lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Es la vida una cuestión química?


Un árbol sin hojas, un camino y dos hombres desposeídos que luchan por sobrevivir. Es de noche y todo está envuelto en un lúgubre sudario que permite una leve penumbra en esta parte del mundo.
Vladimir y Estragón aguardan a un misterioso personaje cuya promesa de venir los anima a continuar viviendo.
—¿Se llama Godot? —pregunta Estragón.

—Eso creo —responde Vladimir.
Mientras aguardan que Godot venga, los rodea una procesión de sufrimiento. Aburridos no tanto por el dolor sino por la inutilidad de la vida, se entretienen haciendo el bien, como por ejemplo levantar a un ciego que había tropezado y caído.
—¡Venga, manos a la obra! —invita Vladimir—. Dentro de un instante todo se disipará. Estaremos solos una vez más, en medio de las soledades.

Pero al acercarse cae sin poderse levantar. A pesar de las renovadas promesas de que Godot vendrá, se aproximan una vez más a la muerte, esta vez planeando ahorcarse. Al no tener una soga, Estragón se quita la que le sostiene los pantalones, que se le caen hasta los tobillos. Tiran juntos de la soga. Ésta se rompe y los hombres están a punto de caer. Entonces deciden buscar una soga mejor e intentar otra vez.
—Mañana nos ahorcaremos —dice Vladimir—. A no ser que venga Godot.
—¿Y si viene? —pregunta Estragón.
— Estaremos salvos.
Godot nunca viene, por lo que nunca se salvan. Por supuesto, nadie espera que se salven. Es por eso que desde la primera presentación en el Théâtre de Babylone de París en 1953, la obra de Samuel Beckett"Esperando a Godot"1 siempre culmina con estos dos seres atrofiados, varados en una existencia que odian, pero de la que no pueden escapar. Tampoco están seguros de que valdría la pena huir ya que tienen la promesa de que Godot vendrá. El que Godot nunca llegue no importa mucho; lo importante es la promesa de que vendrá. La obra de Beckett es la creación anticristiana más cruel que exista después de las ácidas invectivas de Voltaire en el siglo XVIII. Es difícil imaginar que un cristiano que crea en la segunda venida no se vea caricaturizado en el intento patético de Vladimir y Estragón, de compensar sus temores y dudas acerca del sufrimiento humano con un Dios todopoderoso que promete venir para solucionar los problemas, pero que no lo hace.
La tragicomedia de Beckett, sin embargo, no se burla tan sólo de la promesa, sino de la vida sin la promesa de un más allá. ¿Qué es peor? ¿Una esperanza falsa o ninguna esperanza?
Aunque negativa con respecto a la segunda venida, Esperando a Godot es más despiadada con el mundo secular, pues sin misericordia brutaliza una existencia que sólo sirve para mantenerse vivo. Al mismo tiempo que remeda los resultados de una vida sin propósito, Beckett formula la pregunta que ha dominado al mundo poscristiano: “¿Cómo vivir una vida sin sentido?”
La vida es demasiado complicada, está demasiado llena de trampas y trucos inesperados para vivirla sólo porque sí. Cuando las personas no tienen idea acerca del propósito de su existencia, cuando sólo alcanzan a elaborar hipótesis nebulosas acerca de sus orígenes y todo lo que pueden hacer es especular acerca de la muerte, entonces es asombroso que puedan seguir viviendo.

El dilema
“No podemos —escribió Francisco José Moreno— ni librarnos de la certeza de la muerte ni lograr comprender la vida”.2 ¡Qué increíble que algo tan básico, tan fundamental como la vida no pueda justificar y mucho menos explicar su propia existencia! Simplemente un día nacemos para eventualmente, por medio del dolor, el temor y el hambre como primeras sensaciones, alcanzar la autoconciencia.
Recibimos algo que ninguno de nosotros buscó, planeó o aprobó; no estamos seguros de qué es, qué significa, o por qué estamos aquí. Sus resultados más reales e inmediatos —el dolor, la angustia, la pérdida y el temor— permanecen absurdamente inexplicables. Sin embargo, nos aferramos a ese algo aun cuando finalmente lo perdamos.
¿Es que sólo en esto consiste la vida humana?
Esperando a Godot divide la realidad en dos esferas. La primera es mecanicista, atea y secular. La verdad existe sólo en ecuaciones matemáticas: es amoral. La segunda es espiritual: trasciende una realidad limitada y proclama que la verdad no se origina en la creación sino en el Creador. En la primera, el ser humano es el medio, el fin y el todo. En la segunda, es Dios En la primera, la humanidad es el sujeto de la verdad; en la segunda, es el objeto. Y eso hace una gran diferencia.
Si la opción mecanicista es la verdadera, nuestra respuesta finalmente no es importante; todos tenemos el mismo fin, sin importar quiénes somos y qué pensamos, creemos o hacemos. Si la segunda es la verdadera, nuestra respuesta tiene consecuencias eternas. En la primera, nunca conoceremos; en la segunda, esperamos conocer absolutos.
Entre estos dos centros de gravedad surge una oscura nebulosa. La posibilidad de un compromiso, de un equilibrio entre los dos hacia “el fin de la historia” no puede ni debe existir. Es uno o el otro, pero no ambos. Ninguna de las dos posturas posee una arquitectura filosófica tan intrincada y acabada como para que sus adherentes no tropiecen con los cabos sueltos. No importa cuán estrechamente uno se identifique con sus creencias, siguen siendo sólo creencias: encuentros subjetivos con fenómenos, meras opiniones maculadas por lo que afecta sus genes en el momento de la concepción o por lo que crece en su vientre en el momento del pensamiento. En el fondo, una creencia no afecta la verdad o la falsedad de su objeto. Por más ferviente que sea, no puede hacer que lo falso sea verdadero o lo verdadero falso. Lo falso nunca existió, aun si apasionadamente creemos que es así; lo verdadero, por otra parte, permanece aun mucho después que hayamos dejado de creer.

