lunes, 10 de agosto de 2015

Restaurando la verdadera adoración - Pr. Heyssen J. Cordero Maraví


La primera expresión explícita de adoración en la Biblia se encuentra en las ofrendas de Caín y Abel:“Y el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda, pero no se agradó de Caín y de su ofrenda”(Gn 4:4,5); y la última referencia es el mandato del ángel:“¡Adora a Dios!”(Ap 22:9). No hay duda, entonces, que la adoración es relevante a la luz de la Biblia, y en el seno del cristianismo es tema de constantes discusiones y divisiones; y no es para menos, pues la adoración se encuentra en el corazón de cualquier actividad religiosa y es un asunto divisorio por una sencilla razón: La adoración es el problema central del Gran Conflicto entre el bien y el mal. Este es en expreso la diferencia más marcada al abordar el tema de la adoración entre el cristianismo en general y los adventistas del séptimo día en particular. Para los primeros, este asunto es relevante y serio, pero como un problema sociocultural influenciado por las corrientes de moda; no obstante, para los adventistas del séptimo día, el tema de la adoración es trascendental y debe ser visto en el marco del Gran Conflicto.

Uno de los ejemplos más explícitos de adoración verdadera en contraposición de la falsa, se observa en una de las más sangrientas escenas bíblicas, en 1 Reyes 18. Los involucrados, tal como expresa el texto, son: (1) Elías (adorador de YHWH), (2) Los profetas y profetisas (adoradores de Baal y Asera), (3) un pueblo a la expectativa (testigos) y (4) dos dioses que deben demostrar su poder respondiendo a sus adoradores (YHWH y Baal), ambos contendiendo por la lealtad de Israel. Es un asunto de gran importancia por su alcance en el Gran Conflicto. El meollo del asunto es demostrar quién es Dios realmente. 

