Nuestra vida consiste en una serie de
decisiones. Aunque algunas son de poca importancia, otras tienen gran
significado y traen consecuencias de largo alcance. En cierto momento, cada uno
de nosotros define su postura con respecto a tres asuntos fundamentales.
Primero, decidimos el papel que Dios y la religión tendrán en nuestra vida.
Segundo, escogemos la carrera o profesión con que nos ganaremos el sustento
diario. Tercero, resolvemos si nos casaremos o no y quién será la persona con
quien formaremos un hogar.
A medida que avanzamos en la vida, seguimos
haciendo decisiones. ¿Dónde estudiaremos y qué título obtendremos? Al completar
los estudios, ¿buscaremos empleo o trabajaremos de manera independiente? ¿En
qué localidad nos radicaremos? ¿De qué manera emplearemos nuestras ganancias?
Si nos casamos, ¿tendremos hijos o no? ¿Y cuántos?
A través de los siglos, los seres humanos han
utilizado diversos métodos para tomar decisiones. Algunos buscan el consejo de
amigos de experiencia o consejeros de confianza. Otros abren la Biblia al azar para
encontrar un pasaje orientador o consultan a adivinos.
Como cristianos, queremos hacer la voluntad de
Dios cada vez que nos encontramos frente a decisiones significativas. Cuando
hablamos con el Señor en oración, a menudo repetimos las palabras del
Padrenuestro, que incluye esta petición: “Hágase tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra” (Mateo 6:10). ¿Qué nos enseña la Biblia acerca de la
voluntad de Dios?
El significado de la palabra voluntad
La palabra “voluntad” tiene tres significados
básicos, que se aplican tanto a Dios como a los seres humanos.
Voluntad: la capacidad y el poder de
elegir. Dios posee la capacidad de decidir y la ha
ejercido siempre. En cierto momento decidió crear el universo y poblarlo con
seres inteligentes. También escogió ordenar este planeta y crear a Adán y a Eva
para vivir en él. Más tarde eligió a Abraham y a sus descendientes para que
fueran su pueblo especial. Asimismo decidió venir a este mundo como ser humano
en la persona de Jesucristo para rescatarnos del pecado mediante su muerte y
resurrección.
Dios nos creó con la capacidad de tomar
decisiones, lo que constituye una parte importante de haber sido formados “a
imagen de Dios”. De ahí que podemos elegir obedecerle o desobedecerle con
consecuencias previsibles. (Ver Deuteronomio 30:15, 19, 20; Apocalipsis 3:20.)
Dios respeta y protege nuestra libertad individual de escoger. Él anhela que,
al tomar decisiones, elijamos bien y de esa manera desarrollemos nuestro
carácter.
Voluntad: el deseo de realizar algo o de
alcanzar un objetivo. Dios, cuyo carácter es perfecto
amor y perfecta justicia, siempre desea lo bueno para sus criaturas (Jeremías
29:11) y nunca se siente inclinado hacia el mal (Santiago 1:13). Él desea, por
ejemplo, que todos los seres humanos alcancemos la vida eterna (1 Timoteo 2:3,
4) y que crezcamos espiritualmente (Colosenses 1:9, 10).
Los seres humanos también sentimos el deseo de
realizar algo o de alcanzar un objetivo en la vida. Con frecuencia, por causa
del pecado que nos afecta, elegimos actuar de manera egoísta y perjudicial. El
apóstol Pablo era consciente de su inclinación al mal: “No hago lo que quiero,
sino lo que aborrezco, eso hago” (Romanos 7:15, 20).
Voluntad: propósito firme, determinación o
plan. Pablo se refiere al plan de Dios, quien “hace
todas las cosas según el designio de su voluntad” (Efesios1:11). Su plan de
salvación, por ejemplo, fue diseñado antes de la creación del mundo (1 Pedro
1:18-20). Cristo vino a este planeta en el momento preciso en la historia de la
redención (Gálatas 4:4, 5). Dios conoce el día y la hora en que Cristo
regresará en gloria a este mundo (Mateo 24:26, 27). También ha escogido el día
en que juzgará a los seres humanos de todos los tiempos (Hechos 17:31). En
algunos casos, Dios ha revelado aspectos importantes de su gran plan mediante
profecías cuyo cumplimiento es preciso. Y en el capítulo 2 del libro de Daniel,
por ejemplo, encontramos una secuencia de los poderes que han venido dominando
al mundo desde el imperio babilónico hasta el fin de la historia. Y en el libro
de Apocalipsis capítulos 2 y 3 se bosquejan las principales etapas de la
historia del cristianismo.