¿Dónde estamos nosotros?
Por medio de cinco personajes nada envidiables, en un escenario vacío, Samuel Beckett ejemplificó el dilema más acuciante de Occidente: Dios está muerto, de manera que ¿qué sucede con los seres creados a su imagen? Para Beckett, quedan encadenados a dos grillos: en primer lugar, Cristo no ha venido como prometió; en segundo, y como resultado, nos aguarda un triste destino. Entre estas dos opciones, la humanidad soporta cadenas sin posibilidad de escape. ¿Podría ser de otra forma, cuando el nudo mismo está formado por la realidad, conformado por las únicas opciones posibles y amarrado por una lógica irreductible?
“No hay nada que hacer”, murmura Estragón, porque no hay nada para hacer. Francamente, nada puede hacerse en un universo sin Dios donde nuestro enemigo más intransigente no contempla la derrota o la toma de prisioneros sino que dispara sus metrallas hasta que todas las murallas caen y su interior es destruido. Pero para nosotros la muerte es un enemigo imposible de destruir porque está hecha de nuestro mismo material. En un universo totalmente naturalista, la vida y la muerte no son más que diferentes formas de un mismo todo. Los vivos son tan sólo una versión pubescente de los muertos.
Antes de Sócrates, Protágoras dijo: “Con respecto a los dioses, no sé si existen debido a la dificultad del tema y a la limitada duración de la vida humana”.3 A partir de ese momento, las presuposiciones de la ciencia moderna o cosmovisión naturalista ha tenido una historia larga en tiempo pero escasa en cuanto a sus adherentes. Sin embargo, en los últimos cien años el secularismo inclinó el edificio del pensamiento occidental, con líderes científicos e intelectuales que lo proclaman con el fervor de los cruzados. Concebido sobre los escombros de la revolución de Cromwell en el siglo XVII, nacido bajo los fértiles ideales del Iluminismo, nutrido por la diosa de la razón y estimulado involuntariamente por los así llamados cristianos intelectuales y desprejuiciados, el secularismo alcanzó la mayoría de edad en el siglo XX. Hoy en día, está tan imbuido en la cultura occidental que tendríamos que separarnos del cuerpo para ver lo que se le ha hecho a nuestra mente. Nunca antes ha existido un movimiento tan generalizado, institucionalizado e intelectualmente fértil para explicar la creación y todos sus predicados (la vida, la muerte, la moral, la ley, el propósito y el amor) sin un Creador.
Después de todo, ¿por qué ocuparse de los textos de los muertos cuando existe la ciencia de los vivos? ¿Qué tienen que decir Jeremías, Isaías y Pablo a los que se criaron con Newton, Einstein y Heisenberg? ¿No vician los Principia el Apocalipsis? ¿Quién necesita al Señor moviéndose sobre “la faz del abismo” (Génesis 1:2) cuando Darwin hizo lo mismo en el H.M.S. Beagle?
Envuelta en cifras herméticas, expresada por los científicos y explicada por teorías bien desarrolladas, la cosmovisión secular ha presentado un aura de objetividad, de validación (al menos por ahora) más allá del alcance de la fe religiosa. La relatividad especial ha disfrutado de pruebas que no pueden otorgarse a la muerte y resurrección de Cristo. A pesar del triunfo aparente del racionalismo científico, su victoria nunca ha sido conectada a otra cosa fuera de sí y de sus propias presuposiciones dogmáticas. De hecho, la concordancia no es tan estrecha como se ha enseñado, y cuanto más envuelve al mundo, más raída se torna la cubierta hasta que la realidad revienta por los junturas. Ciertamente, percibimos el mundo como material; de hecho, el pensamiento racional resuelve acertijos y ayuda a los aviones a volar; sin duda, la ciencia ha desmenuzado el átomo y construido el transbordador espacial. Sin embargo, estos factores no prueban que el materialismo, el racionalismo y la ciencia contengan el potencial o siquiera las herramientas para explicar la realidad más de lo que la física clásica de por sí puede explicar la victoria de Francia en la Copa del Mundo 1998.
Las ecuaciones definen imperfectamente una realidad desenfrenada de pasión, llena de pensamiento y colmada de creatividad. ¿Qué algoritmo puede explicar la pasión de Hamlet, qué fórmula el arrullo de una paloma, qué ley la impresión del Trigal con cuervos de Van Gogh? ¿Son las sinfonías de Beethoven y los versos de Shelley nada más que sus manuscritos? Las teorías y las fórmulas, los principios y las leyes no hacen que las estrellas brillen, los pájaros vuelen o las madres alimenten a sus pequeños más de lo que los símbolos E=MC2 en una pieza de uranio enriquecido pueden producir una explosión atómica.

Malgastar lo esencial
Sin importar cuán grandes sean los logros científicos de los últimos siglos, algo esencial e intrínsecamente humano se ha perdido en el proceso. Isaac Newton declaró: “¡Oh Dios! ¡Pienso tus pensamientos en concordancia contigo!” Y Stephen Hawking, titular de la misma cátedra de Newton en Cambridge, afirma: “La raza humana es tan sólo una escoria química en un planeta mediano que gira alrededor de una estrella tamaño promedio, en un suburbio alejado de una de las cientos de miles de millones de galaxia.”4 Hay un gran abismo entre los dos, incapaz de calzar en tubos de ensayo o de conformarse a fórmulas. El cielo, en lugar de ser el trono del cosmos, ha sido destrozado en trozos fragmentados de mitos volubles desparramados por la imaginación humana. El Dios que una vez reinó en el cielo ha desaparecido, dos veces removido de su trono (creado por las criaturas que él había creado).
De esta manera la divinidad ha sido distorsionada y degradada para que encaje en el marco que en los últimos siglos ha delineado los límites de la realidad. Además, el racionalismo científico ha atiborrado aspectos completos de la existencia humana en contenedores que no pueden tenerlos más de lo que una red de pesca puede retener los remolinos del agua. La ética y el amor, el odio y la esperanza trascienden no sólo la Tabla Periódica de los Elementos sino todas las otras 112 facetas de la realidad que la Tabla representa. Las fórmulas científicas —no importa cuán equilibradas sean— no pueden explicar por completo el heroísmo, el arte, el temor, la generosidad, el altruismo, el odio, la esperanza y la pasión.
Una cosmovisión que limita su mundo solamente al racionalismo, el materialismo y el ateísmo científico, pasa por alto lo que está más allá; eso que representa una parte tan grande de nosotros, de lo que somos, lo que esperamos, lo que aspiramos: del amor y la adoración, la vida y la muerte. La escoria química no piensa en mundos superiores, sueña con la eternidad, escribe Les Misérables ni evoca lo sublime. Las fórmulas y la química son parte de la vida, por supuesto. ¿Pero lo son todo? Jamás. Pensar de otra forma es rendirse ante el denominador más bajo posible, es conformarse con la opción más barata, cuando existen otras más optimistas, ricas y prometedoras.

Responsabilidad moral
De hecho, en un mundo puramente materialista, químico y mecánico, ¿cómo podrían los humanos ser responsables de sus acciones? Si sólo las leyes físicas nos controlan, somos como el viento o la combustión. Cualquier sociedad basada sobre premisas puramente materialistas tendría que dejar libres a sus asesinos, abusadores, ladrones, violadores y criminales ya que somos máquinas y, ¿quién puede acusar de culpabilidad a un aparato? Sería como juzgar a una ametralladora por asesinato. Ninguna sociedad, por más secularista que sea, tolera semejante inculpabilidad, a excepción de los dementes criminales. O sea que lo que la sociedad afirma, al menos implícitamente, es que si el materialismo científico fuera verdad, todos deberíamos ser lunáticos. Todas las culturas rechazan el materialismo exacerbado, al creer en cambio que somos seres moralmente responsables, no manipulados por fuerzas físicas deterministas más allá de nuestro control.
Somos activados por algo más que lo que inmediatamente percibimos (aun si no sabemos bien qué es), y sin ello no nos sentimos vivos, o libres o humanos. Emmanuel Kant afirmó que el mero acto de la razón sobrepasa a la naturaleza, trasciende las emociones, favorece positivamente los impulsos y eleva los instintos. ¿Cómo tener pensamientos trascendentes si no hay algo más allá de la naturaleza, algo más grande que la suma de nuestros componentes químicos, algo más en nuestras mentes que materia que late? ¿No hay algún principio que diga que los efectos no pueden ser más grandes que sus causas? Lo que la ciencia no nos puede decir, dice el filósofo Bertrand Russell, la humanidad no puede conocerlo. ¿De veras? Entonces no podemos conocer el amor, el odio, la misericordia, el bien, el mal, la felicidad, la trascendencia o la fe. Pero debido a que sí los conocemos, una cosmovisión como el materialismo científico que afirma que no podemos resulta obviamente inadecuada.