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jueves, 23 de julio de 2015

Aprendiendo del pasado - David Trim

Lo voy a decir desde el principio; tengo un objetivo al escribir este artículo, y es convencerle de que la historia adventista es importante. Por supuesto, eso ya lo sabe, como dijo Ellen White, una de nuestras pioneras y profetisa: “No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor y sus enseñanzas nos ha guiado en el pasado”.1 Es más, aunque citamos a menudo esta frase, tendemos a estar poco interesados en nuestra historia pasada; en efecto, hemos “olvidado la manera en que el Señor nos ha guiado”.
Algunos pueden preguntase si la historia tiene tal relevancia para los Adventistas del Séptimo Día, quienes miran hacia adelante, al fin inminente de la historia. El conocimiento del pasado puede parecer sin importancia, quizás incluso como una especie de piedra de tropiezo. Lo que puede hacer que nos tambaleemos es no mirar atrás, y caer en la carrera de la fe que se supone ha de acabar en una corona celestial. De hecho, lo contrario es cierto.
El pueblo de Dios y la historia 
A través del Antiguo y Nuevo Testamento Dios urge repetidamente a su pueblo a registrar, preservar y estar al tanto de su historia. El modelo de las Escrituras es que conociendo y reflexionando sobre nuestra historia, se nos recuerda cuánto le debemos a Dios más que a nosotros mismos. Conocer y reflexionar en los errores del pasado es un recordativo de nuestra necesidad de confiar en su poder, no en el nuestro. Saber y conocer cómo actuó Dios en el pasado también nos da confianza en que nos capacitará para cumplir con los desafíos que tenemos que enfrentar ahora y en el futuro.2
En los inicios, los Adventistas del Séptimo Día estaban bien al tanto de potencial que tiene la historia, tanto bíblica como de nuestra denominación; era un tema común para Ellen White. Añadida a la primera cita, ella escribió también, por ejemplo, que Dios mismo “ha declarado que la historia del pasado se repetirá cuando entremos en la culminación de la obra”. En consecuencia, afirmó: “La historia pasada de la causa de Dios necesita a menudo ser traída de nuevo ante jóvenes y ancianos”.3 Ella consideró “revisar nuestra historia pasada” como algo parte integral de nuestra misión y se arrepintió por nuestra falta de registrar permanentemente “las preciosas historias de lo que Dios ha hecho por nosotros”.4 De forma más genera, subrayó el deseo de Dios por el conocimiento de la historia entre aquellos que le adoran; enfatizó la necesidad de registrar, para las futuras generaciones, los eventos tanto en el mundo adventista como en el mundo cristiano más amplio, y destacó la importancia de la historia sagrada en la educación adventista.5
A pesar de todo, los Adventistas del Séptimo Día colectivamente han sido, y frecuentemente somos, descuidados respecto nuestra historia. Esto es así en parte por nuestro énfasis en el inminente regreso de Cristo, haciendo que, aparentemente, el pasado parezca poco importante. Creo (y temo) que hay una razón más. Algunos de nosotros tememos, aunque solo sea inconscientemente, que la investigación pueda revelar cosas que desacrediten nuestro pasado.
Aprendiendo las lecciones de Dios
En todo caso, para adaptarnos a lo que Ellen White dice, no tenemos nada que temer de nuestra historia, y mucho menos de aprender de ella. Ignorar hechos desagradables sobre el pasado es autodestructivo para aquellos que no han aprendido de los errores anteriores, pues frecuentemente los repiten. Más aún, desafía el ejemplo de las Escrituras.
Según Ellen White, “una de las mejores evidencias de la autenticidad de las Escrituras es que la verdad no se maquilla ni se suprimen los pecados de sus personajes más importantes”. Observó secamente:
“¿Cuántas biografías han sido escritas sobre cristianos sin fallos, quienes, en su vida doméstica diaria y en sus relaciones en la iglesia, brillaron como ejemplos inmaculados de piedad … de haber sido escritas por una pluma inspirada, habrían sido muy diferentes de como aparecieron?”
La narrativa bíblica, escribe ella, el detalle de las vidas de sus protagonistas “registran plenamente los problemas, derrotas, y victorias de los más grandes hombres que este mundo haya conocido”, con “todos sus fallos y locuras”. Aún así, esto no nos desanima; al contrario, “viendo que ellos lucharon y cayeron, cuando reunieron ánimo de nuevo y conquistaron a través de la gracia de Dios, nosotros encontramos ánimos”.6
Los Adventistas del Séptimo Día, individualmente y colectivamente, no siempre hemos hecho las cosas de forma eficiente, honesta o cristianamente. Pero eso también es cierto para Abraham, Isaac y Jacob; Moisés, Josué y los jueces; David y Salomón; y para los propios discípulos de Cristo. Cuando investigamos nuestra historia, así como cuando estudiamos las Escrituras, encontraremos los errores de humanos pecadores, y los triunfos otorgados por Dios a pesar de ellos.