Uno de los temas más interesantes para los
cristianos es reflexionar sobre cómo Dios llevará a cabo su plan de acuerdo con
su voluntad soberana, mientras permite que cada ser humano ejerza su libre
albedrío. Esto inspiró al apóstol Pablo a exclamar: “¡Oh profundidad de las
riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus
juicios, e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11:33).
¿Por qué es importante?
Algún lector podrá preguntarse por qué es
importante conocer la voluntad de Dios para nuestra vida.
Debemos reconocer que en nuestra condición
natural no nos interesa ni nos importa conocer la voluntad de Dios. Y aunque
supiéramos lo que él anhela para nosotros, tenderíamos a rechazar o a oponernos
a sus mejores deseos. Por naturaleza, estamos en rebelión contra él. Sin embargo,
Dios anhela que cambiemos nuestra actitud. Quiere ser nuestro Salvador y
nuestro Amigo. Desea que le conozcamos, amemos y obedezcamos, para que nos vaya
bien en la vida. Por eso el Espíritu Santo habla constantemente a nuestra
conciencia. Nos invita: “Dame, hijo mío, tu corazón y miren tus ojos por mis
caminos” (Proverbios 23:26). Quiere guiar nuestras decisiones para nuestro bien
(Salmo 32:8, 9). El apóstol Pablo nos anima a volvernos especialistas en
conocer la voluntad de Dios (Efesios 5:16, 17). Si la obedecemos, nos asegura
que pasaremos la eternidad en su compañía (Mateo 7:21; 1 Juan 2:17).
Por eso Satanás procura que permanezcamos
separados de Dios y en rebelión contra él. Y aunque hayamos decidido obedecer a
Dios, Satanás sigue intentando que le desobedezcamos. Este proceso de prueba se
conoce con el nombre de tentación y es permitido por Dios. Cada día de
nuestra vida se libra en nuestra conciencia este drama de consecuencias
eternas. Mediante el Espíritu Santo, Dios nos invita a que alineemos nuestra
voluntad con la suya, mientras Satanás trata de convencernos de que Dios no nos
ama y no quiere que disfrutemos de la vida. Sin embargo, cuanto más tiempo
obedecemos a Dios, tanto más se debilitan las tentaciones, porque Dios
fortalece nuestra capacidad de elegir lo bueno.
Cuando entendemos la guerra mortal en que
estamos involucrados, también llegamos a comprender por qué Dios está tan
interesado en nuestra salud física y mental. El desea que nada afecte nuestra
capacidad de elegir consciente y libremente entre obedecerle o desobedecerle.
Por eso nos aconseja que mantengamos el cuerpo libre de sustancias que
disminuyen nuestra capacidad de razonar y que conservemos nuestra mente libre
de las influencias negativas que nos llegan a través de lo que leemos, miramos
u oímos. Nada debe impedir que escuchemos con claridad la voz de Dios en
nuestra conciencia.
¿Cuáles son las condiciones?
Dios ha establecido tres condiciones básicas
para conocer su voluntad para nuestra vida.
Confianza en que
Dios existe, que es bueno y justo, y que desea lo mejor para nosotros (Hebreos
11:6).
Obediencia:
Decidir obedecer a Dios en todo aquello en que ya haya revelado su voluntad
para nosotros. Esto requiere desterrar de nuestra vida todo pecado conocido.
Dice el salmista: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor
no me habría escuchado” (Salmo 66:18). Por otra parte, “si pedimos alguna cosa
conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:14).
Sumisión: Estar
dispuestos a obedecer lo que Dios nos revele de su voluntad. Esto requiere una
actitud especial, porque nuestra tendencia natural es decirle al Señor:
“Muéstrame tu voluntad y después déjame que decida si la voy a obedecer o no”.
Se cuenta que un joven elevó a Dios una oración parecida: “Señor, quiero servirte
como misionero. Estoy listo a ir a cualquier parte que tú me envíes, con tal
que el sueldo sea bueno y el clima agradable”. Esta actitud tragicómica se basa
en dos falacias: Creer que sabemos mejor que Dios lo que nos conviene y pensar
que él no desea nuestra felicidad ni nuestra salvación eterna.
¿Cuáles son los siguientes pasos?
Existen cinco factores que nos ayudan a conocer
la voluntad de Dios y aplicarla a nuestra vida. Vamos a repasarlos.