Una visión incompleta
“A pesar de todo prevalece el sentimiento incómodo —escribió el matemático David Berlinski—, y ha prevalecido desde hace mucho tiempo—, de que la visión de un universo puramente físico o material es de alguna forma incompleta; no puede abarcar los hechos familiares pero inevitables de la vida común”.5
La ciencia y el materialismo ni siquiera pueden justificarse a sí mismos o su existencia, y mucho menos explicar todo lo demás. El matemático austríaco Kurt Gödel mostró que ningún sistema de pensamiento, ni aun el científico, puede ser legitimizado por algo dentro del mismo sistema. Uno tiene que posicionarse fuera del sistema para verlo desde una perspectiva diferente y más amplia. De otra forma, ¿cómo juzgar a x, cuando x es el criterio utilizado para emitir el juicio? ¿Cómo pueden los humanos estudiar objetivamente el acto de pensar, cuando sólo pueden hacerlo mediante el acto de pensar?
Durante años la razón ha reinado como el monarca epistemológico de Occidente, el criterio único para juzgar la verdad. Sin embargo, ¿cuál ha sido el criterio para juzgar a la razón? ¡La razón misma! Pero juzgar la razón con la razón es como definir una palabra usando esa palabra en su definición. Eso es tautología, y las tautologías no prueban nada. Resulta fascinante, por lo tanto, que la razón misma —el fundamento del pensamiento, y en particular del pensamiento moderno— no pueda ser más validada que la declaración “la casa es roja porque la casa es roja”.
El problema de la ciencia y el materialismo es: ¿Cómo puedo ubicarme fuera del sistema, en un marco más amplio de referencia, cuando el sistema mismo pretende abarcar toda la realidad? ¿Qué sucede cuando llegamos al fin del universo? ¿Qué hay más allá? Si existiera un marco de referencia más amplio que nos permitiera emitir juicios (¿acaso Dios?), entonces el sistema en sí no sería totalmente abarcante, como el materialismo científico aduce ser.
“En suma —escribió el científico Timothy Ferris— no hay y nunca habrá un relato científico completo y comprensivo del universo que pueda ser considerado válido”.6 En otras palabras, aun el materialismo científico debe ser aceptado… ¿por fe?
¿Qué? ¿Los límites inherentes de la ciencia requieren de la fe? Pero, ¿no es la fe la idea de una creencia en algo imposible de probar, más allá del ámbito de la ciencia, cuyo único propósito es probar las cosas empíricamente? ¿No es el concepto de fe un dejo de una era distante, mítica, “prerracional” y “precientífica”?

Al estar basada en el materialismo, la ciencia implica (al menos hipotéticamente) que todo debería ser accesible al experimento y la validación empírica. Idealmente, no debería existir lugar para la fe en un universo científico, y sin embargo, la naturaleza misma del universo lo requiere. ¡Qué paradoja! En la cosmovisión materialista y científica, por lo tanto, existe un potencial para algo más allá de ella, algo que esté fuera de su influencia, algo que explique por qué el amor es más que una función endocrina, por qué la ética es más que una síntesis química y por qué la belleza es más que proporciones matemáticas. ¿Será acaso algo divino?






Fuente: Diálogo Universitario
Autor: Clifford Goldstein, autor prolífico. Editor de la Guia de estudio para adultos para la Escuela Sabática. Desde 1992 hasta 1997, fue redactor de ‘Liberty’, y 1984-1992, editor del Shabat Shalom. El tiene M.A. in Ancient Northwest Semitic Languages de la Johns Hopkins University (1992). Es autor de unos 18 libros, los más reciente son "God, Godel, and Grace" y "Graffiti in the Holy of Holies".

Notas y referencias: 1. Samuel Beckett: Esperando a Godot (http://www.librosgratisweb.com/pdf/becket-samuel/esperando-a-godot.pdf). 2. Francisco José Moreno:Between Faith and Reason (Nueva York: Harper Books, 1977), p.7. 3. Citado en From Thales to Plato, editado por T. V. Smith (Chicago: Phoenix Books, 1956), p.60. 4. Citado en David Deutsch:The Fabric of Reality (Nueva York: Penguin Books, 1997), pp. 177, 178. 5. David Berlinski: The Advent of the Algorithm (Nueva York: Harcourt Books, 2000), pp. 249, 250. 6. Timothy Ferris: Coming of Age in the Milky Way (Nueva York: Doubleday; 1988), p. 384.
Fotografía: montaje Menesez Filipov