Corriendo la carrera de la fe
Además de obtener escarmiento a través del conocimiento de errores y tropezones pasados, también podemos ser animados e inspirados por el ejemplo de vidas de compromiso y auto-sacrificio. El mejor ejemplo para esto es la narrativa histórica de personas de fe y la historia sagrada en Hebreos capítulo 11.
El autor enfatiza que incluso Abel, Enoc, Noé, Abraham y Sara “no recibieron las cosas prometidas”; a pesar de que tuvieron fe, murieron (vers. 13). Entonces, ¿cómo fueron capaces Isaac, Jacob, Esaú, José, Moisés, y todos los jueces y héroes de la historia bíblica, de mantener su fe? Cada generación de creyentes tiene el ejemplo de generaciones previas, que han vivido por fe y han sido fortalecidas por Dios para enfrentar terribles problemas. Nosotros tenemos hoy día el registro de muchas más generaciones de creyentes fieles, que enfrentaron la tortura, escarnio, prisiones, hambre y toda clase de penurias, pero “cuya debilidad fue convertida en fortaleza” (vers. 34).
Cada creyente a quien se dirige el libro de Hebreos fue escrito estaba rodeado de una “gran nube de testigos”, ¡cuánto más cierto es eso para nosotros hoy! Gracias a su ejemplo, podemos dejar “a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante” (Heb. 12:1 DHH) que concluye con Cristo, “el autor y consumador de nuestra fe”(Heb. 12:2) en el Cielo. Nuestra historia está muy lejos de ser una piedra de tropiezo, nos anima y fortalece.
Nuestros pioneros encontraron pobreza, ostracismo, hambre e incluso encarcelamiento, pero permanecieron impávidos. El primer misionero de la denominación, J N Andrews, literalmente pasó hambre hasta morir, invirtiendo todo el dinero que recibía en su trabajo, dejando insuficiente para sus propias necesidades. Los primeros misioneros enviados a Rusia y Oriente Medio fueron a menudo golpeados, multados o encarcelados. Docenas de adventistas fueron valientemente enviados como misioneros a África central y occidental, al sureste asiático, y a las islas del Pacífico Sur, a pesar de saber que esto significaba enfrentarse a enfermedades tropicales para las que aún no se conocían cura. Muchos murieron y están allí enterrados, en humildes tumbas, a veces tristemente olvidadas por las generaciones siguientes pero no por el Salvador al que sirvieron. “Y [en palabras del autor de Hebreos] ¿qué más puedo decir? No tengo tiempo para contarlo todo” sobre las experiencias de Joseph Bates, James y Ellen White, J N Loughborough, A G Daniells, E J Waggoner, W W Prescott, W A Spicer, G D Keough, Arthur Spaulding, Arthur Maxwell, A H Piper, C H Watson, W H Branson, F D Nichol, L E Froom, Ferdinand y Ana Stahl, y muchos otros.
Sus ejemplos nos pueden motivar y dar nuevos ánimos mientras proclamamos las buenas nuevas de salvación a un mundo roto por el pecado. Hay una “gran nube de testigos que nos rodea” hoy a los Adventistas del Séptimo Día.
Abrazando nuestra historia
Soy historiador de nuestra iglesia, tanto por vocación como por profesión; no estoy sugiriendo que todos nos volvamos eruditos. En cualquier caso, todos podemos animar a nuestros jóvenes a interesarse por nuestra historia. Las iglesias locales pueden explorar su propia historia y cómo la Providencia trabajó por ellos en el pasado, y pueden dedicar anualmente un sábado al Espíritu de Profecía y a la Herencia Adventista. De este modo, todos podremos afirmar, animar y orar por aquellos que indagan en nuestra historia.
Si queremos que nuestra iglesia cumpla con su misión, y si queremos ser fieles al Señor que nos dio esta gran comisión, necesitamos la confianza que viene del conocimiento de cómo Dios actuó en nuestro pasado. Necesitamos el castigo de conocer aquello en lo que hemos fallado por confiar en nosotros mismos. Necesitamos el poder que se obtiene al saber que hay una gran nube de testigos, hombres y mujeres normales, con muchos defectos e imperfecciones, que fueron transformados por la gracia de Dios en potentes vasijas para el derramamiento del Espíritu Santo. Más que ser una piedra de tropiezo, piedras polvorientas, que solo aparecen en la carrera de la fe, los eventos y personas de nuestro pasado son metafóricamente piedras fundamentales, los bloques del edificio, de nuestra Iglesia. Nos muestran el Autor y Culminador de nuestra fe, cuyo poder solamente puede transformarnos y llevarnos al cielo.
Referencias en inglés:
1 Life Sketches of Ellen G. White (1915), 196.
2 See David Trim, “Stones of meaning”, pt.1, “Sacred history”, Adventist Review, 188 (June 9, 2011), 500–502
3 Selected Messages, 3 vols. (1958-80), II, 389-90; Testimonies for the Church, 9 vols. (1901–9), IX, 365.
4 Life Sketches, 196; Selected Messages, II, 390, III, 320.
5 See Education (1903; 1952), 173-84 esp. 184; Messages to Young People (1930), 176; Selected Messages, III, 320-21; Testimonies, V, 521, 525, VI, 364–65, VIII, 307.
6 White, Testimonies, IV, 9, 10, 12; Patriarchs and Prophets (1958), 596.