1. La Biblia : En este libro inspirado Dios comunica su
voluntad para todos los seres humanos de todos los tiempos. La Biblia
nos provee instrucción específica sobre la voluntad de Dios. También
encontramos en ella ejemplos sobre las bendiciones de la obediencia y los
tristes resultados de la desobediencia. Por eso nos conviene estudiarla cada
día, individualmente y en grupos. Ella contiene enseñanzas sobre la salvación,
la familia, el trabajo, las finanzas, los hábitos de vida y muchos otros temas
importantes.
Pablo dice que en las Escrituras podemos hallar
todo lo necesario para vivir una vida digna y alcanzar la vida eterna (2
Timoteo 3:15-17). Los cristianos encontramos en los Diez Mandamientos (Éxodo
20:3-17) los grandes principios morales que definen nuestra relación con Dios y
con nuestros semejantes (Lucas 10:27). Cuando aceptamos a Jesucristo como
Salvador y Amigo, orientamos nuestra existencia en base a esos principios como
una expresión de nuestro amor hacia él (Juan 14:15). Jesús no sólo presentó un
modelo perfecto de cómo se viven esos principios, sino que también explicó sus
implicaciones para la vida real (ver Mateo capítulos 5 al 7).
2. El Espíritu Santo: Dios se comunica con
nosotros mediante el Espíritu Santo hablando a nuestra conciencia. El Espíritu Santo es Dios mismo apelando a nuestra voluntad (Isaías
30:21). Sin embargo, la conciencia no es siempre ni necesariamente la voz de
Dios, porque puede estar deformada o cauterizada. Aunque el Espíritu Santo
venía actuando en el mundo desde la
Creación , cuando Cristo completó su ministerio en esta Tierra
y ascendió al cielo, nos dejó el Espíritu Santo para cumplir una misión
especial (Hechos 1:8).
Hay momentos cuando escuchamos la voz del
Espíritu de Dios con más claridad. Esto sucede cuando oramos y permanecemos
silenciosos aguardando la respuesta de Dios. También ocurre cuando estudiamos
un pasaje de la Biblia ,
meditamos sobre su significado y le pedimos al Espíritu Santo que nos enseñe a
aplicarlo a la vida. Además, podemos sentir las impresiones de Dios cuando
participamos con otros cristianos en la adoración, el canto congregacional, la
oración pública y cuando escuchamos la exposición de la Palabra de Dios con poder.
Es el Espíritu Santo quien nos hace entender
las verdades espirituales (Juan 16:13) y nos capacita para hacer lo que Dios
desea (Filipenses 2:13; Hebreos 13:20, 21. El Espíritu también estimula nuestro
pensamiento para imaginarnos el gozo que experimentaremos cuando hagamos la
voluntad de Dios (Salmo 37:3-6).
3. Los eventos de la vida: Dios nos ayuda a
discernir su voluntad al interpretar con sabiduría lo que nos acontece. Cuando tomamos una decisión que nos parece correcta y avanzamos en
cierta dirección, Dios con frecuencia abre o cierra las puertas de la
oportunidad delante de nosotros. Por ejemplo: Solicitamos admisión en tres
universidades y una de ellas nos acepta y además nos ofrece una beca. Pedimos
trabajo en dos empresas y una de ellas nos invita, con el sábado libre.
Conocemos a alguien, aparentemente por casualidad, y ese encuentro abre
oportunidades inesperadas.
En la
Biblia encontramos varios casos en que Dios utiliza los
eventos para llevar adelante su plan. Cuando los hermanos de José están a punto
de matarlo motivados por la envidia, una caravana de mercaderes pasa cerca de
ellos en el momento oportuno y lo compran como esclavo (Génesis 37:12-28). Años
más tarde, cuando José había llegado a ser el primer ministro del faraón en
Egipto, les dice a sus hermanos que Dios, en su providencia, lo había enviado a
esa tierra extraña para salvarles la vida a ellos y a toda su familia (Génesis
45:7, 8).
Rebeca llega a buscar agua para su rebaño
justamente cuando Eliezer, siervo de Abraham, se acerca al mismo pozo después
de haber orado a Dios para que le ayudara a encontrar una esposa para Isaac
(Génesis 24:12-46).
Dos eventos en la vida de Pablo muestran la
providencia divina en acción. Durante uno de sus viajes misioneros, el apóstol
decide dirigirse a una región de Asia Menor para predicar el evangelio, pero el
Espíritu Santo le impide hacerlo y en cambio lo guía hacia Europa con ese fin
(Hechos 16:6-10). Algún tiempo después Pablo se propone viajar a Roma para
comunicar el cristianismo en la capital del vasto imperio (Hechos 19:21).