miércoles, 9 de noviembre de 2011

CONTEXTUALIZANDO ENFOQUES TEOLÓGICOS EN LA IGLESIA ADVENTISTA


Si esta red estuviera compuesta únicamente de doctores en teología, no me preocuparía demasiado por contextualizar la problemática teológica proyectada por quienes se consideran a sí mismos "Adventistas Progresistas", y el espacio que se consiguieron en la revista Spectrum. Asumiría que se conoce bien qué es lo que significa eso. Pero en bien de quienes no han tenido la oportunidad de conocer de cerca los entretelones de la polémica que esta gente levantó, y la razón por la que el diálogo entre "liberales" y "conservadores" se quebró, voy a decir algunas cosas.
En Estados Unidos, cada año, los teólogos de las diferentes universidades y colegios se reúnen en alguna ciudad importante. Es equivalente a los congresos médicos a los que asisten los especialistas para mantenerse al día. En esas oportunidades, antes de comenzar las sesiones interconfesionales e interdenominacionales, los teólogos adventistas también se reúnen para considerar temas afines a nuestras creencias. (También se reúnen antes, los teólogos de otras iglesias o centros de estudio relacionados). Liberales y conservadores participaban juntos en esas reuniones iniciales hasta que los conservadores decidieron organizar una sociedad aparte a la que llamaron Adventist Theological Society. El ala liberal reaccionó negativamente tildándolos de separatistas y acusándolos de apropiarse del término Adventista como si los demás (los liberales) no lo fueran. Igualmente discriminados por los conservadores se sienten los que creen en la filosofía de Spectrum, quienes quieren hacernos creer que esa revista es adventista. Y aunque por el hecho de mantener algunas creencias en común con la Iglesia Adventista pueden ser tildados de adventistas, ellos mismos dieron el salto cuando se autoproclamaron "progresistas" para marcar diferencias. Los conservadores no los consideran adventistas propiamente dicho, porque se alejan del "mainstream" (corriente principal) y de la proclamación oficial de las creencias adventistas distintivas.
El caballito de batalla de los conservadores es la revista Adventist Theological Society. ¿Por qué decidieron formar esa sociedad, separándose del ala liberal? Porque, según ellos mismos lo expresaron vez tras vez, necesitaban encontrar un lugar y ambiente necesarios y adecuados para poder tratar constructivamente temas pertenecientes a nuestra iglesia y la verdad que profesamos. Al mantenerse unidos a los liberales, encontraban que era imposible abordar temas en común porque partían de principios en pugna. Y si no hay acuerdo en los principios, entonces no puede haber diálogo y crecimiento. La discusión seria se obstruye y hay que detenerse de nuevo, como lo dijo Pablo, en los rudimentos del evangelio para no llegar a ninguna parte... Ya que menciono a Pablo, a quien le gustaba dialogar, cuando discurrió con los filósofos griegos se dio cuenta que era perder el tiempo y terminó afirmándose con la idea de predicar sólo a Cristo y a éste crucificado, locura para los griegos y piedra de tropiezo para los judíos (1 Cor 1).
No todo lo que se dice y expone en la otra sociedad, la liberal, es malo. Como tampoco todo lo que dice el papa Benedicto XVI es malo. (Por eso, cuando voy a esas reuniones teológicas anuales, miro los temas que van a exponerse en ambos grupos y escojo a cuál asistir). Pero Dios nos dio una verdad única, distintiva, y esa verdad que no se predica en ninguna otra iglesia, es la que se busca abordar en el grupo conservador, y se ignora totalmente en el ala liberal.
Personalmente, no me siento a gusto en ninguno de los dos grupos. Los que partieron con la consigna de "guardar la fe" temieron ser infiltrados y se pusieron demasiado rigurosos aún en áreas cuya discusión abierta sería de mucha utilidad para el crecimiento de la Iglesia, aunque en la actualidad han abierto algo el abanico. El otro grupo..., bueno, fui a visitar a un hermano salvadoreño ayer que casi se murió con pérdida de sangre, y me salió hablando de Messi... Te entiendo, le dije, ya pasó el susto, y prefieres no darle vueltas al asunto. Hablemos de Messi entonces... En el caso de la otra sociedad, la liberal, no se trata de un susto, sino de interesarle cualquier cosa..., menos los mensajes distintivos de nuestra iglesia.
Paulsen, el presidente actual de la Asoc. Gral., ha estado en tiempos recientes procurando unir nuevamente a liberales y conservadores, y le ha asignado esa tarea al Biblical Research Institute (BRI). No ha podido reunirlos en un solo cuerpo, ni en sesiones de charlas y exposiciones en conjunto, pero ha intentado abrir el diálogo organizando cenas en conjunto. Esto ha hecho que algunos conservadores desconfíen no sólo de su verdadera posición con respecto a ciertas doctrinas básicas de nuestra iglesia (en particular nuestra comprensión de Dan 8:14 que debió afirmar creerla), sino que se vuelvan escépticos con respecto a sus propósitos de unir ambos grupos. No se trata de una división con capital en Samaria en el reino del norte, y con capital en Jerusalén en el reino del sur. Tampoco es del todo justo hablar de fariseos y saduceos. Pero hay quienes en su momento temieron que podría terminar dándose una escisión aún administrativa en un futuro no muy lejano, lo que en estos momentos no parece darse. También se ha visto al BRI tratando de cumplir fielmente la asignación de nuestro presidente y adoptando ciertas posturas grises que les permitan ser el vehículo más apropiado para el diálogo querido por el presidente, esto a pesar de ser conservadores....
Con el tiempo definí mi línea, especialmente después de y aún trabajando entre liberales, la de no camuflar mis creencias. Si un águila entendiese teología y me pudiese ver a 40 kms. de distancia, sabría claramente para donde tiro. Voy no solamente por el lado teológico, sino también práctico. Mucha gente está confundida y necesita una declaración definida que la ayude a entender, por lo cual no reparo en desenmascarar a quien sea, y a lo que sea. Creo en la inspiración de E. de White, y creo por consiguiente, como dijo ella, que la separación va a hacerla la persecución final. Será entonces que el pueblo de Dios "estrechará sus filas y dará al mundo un frente unido". Será entonces cuando todos los así llamados “liberales” que se han ido en una escala significativa, lejos o menos lejos de nuestra fe según quién sea, se irán al mundo con el cual sus corazones estuvieron ligados....