miércoles, 8 de abril de 2015

Libro: ¿Adventismo secular? Cómo entender la relación entre el estilo de vida y salvación - Descargar


Cualquier observador de la historia y la cultura adventista del séptimo día sabe que el estilo de vida adventista está cambiando profundamente. Las diferencias entre la iglesia y el mundo parecen diluirse. ¿Por qué los adventistas abandonan su estilo de vida característico y adoptan el de la cultura que los rodea? En este libro, Fernando Canale responde a esta inquietante pregunta invitándonos a analizar las causas detrás de la separación teológica y práctica que existe entre la vida cotidiana del creyente y la salvación, lo cual resulta en la creciente secularización del estilo de vida adventista. También explica con claridad los fundamentos bíblicos que conducen a la conclusión de que el estilo de vida forma parte de la experiencia de la salvación. Finalmente sugiere formas que pueden ayudar a los pastores, líderes y laicos adventistas a ocuparse en un ministerio donde la salvación y el estilo de vida cristiano se produzcan como una experiencia indivisible.

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viernes, 20 de febrero de 2015

¿Era vegetariano el profeta Daniel?


Permítame ocuparme del contexto de Daniel 1:3-21, y en el proceso responderé la pregunta específica que me hace.
La caída del reino de Judá y la expatriación de muchos israelitas a Babilonia expuso ante nuevos desafíos, la fe de ellos. Estaban en una cultura diferente y con convicciones religiosas radicalmente distintas, lo que dificultaba sus prácticas religiosas.

1. Asimilación cultural: La intención del rey de Babilonia era la de trasladar lentamente la fidelidad de los hebreos del Dios de ellos, a los dioses ajenos; de Jerusalén a Babilonia. Ese era el objetivo de los componentes profesionales y psicológicos de su programa educativo.
En primer lugar, se les reforzó la estima al llevarlos al palacio real, donde se incorporaron a la elite intelectual. Esto fácilmente provocaría en ellos un sentimiento de aceptación en esa tierra extranjera, y de gratitud al rey por confiar en ellos.
En segundo lugar, iban a ser entrenados en las lenguas y los escritos de Babilonia. Puede ser que Daniel ya hablaba varios idiomas, pero tendría que aprender al menos arameo y acadio para comunicarse y leer los escritos científicos (matemática y astronomía), música y religión (mitología, adivinación y astrología), y ser adoctrinado en la cosmovisión babilónica. El resto del libro de Daniel demuestra que este adoctrinamiento no tuvo éxito.
En tercer lugar, la asimilación cultural comenzó con un cambio de identidad al asignárseles nuevos nombres de deidades babilónicas (Dan. 1:7). Su compromiso personal con el Señor se vio amenazado. Resulta interesante que la escritura hebrea de sus nombres babilónicos parece haber corrompido intencionalmente los nombres originales, mostrando así su resistencia a la asimilación religiosa y cultural.

2. Provisión alimentaria: El rey determinó el régimen alimentario de Daniel y sus amigos. Era un privilegio y parte de los beneficios de estudiar en la Universidad de Babilonia. El rey proveía los alimentos. Sabemos que los reyes babilónicos no solo proveían raciones diarias a algunos de sus funcionarios sino que también les brindaban alojamiento. El texto bíblico parece indicar que los alimentos dados a Daniel y sus amigos eran parte de la comida preparada para el mismo rey, lo mejor que tenía Babilonia para ofrecer. El interés principal del rey era garantizar que tuvieran buen aspecto y se destacaran en los estudios.
No obstante, desde un punto de vista cultural, vemos que la intención del rey era más profunda: los alimentos determinan la identidad; lo que comemos revela nuestra cultura y aun nuestras convicciones religiosas. El énfasis en los alimentos era parte del intento cultural y religioso de asimilar a los hebreos a la religión y cultura babilónicas.

3. Rechazo a la transformación cultural: “Daniel se propuso no contaminarse con la comida y el vino del rey” (vers. 8, NVI). “Se propuso” es la traducción de la frase hebrea “lugar en su corazón”. La voluntad y racionalidad de Daniel tomó parte de esta decisión, probablemente debido a que la comida del rey era ofrecida a los ídolos antes de ser traída a la mesa. Lo más probable es que los alimentos no fueran preparados de acuerdo con el mandato bíblico (Lev. 17:10) y se incluyeran carne de animales inmundos. De por sí estas hubieran sido razones válidas para rechazar el alimento del rey. Pero el hecho que Daniel haya elegido esta ocasión para practicar una dieta vegetariana indica algo más profundo. El rey se hacía responsable de “asignarles” [yeman] su alimento. La forma verbal utilizada aquí es usada en el Antiguo Testamento solo para una actividad divina (por ejemplo, en Sal. 16:5; 61:8) lo que sugiere que el rey estaba asumiendo una prerrogativa divina. Para Daniel, solo el Señor podía determinar lo que comería. En ese marco, regresó a la dieta original que excluía la carne (Gén. 1:29; 3:18) y que le ayudaba a ser obediente al Señor. Y Dios bendijo sus esfuerzos de servirlo. Cuando pudo decidir su propia dieta, Daniel siguió las estipulaciones levíticas (Dan. 10:3).
La amenaza de la asimilación cultural aún está con nosotros. Al igual que Daniel, deberíamos resistirla y defender los valores, principios y enseñanzas de la Palabra de Dios.


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