Eventualmente llega a Roma a predicar las buenas nuevas de salvación, pero como
prisionero de las autoridades romanas (Hecho 23:11; Filipenses 1:12, 13).
En cada caso, sin embargo, debemos interpretar
los eventos y las circunstancias asegurándonos de que no contradicen los
principios de la Biblia
y que coinciden con la orientación del Espíritu Santo.
4. Consejeros cristianos: Personas de
experiencia y buen juicio que pueden ayudarnos a aplicar los principios de la Palabra de Dios a nuestra
vida. Cuando estamos frente a una decisión
importante, nos beneficiaremos mucho al escuchar el consejo de quienes nos
conocen bien, como nuestros profesores y mentores (Proverbios 11:14). Nuestros
padres, si son cristianos, también pueden orientarnos con sabiduría (Proverbios
23:22). De la misma manera, es valioso el parecer de pastores, capellanes y
líderes de confianza.1 (El apóstol Pablo prestó
atención al consejo de sus amigos durante los disturbios en Efeso y de esa
manera probablemente salvó su vida. Ver Hechos 19:30, 31.)
El diálogo con personas de experiencia ofrece
la ventaja de que pueden evaluar nuestra situación con cierta objetividad.
Además, pueden hacernos preguntas que aclaren nuestro pensamiento y sugerir
opciones que no habíamos considerado. Por supuesto, si ya hemos formado nuestro
hogar, debemos conversar con nuestro cónyuge e incluso con nuestros hijos, evaluando
el pro y el contra, puesto que ellos también serán afectados por la decisión
que tomemos.
5. La reflexión personal: Evaluamos con
oración los cuatro factores anteriores y tomamos una decisión. Ahora que hemos satisfecho las tres condiciones –confianza en Dios,
obediencia a su voluntad y sumisión a lo que él nos indique– integramos los
cuatro factores. Tomamos en cuenta los principios bíblicos, las impresiones del
Espíritu Santo, el sentido de dirección que nos indican los eventos y el
consejo de personas en quienes confiamos. La lista titulada “Antes de tomar una
decisión importante” puede ayudarnos en el proceso.
Esto es esencial, porque no debemos confiar
demasiado en nuestro juicio, que con frecuencia es parcial y limitado: “No te
apoyes en tu propia prudencia. No seas sabio en tu propia opinión” (Proverbios
3:5, 7), aconseja Salomón. “Hay camino que parece derecho al hombre, pero su
fin es camino de muerte” (Proverbios 16:25). Sin embargo, la decisión final
debe ser nuestra.
A pesar de haber tomado cuidadosamente estos
cinco pasos, es posible que cometamos errores y hagamos decisiones incorrectas.
Pero Dios es paciente con nosotros (Salmo 103:13, 14). Debemos pedir perdón,
volver atrás y comenzar de nuevo el proceso.
Conclusión
Durante su ministerio, Jesús repitió varias
veces un relato con variaciones. Es la parábola del dueño de una hacienda que,
antes de partir hacia una tierra lejana, llama a su mayordomo y le pide que se
haga cargo de toda su propiedad mientras él se encuentra ausente. Cuando el
dueño regresa le pide al mayordomo un informe sobre cómo ha desempeñado sus
responsabilidades. En otra versión, Jesús cuenta el relato de un hombre rico
que confía su fortuna a varios de sus empleados y después de un tiempo les pide
cuentas.
La esencia de estos relatos es la misma: Dios
nos ha confiado vida, talentos, oportunidades y opciones para la acción. Nos
provee orientación y se alegra cuando tomamos buenas decisiones. Su promesa es
segura: “Este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; él nos guiará
aun más allá de la muerte” (Salmo 48:14). Por eso, cuando hacemos frente a una
decisión importante y queremos conocer la voluntad de Dios, podemos orar como
David: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis
pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino
eterno” (Salmo 139:23, 24).
Humberto M. Rasi (Ph.D., Stanford University)
es el fundador y redactor en jefe de Diálogo Universitario.
REFERENCIAS
1. Los adventistas del séptimo día
creemos que los escritos de Elena White, fundamentados en los principios
bíblicos, proveen orientación inspirada sobre muchos aspectos de la vida
cristiana y los consultamos antes de tomar una decisión importante.
2. Cuestionario adaptado del libro de
Dwight L. Carlson, Living
God´s Will, pp. 153-156.
No hay comentarios:
Publicar un comentario