Intentos más osados

Mientras los intelectuales liberales que hoy se autoproclaman "adventistas progresistas" no se volvían osados, y cuidaban su puesto en los centros de enseñanza de nuestra iglesia, no había serios problemas. Así pasó por años hasta que se fueron multiplicando y comenzaron a sentirse más fuertes, volviéndose más atrevidos, y contando por otro lado con el hecho de que en este país, USA, no es fácil desemplear a una persona por sus convicciones teológicas o religiosas. Aún así, las presiones se hacían sentir y las instituciones del oeste norteamericano pasaron a ser el puerto seguro de toda la gente que era repudiada en los demás centros teológicos por sus convicciones teológicas contrarias a la fe adventista.
Llegó un día en el que un tal Desmond Ford (australiano) pensó que había llegado el momento en el que podía constituirse en el líder que cambiase la fisonomía teológica y hasta doctrinal de nuestra iglesia en sus puntos más sensibles, el santuario y la profecía apocalíptica, lo que a su vez recaía sobre el papel del Espíritu de Profecía en nuestro medio. Para asombro no sólo de muchos en nuestra iglesia, sino también del mundo en lo que respecta a otras iglesias, la Asoc. Gral. le pagó seis meses para que preparase un documento que sirviese de estudio para ser aprobado o rechazado. Le pusieron gente que podría asesorarlo y ayudarle en sus discusiones, pero él las descartó. Esto ocurrió hacia el final de la década de los años 70. ¿Cómo hizo nuestra iglesia para enfrentar el desafío de Desmond Ford? Convocó en Glacier View a teólogos y administradores de todo el mundo, quienes rechazaron su propuesta. Un documento extenso se preparó para responder a sus ponencias, lo que iba a requerir estudios más extensos aún para fundamentar más las respuestas...
Desmond Ford no pudo cambiar la fe adventista. Aún muchos liberales no quisieron embanderarse bajo su teología, porque cada uno creía que tenía algo para decir que marcase la diferencia. Esto no debiera sorprendernos, porque refleja la naturaleza humana en donde "cada cual se apartó por su propio camino" (Is 53:6). ¡Por supuesto! En gente "libre-pensadora" y autosuficiente, que no quiere atarse ni siquiera a la revelación divina, cada cual siente que es libre de decidir su propio credo sin que le vengan a imponer nada. Lo que Desmond Ford encarnó e impulsó, sin embargo, fue la voluntad de un buen número de teólogos de no dejarse intimidar por nadie, y en volverse más virulentos para expresar sus ideas.
[En Francia anunciaron en la revista adventista lo que había pasado con Desmond Ford, sin contradecirlo, e incluyeron la dirección y la manera de obtener el libro que preparó para contradecir nuestra fe. Eso siempre, dentro de un criterio que muchos defienden de libertad que no es otra cosa que irresponsabilidad. Ya que está correcto que como adventistas estemos enterados, pero otra cosa es promover la disensión. Que no me vengan después a quejarse de que la iglesia no prospera por allá, o que son ejemplo de libertad, porque si en algo son ejemplo lo es de lo que no se debe hacer].
Toda esta tendencia llevó a la Asoc. Gral. a crear un Instituto Bíblico de Investigación teológica (Biblical Research Institute). Eso ocurrió en 1975, algo que había estado precedido por otros intentos de formar sociedades o institutos teológicos que respondiesen a muchos interrogantes, pero sin el respaldo oficial que pasó a tener desde entonces. La función del BRI fue y es triple:  investigación bíblica o teológica, apologética (defensa de la fe adventista), y servicio a la iglesia (representarla ante los luteranos, los católicos; como consultantes de la Asoc. Gral. en materia de doctrina, etc). Siendo que siempre nos opusimos como iglesia a tener un "credo", por el hecho de que los movimientos que lo impusieron se estancaron en lo que descubrió el líder, y ningún credo debe imponerse a la Biblia ("la Biblia es nuestro credo"), los cuatro miembros del BRI (recientemente incorporaron uno más), tenían la misión de representar el "mainstream" o "corriente principal" de la Iglesia Adventista. Por tal razón les correspondió a ellos liderar diferentes comités de estudio que alimentasen a la iglesia, especialmente respondiendo a los ataques y desviaciones que provenían de distintos ángulos (adventistas históricos, futuristas, preteristas, progresitas, y cuantos "istas" pudieran aparecer).
Entonces comenzó la puja de los liberales por ocupar los principales puestos de difusión de las creencias adventistas como el Dpto. de Escuela Sabática de la Asoc. Gral., el BRI, y el Centro White (hoy compuesto por seis miembros de tiempo completo). Pero no pudieron. También se volvieron militantes en la búsqueda de poder para ocupar los principales puestos en los colegios y universidades de la iglesia. Allí tuvieron cierto éxito, debido a que la Asoc. Gral. y la Div. Norteamericana creyeron que si ponían a los liberales en puestos administrativos, dejarían de enseñar y perdería fuerza su impulso. Por el contrario, eso dio por resultado que los puestos de enseñanza fuesen ocupados por gente promovida por tales administradores liberales.
¿Por qué se insiste tanto en ciertos círculos adventistas en el "mainstream" de nuestras creencias? Porque para evitar que algunas posiciones particulares conflictivas se impusiesen sobre la Iglesia, se vio sabio universalizar la representatividad de lo que creemos. Así, aún los líderes del Dpto. de Esc. Sabática no pueden imponer nada. Todo lo que proponen debe ser refrendado por representantes de la Iglesia Adventista en todo el mundo. A su vez, los que quedan marginalizados por ese "mainstream" se esfuerzan por darse representatividad y categoría dentro de la iglesia. Esto se ve patente, especialmente, en los que se denominan Adventistas Progresistas porque se sienten marginalizados y procuran darse legitimidad... A diferencia de otras organizaciones religiosas en las que nadie puede diferir en nada de lo que deciden en la cúpula, en nuestra iglesia se da un equilibrio en materia no solamente administrativa, sino también teológica, entre lo que el liderazgo principal ofrece y el resto del mundo apoya o respalda. Las 28 doctrinas de la iglesia fueron refrendadas por representantes de la Iglesia Adventista en todo el mundo.
En cuanto al Biblical Research Institute, tiene la tarea también de dirigir el BRICOM (Biblical Research Institute Committee) que está representado por 40 miembros de todo el mundo. También dirige el BRISCO (Biblical Research Institute Science Council), que tiene por misión investigar las relaciones de la Biblia con la ciencia. En este sentido, trabajan en cooperación con el GRI (Geoscience Researh Institute). Estos comités eran necesario formarlos para poder dar razón de nuestra fe no sólamente en lo teológico y filosófico, sino también en lo que respecta a las ciencias naturales. Si en algo estos comités están claros, es en la cosmovisión y proyección teológica del Génesis, y la importancia no de probar porque no estuvimos presentes cuando se creó el mundo, sino de resaltar las evidencias de la creación y del catastrofismo diluvial... También se formó un comité para responder más ampliamente a las ponencias de Desmond Ford (aunque ése no fue el único objetivo), en relación con Levítico, Daniel, Hebreos y Apocalipsis. Ese comité se llamó DARCOM (Daniel and Revelation Committee), y concluyó con la publicación de siete volúmenes sobre el mensaje adventista distintivo que emana de esos cuatro libros de la Biblia. Ellos publicaron tres materiales míos (dos lo unieron en uno bien extenso), y participé de esas discusiones en dos oportunidades: en Newbold College (Inglaterra), y en la Asoc. Gral. (Washington DC).

¿Hasta cuándo?

Todavía recuerdo cuando, estupefacto, un profesional de la salud tailandés de Loma Linda (no tenía pinta de asiático), luego de cuatro horas de preguntarme con cuaderno en mano y yo responderle, reaccionó:  “¿Quiere decir que la Iglesia Adventista respondió a todas estas críticas sobre nuestra doctrina del santuario?” – “¡Por supuesto!”, afirmé. “Entonces”, fue su pregunta consternado, “¿por qué nadie decía nada cuando Desmond Ford y toda esa sala llena de gente rechazaba el mensaje adventista del santuario?” No tuve otro recurso que mencionarle el pasaje de Isaías que Jesús volvió a utilizar. Y agregué:  “Muchos problemas teológicos no tienen nada que ver con teología; tienen que ver, como antaño, con un problema moral, con un corazón no convertido”.
“Ve, y di a este pueblo: ‘Oíd bien, y no entendáis. Ved bien, y no comprendáis. Entorpece el corazón de este pueblo, agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta y sea sanado’” (Isa 6:9-10).
Entonces el profeta lanzó, tal vez por primera vez en la Biblia, el clamor apocalíptico:  “¿Hasta cuándo, Señor?” (v. 11: de este clamor trato a fondo en mi nuevo libro, Las Expectaciones Apocalípticas del Santuario). “Hasta que las ciudades estén asoladas…, hasta que el Eterno haya echado lejos a los hombres, y la tierra quede del todo desamparada”. En otras palabras, hasta el juicio de Dios.
Así también podemos preguntarnos con respecto a los liberales progresistas y todos los que de una u otra forma entran dentro del mismo espíritu:  “¿Hasta cuándo Señor”? La sierva del Señor nos responde:  hasta que venga la persecución final, y toda esa hueste de gente apóstata se una con el mundo, al que tuvo ligado su corazón durante tanto tiempo.
“Conforme vaya acercándose la tempestad, muchos que profesaron creer en el mensaje… abandonarán su fe, e irán a engrosar las filas de la oposición” (CS, 666). “El gran asunto que pronto afrontaremos [la imposición de las leyes dominicales] eliminará a todos aquellos a quienes Dios no ha señalado…” (3 MS, 440). “En ese tiempo la clase superficial y conservadora [la que busca la conformidad con el mundo, mantener su comodidad], cuya influencia impidió constantemente los progresos de la obra, renunciará a la fe” (2 JT 164).
“Cuando viene el zarandeo, por la introducción de falsas teorías, estos lectores superficiales, que no están anclados en ningún lugar, son como la arena movediza. Se deslizan hacia cualquier posición para acomodar el contenido de sus sentimientos de amargura” (TM, 112). “Serán frecuentes las apostasías de hombres que han ocupado cargos de responsabilidad” (RH, Sept 11, 1888). “Ministros y médicos pueden abandonar la fe, como la Palabra lo dice y los mensajes que Dios ha dado a su sierva declaran que lo harán” (7 MR 192). “En las escenas finales de la historia de esta tierra…, un abandono de los grandes principios que Cristo ha establecido en sus enseñanzas… confirmarán a los hombres en el error, y la verdad que necesitan para protegerlos de prácticas erróneas se filtrará de su alma, así como el agua de un vaso agrietado” (13 MR, 379,381).

