. Este es en expreso la diferencia más marcada al abordar el tema de la adoración entre el cristianismo en general y los adventistas del séptimo día en particular. Para los primeros, este asunto es relevante y serio, pero como un problema sociocultural influenciado por las corrientes de moda; no obstante, para los adventistas del séptimo día, el tema de la adoración es trascendental y debe ser visto en el marco del Gran Conflicto.
Uno de los ejemplos más explícitos de adoración verdadera en contraposición de la falsa, se observa en una de las más sangrientas escenas bíblicas, en 1 Reyes 18. Los involucrados, tal como expresa el texto, son: (1) Elías (adorador de YHWH), (2) Los profetas y profetisas (adoradores de Baal y Asera), (3) un pueblo a la expectativa (testigos) y (4) dos dioses que deben demostrar su poder respondiendo a sus adoradores (YHWH y Baal), ambos contendiendo por la lealtad de Israel. Es un asunto de gran importancia por su alcance en el Gran Conflicto. El meollo del asunto es demostrar quién es Dios realmente.
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