Liberales y conservadores

Mi amigo improvisado que, consternado, me preguntaba por qué nadie decía nada en la sección de preguntas y respuestas de la exposición de Desmond Ford en Loma Linda en Enero de 1991, no sabía que los liberales son exclusivistas también. En esa reunión estuvo Richard Davidson, decano de Antiguo Testamento en Andrews University, y se cansó de levantar la mano. Su viaje a ese lugar fue inútil, ya que no le permitieron preguntar ni decir nada. No había voluntad de diálogo y, situaciones de esta naturaleza, llevaron a los conservadores a finalmente formar su propia sociedad, conocida según ya vimos, como Adventist Theological Society.
Las dos palabras, “liberal” y “conservador”, no son las mejores palabras para definir la división en el plano teológico que hay en la Iglesia Adventista en Norteamérica. Pero son los términos que se usan para describir por un lado a los que abandonan las verdades distintivas de nuestra fe en algunos puntos o en la mayoría, y por el otro lado a los que las mantienen como parte integral de su teología, fe y práctica. Estos dos términos provienen del mundo teológico cristiano moderno que distingue a los que niegan la autenticidad literaria del Pentateuco y, en general, de muchos libros de la Biblia (liberales), de los que creen en la veracidad del testimonio bíblico en lo que respecta a su historia (conservadores).
En la Iglesia Adventista, sin embargo, se ha denominado “liberales” a quienes han procedido con los escritos de E. de White de la misma manera que los autores liberales del mundo cristiano moderno lo hicieron para con la Biblia. De allí a negar las doctrinas distintivas de nuestra fe no hay mucho trecho. Así, están los que pretenden creer en la inspiración divina de E. de White, pero usan los mismos criterios críticos que los autores liberales del cristianismo moderno han usado con respecto a los escritos bíblicos. Su único valor, como el de la Biblia, es el espiritual, pero rechazan tanto la autoridad de la Biblia como la del Espíritu de Profecía en materia teológica. La ciencia moderna tiene, según ellos, la última palabra especialmente en el plano histórico y pre-histórico (con respecto a los orígenes).
Otros “adventistas liberales” podrían ser denominados conservadores en el mundo cristiano porque defienden, quien más quien menos, la integridad literaria de la Biblia, pero se rehúsan a considerar los escritos de E. de White con los mismos criterios “conservadores”. Mientras que rechazan los argumentos de la crítica literaria de la Biblia, aceptan los argumentos de la crítica literaria que algunos han emprendido con respecto a los escritos de E. de White. Entre ellos están los que niegan totalmente el don de profecía en E. de White (simplemente, para ellos fue una falsa profeta), y los que sostienen que Dios la usó para dar mensajes espirituales. En todos los casos, niegan autoridad teológica a sus escritos.
Entre ellos, el teólogo que más daño ha estado haciendo recientemente a la Iglesia Adventista es Samuelle Bacchiocchi, publicando y promoviendo obras que pretenden defender a E. de White de una interpretación supuestamente fundamentalista de sus escritos, pero que fracasan en su misma base. Del Centro White y de distintos ángulos han respondido destacando justamente el fracaso de ese intento de defensa por no ajustarse a los criterios de inspiración que la misma profetiza dio, y que la Biblia confirma. Y siendo que los que procuran demostrar que fue una falsa profetiza, la juzgan bajo una lupa “verbal” de inspiración, algo que ella negó (MS I, 24), del Centro White han respondido sacando a luz casos aislados de errores al citar, por ejemplo, un autor por el otro, tanto en sus escritos como en la Biblia. ¿Dónde poner el límite? Ella misma lo expresó, al exhortar a no confundir lo sagrado con lo profano, es decir, el mensaje divino con las cosas comunes (MS I, 43-44).
Recuerdo también cuando en la década del 90, un flamante doctor en teología que enseñaba en Columbia Union College (la institución adventista más cercana a la Asoc. Gral.), abiertamente daba su testimonio de haber recuperado la fe de algunos de sus alumnos que vivían atormentados pensando en el juicio investigador. Simplemente, para él no había un tal juicio investigador, el que interpretaba como sinónimo de justificación por las obras. Pude entender mejor la razón de sus problemas con el juicio investigador, así como el de muchos otros. Simplemente quieren desterrar la idea de que tendrán que pasar por la aduana del cielo antes de ser admitidos dentro de las puertas de la Nueva Jerusalén. Las quejas llevaron a nuestra organización a quitarlo de esa institución, y ponerlo como pastor de una iglesia. El presidente de la Potomac Conference lo puso como ejemplo delante de todos los pastores porque tenía buena oratoria y atraía mucha gente. Pero su iglesia comenzó a dejar de enviar los diezmos a la Asociación, y allí entró en conflicto. Finalmente él se fue con cierta cantidad de gente, y terminó perdiéndose en la nada.
En síntesis, toda esta gama de críticos liberales de nuestra iglesia cree que la experiencia del chasco de 1844 debiera llevarnos a renunciar también a otras doctrinas que hicieron de la Iglesia Adventista del Séptimo Día lo que es hoy. Antes que sufrir chascos mayores—argumentan—es necesario renunciar ya a esas doctrinas. Y siendo que la Iglesia Adventista salió de las demás iglesias para formar su propio movimiento (fueron expulsados), bien puede considerarse a esos “adventistas progresistas” más bien como “liberales regresistas”, ya que no proponen nada nuevo en relación con lo que creen las demás iglesias. Y como la apostasía tiene que ver con el abandono de la fe original, son todos apóstatas que se han apartado del plan de Dios para estos tiempos.
“En la iglesia ocurrirán divisiones. Se formarán dos grupos. El trigo y la cizaña crecerán juntos hasta el momento de la cosecha” (2 MS, 130). “La así llamada ciencia y la religión serán colocadas en mutua oposición, debido a que hombres finitos no comprenden el poder y la grandeza de Dios. Se me presentaron las siguientes palabras de las Escrituras:  ‘Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos’ (Hech 20:30). Esto se verá ciertamente entre el pueblo de Dios” (EV, 431). “No habiendo recibido el amor de la verdad, serán engañados por el enemigo; prestarán atención a espíritus seductores y a doctrinas de demonios, y se apartarán de la fe” (6 T 401).
“Los adventistas del séptimo día que adoptan su posición bajo la bandera de Satanás, primero abandonarán su fe en las advertencias y reproches contenidos en los testimonios del Espíritu de Dios” (3 MS 93). “El último engaño de Satanás se hará para que no tenga efecto el testimonio del Espíritu de Dios. ‘Sin profecía el pueblo será disipado’ (Prov 29:18)” (1 MS, 54-55). “El enemigo ha hecho esfuerzos magistrales para perturbar la fe de nuestro pueblo en los Testimonios… Esto es precisamente lo que Satanás se propuso que ocurriera, y los que han estado preparando el camino para que la gente no prestara atención a las advertencias y los reproches de los Testimonios del Espíritu de Dios, verán que una ola de errores de toda clase aparecerán” (3 MS, 92).
“Es el plan de Satanás debilitar la fe del pueblo de Dios en los Testimonios. Luego sigue el escepticismo respecto a los puntos vitales de nuestra fe, los pilares de nuestra posición, después la duda hacia las Sagradas Escrituras, y luego la marcha descendente hacia la perdición. Cuando se duda y renuncia a los Testimonios, en los cuales una vez se creyó, Satanás sabe que los engañados no se detendrán allí; redobla sus esfuerzos hasta que los lanza en abierta rebelión, la que se torna incurable y termina en la destrucción” (4 T, 211).

Querer o no querer entender: problema del corazón y la voluntad

Bien conocidos son los intentos de probar que E. de White fue plagiarista por el hecho de declarar que Dios le reveló sus mensajes a pesar de contar con una biblioteca de por lo menos 80 libros (los que habría usado para el libro El Conflicto de los Siglos). Estos fueron juicios basados en una creencia exclusivamente verticalista de la inspiración que ella no tuvo, ni puede imponerse a la Biblia tampoco. “En la misma forma en que tratan lo escrito en mis artículos publicados y en mis libros, así tratan la Biblia los escépticos e incrédulos” (1 MS, 22).
Moisés, por ejemplo, trabajó para la codificación de las leyes del Pentateuco con otros códigos conocidos del mundo antiguo. Tal vez ésa fue la razón por la que Dios le permitió prepararse en la escuela de Egipto. Vemos así que tanto en E. de White como en la Biblia la inspiración consiste también en una selección dirigida por Dios de material literario pre-existente (véase CS, 13-15). Moisés mismo aceptó el consejo administrativo de su suegro (Éx 18), sin pretender que él se regía únicamente por una revelación vertical divina, o que conocía más que su suegro por haber estudiado en la capital del imperio más grande de la época.
A pesar de las claras respuestas dadas a los que acusan a E. de White de plagiarista, incluso una documentada por una autoridad no adventista que analizó las críticas a la luz de los criterios de citación del S. XIX, los críticos adventistas intentan explicar sus mensajes a la luz de lo que creían los autores que ella citó. En este contexto, le niegan a Dios participación en los datos históricos que sus profetas ofrecen. Lo sorprendente es que, al tratar de dialogar con gente engañada que niega la inspiración divina de E. de White, prefieren continuar juzgándola bajo conceptos particulares de inspiración verbal que ellos mismos ni creen para la Biblia. Esto me ha pasado vez tras vez. Prefieren juzgarla por algo que ella no creyó para poder condenarla.
En esto se ve un problema de voluntad, de corazón, de no querer ver la verdad. De allí es que Pablo nos advirtió que en los últimos días serían engañados los que no tuviesen “amor por la verdad”, “no quisieron” (2 Tes 2:10-12). La honestidad intelectual, según me lo admitió en mi defensa doctoral uno de los profesores del jurado de Estrasburgo, no es muy común “aún en esta universidad”. Y aunque no aceptó mi crítica al método crítico literario de Lev 16, diciendo que en otros pasajes de la Biblia yo no podría mantener mi posición, quiso reconocer mi honestidad intelectual “al no esquivar los pasajes espinosos”.
Jesús dijo:  “El que quiera hacer la voluntad de Dios conocerá si la doctrina es de Dios…” (Jn 7:17). También se dirigió a su Padre alabándolo, porque había escondido la revelación divina “de los sabios y entendidos”, para dársela a los “niños” (Mat 11:25-26). Hay que reconocer que el problema para entender las verdades teológicas y espirituales tiene a menudo mucho más que ver con el corazón que con el intelecto, con los objetivos buscados que con la verdad en sí (1 Cor 2:13-15). La comprensión de la verdad exige primero el homenaje del corazón y la voluntad antes que de la sabiduría humana. Por eso el más intelectual de los apóstoles, quien fuera el más joven y promisorio miembro del Sanedrín, llegó a declarar enfáticamente luego de su confrontación con los sabios griegos, que el mensaje del evangelio era “locura para los griegos”, “para los que se pierden”, pero “sabiduría y poder de Dios” para los que se salvan (1 Cor 1).
Mientras algunos nos emocionamos, nos extasiamos con las verdades distintivas del adventismo y eso nos lleva a postrarnos en gratitud, con lágrimas en los ojos, ante las maravillas de la revelación; vemos a otros que se mofan, se burlan, endurecen su corazón para no oír ni entender, y pretenden al mismo tiempo que tienen arte y parte en el movimiento adventista. “Comenzando con el Génesis, rechazan lo que les parece cuestionable, y su mente prosigue, pues Satanás los inducirá hasta cualquier extremo a que puedan llegar en su crítica, y ven algo que dudar en toda la Escritura. Su facultad de criticar se aguza con el ejercicio y no pueden descansar en nada con seguridad. Ud. trata de razonar con esos hombres, pero pierde el tiempo” (I MS, 20).
Satanás toma el control de toda mente que no está decididamente bajo el control del Espíritu de Dios” (TM, 79 ing). “Se llama al Consolador ‘el Espíritu de Verdad’. Su obra es definir y mantener la verdad. Primero habita en el corazón como el Espíritu de verdad, y así llega a ser el Consolador. Hay consuelo y paz en la verdad, pero no se puede encontrar paz real y consuelo en la falsedad. Es a través de falsas teorías y tradiciones que Satanás gana su poder en las mentes. Al dirigir a los hombres a normas falsas, deforma el carácter” (DA, 671).
Una educación superior tiene que ver con un conocimiento experimental del plan de salvación, y se asegura este conocimiento mediante un estudio serio y diligente de la Escritura. Una educación tal renovará la mente y transformará el carácter, restaurando la imagen de Dios en el alma. Fortificará la mente contra los susurros engañosos del adversario, y nos capacitará para entender la voz de Dios… Obtener la educación superior significa seguir esta palabra [de Dios] implícitamente; significa caminar en las pisadas de Cristo, practicar sus virtudes… Significa un conocimiento experimental de Cristo; significa una emancipación de ideas, hábitos y prácticas que se han obtenido en la escuela del príncipe de las tinieblasSignifica vencer la terquedad, el orgullo, el amor propio, la ambición mundanal y la incredulidad. Es el mensaje de liberación de pecado” (Consejos para los Maestros, 11-12 ing).
Esto nos lleva a indagar sobre las razones por las que se introdujo un liberalismo regresivo en la Iglesia Adventista de Norteamérica, Europa y Australia. Entre ellas la de procurar títulos universitarios en instituciones no adventistas sin saber bien dónde se está parado, una vida de pecado (inmoralidad), resentimiento y amargura, indolencia en la investigación de las grandes verdades que se nos confiaron…, etc.

Causas de la introducción de un liberalismo regresivo en la Iglesia Adventista

A menudo se ve a algunos de nuestros “doctores” insistir en que para ellos, la Biblia está por encima del don de profecía revelado en estos tiempos (E. de White). Por supuesto, hay que comenzar con una exégesis de la Biblia para poder, incluso, entender mejor el Espíritu de Profecía. También es un hecho de que no debe juzgarse a la revelación anterior por la posterior, sino la posterior por la anterior. Pero igualmente claro es el hecho de que la revelación posterior puede arrojar más luz sobre determinado aspecto.
¿Cuándo es que se insiste, en la práctica, en que la Biblia está por encima del don de profecía? Cuando la interpretación particular del intérprete sobre determinado pasaje entra en pugna contra lo expresado por Dios a través del don de profecía. Pero lo que se pretende poner por encima del Espíritu de Profecía no es la Biblia en sí, sino una interpretación particular plagada de conceptos filosóficos ajenos al testimonio de la Escritura. Esto lo he visto vez tras vez. Es también equivalente a lo que vemos hacerse con la historia del Génesis, al pretender que la ciencia está por encima del testimonio bíblico. Lo que se hace más bien, es procurar poner una interpretación particular de la ciencia sobre la Biblia.
Pero aquí debemos preguntarnos cómo se introdujo esa corriente liberal en la Iglesia Adventista. En el mundo cristiano moderno eso ocurrió en el S. XIX. Entre los evangélicos que fueron más conservadores que el protestantismo europeo, la introducción de principios liberales de interpretación de la Biblia se dio en la primera mitad del S. XX. Demoró más en introducirse en el adventismo, ya que los consejos divinos vertidos a través del ministerio profético de E. de White fueron muy definidos. Pero finalmente ocurrió, y se dio en la segunda mitad del S. XX, más definidamente en el último cuarto de siglo, cuando se procuró debilitar y destruir la autoridad del don de profecía en nuestro medio mediante conceptos de inspiración tomados del mundo cristiano liberal moderno. ¿Cuáles fueron las causas?
En todo problema que surge difícilmente hay una sola razón. El fenómeno teológico de nuestra iglesia en los Estados Unidos y en Europa es complejo, y hay muchas explicaciones que pueden ofrecerse sobre lo que pasó. Aquí intentaremos considerar algunas.

Necesidad de llegar al mundo educado

Moisés estudió en los círculos más avanzados de la cultura egipcia, y a pesar de haberse mantenido fiel a Dios gracias a la educación que su madre le dio en sus primeros doce años, debió pasar luego cuarenta años en el desierto aprendiendo de Dios mismo para que esos estudios le sirvieran como legislador de su pueblo. Saulo de Tarso se educó a los pies de Gamaliel, lo mejor de la educación judía, pero debió pasar tres años en el desierto de Arabia para recibir de Jesús mismo, a quien había estado persiguiendo, una orientación teológica que diese sentido a todo su conocimiento anterior, y lo transformase en algo productivo. Ambos debieron aprender en la soledad y experiencia personal con Dios a desprenderse de muchos moldes ajenos a la revelación divina y, así, estar capacitados para revelar la imagen de Dios en la carne humana. Diferentes fueron los casos de José y de Daniel quienes tuvieron una preparación previa, un conocimiento experimental de Dios en medio de las pruebas, de tal envergadura que cuando les tocó subir a lo alto del imperio del Delta y del de la Mesopotamia respectivamente, no fueron contaminados, este último ni siquiera con la comida real.
Hoy se admite en teología que, en general, Moisés no fue cien por ciento original en sus códigos de leyes, ya que utilizó un lenguaje y un material prestado. Esto es cierto también en relación con los ritos y ceremonias del culto. Sin embargo, se admite hoy también que, a diferencia de los ritos y cultos paganos, así como de sus leyes, la orientación que Moisés dio a todo ese material, y el contexto en el que los vertió, revela un mensaje diferente. La tarea del teólogo bíblico es descubrir esas diferencias, y entender el molde propio que recibieron en la revelación, no mezclando la revelación con los conceptos paganos so pena de desvirtuar el mensaje divino.
Lo mismo vemos luego en el apóstol Pablo, quien abrió el evangelio al mundo sabio de los griegos. Pablo debió emplear lenguajes y términos que originalmente tuvieron una connotación pagana, pero que en su teología recibieron un molde diferente, el de la revelación divina. Iba a ser imposible llegar al mundo entero con el mensaje del evangelio a menos que se pudiese verter el pensamiento divino en el idioma de cada cual. Y esto no significaría renunciar al modelo divino de pensamiento, de tal forma que el producto que se formase terminase siendo híbrido.
La revelación divina no se produce como resultado de una simbiosis hebrea-pagana o cristiana-griega. Esto pretendió proponer el papa Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona en 2006, al llamar al mundo secular a un diálogo con la religión cristiana, basado en el diálogo que según él, habría tenido ya la religión del Antiguo Testamento con el mundo cananeo, y el cristianismo con el mundo griego. Podemos entender su enfoque porque él representa a una iglesia que provino de un sincretismo cristiano-pagano, y que marcó el resto de su devenir histórico. La Iglesia Católica es la iglesia del mundo, un engendro tardío y bastardo del cristianismo que no supo mantener su noble independencia con respecto a los conceptos y moldes de pensamiento griego y romano. No, la revelación divina busca penetrar en la mente de la gente en todo el mundo, y utiliza para ello el lenguaje de cada cual, pero manteniendo como sagrado el mensaje que le es propio.
El día debía llegar también en que el adventismo se universalizara y procurase llegar a todos los niveles y estratos de la sociedad en cada cultura y país de la tierra. Dios no es exclusivista, y quiere que “nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped 3:9). Eso implicaría riesgos, pero hay que reconocer que el plan de salvación siempre fue una empresa que contendría riesgos. Eso lo sabe Satanás, razón por la cual todavía no se ha rendido en su deseo de desprestigiar el gobierno divino. Y los que entran en esta última empresa divina de salvación, deben tener bien en claro que hay verdades reveladas no negociables, de lo contrario su diálogo con otras culturas y religiones, y más definidamente con el mundo intelectual y sabio de hoy, les hará perder de vista su misión.
Los adventistas que se autoproclaman “progresistas” no se dan cuenta de que, al soltar sus amarras de esas verdades reveladas y distintivas que Dios dio a su pueblo del fin mediante la Biblia y el Espíritu de Profecía, están perdiendo su identidad misma, su razón de ser. Han entrado en las universidades del saber del mundo cristiano moderno al que Dios no le dio esta revelación especial que nos dio a nosotros, para terminar imitándolos e incorporando sus moldes teológicos. Mientras que de los evangélicos se puede hablar de estancamiento porque se detuvieron a mitad de camino, (no siguieron progresando en la luz que Dios les dio al principio), los presuntos “progresistas” de nuestra iglesia reflejan una regresión de la luz más avanzada que los evangélicos nunca tuvieron.
El evangelio al mundo musulmán hoy está adoleciendo, en algunos ambientes, del mismo problema. Se preparó una tesis doctoral en Andrews University que se tiene bien guardada para proteger la vida de los “nuevos misioneros”. A pesar de que los adventistas que viven en el mundo musulmán han insistido en que lo único que puede ganar a los musulmanes es la cruz de Cristo, estos “progresistas” van para camuflarse sin resaltar a Cristo. Llama la atención que, en lugar de llevarles la Biblia, vuelven trayendo literatura islámica y declarando que Mahoma fue un profeta verdadero, y que el Corán forma parte de la revelación divina. Algunos hasta niegan que E. de White haya sido una profetiza verdadera, mientras que admiran a Mahoma y a los musulmanes hasta pretender que los musulmanes son más adventistas que los adventistas mismos.

Importancia y condiciones para estudiar en centros no adventistas

¿Qué debemos hacer? ¿Debemos meternos en un frasco de vidrio y no estudiar en centros universitarios que no sean adventistas?
“Quisiéramos que haya hombres jóvenes fuertes, enraizados y fundados en la fe, que tengan toda la conexión viviente que puedan tener con Dios para que, si así lo aconsejan nuestros hermanos líderes, entren en los colegios superiores de nuestra tierra para poder tener un campo más amplio de estudio y observación. Una asociación con las diferentes clases de mentes, una familiarización con la manera de trabajar y los resultados de los métodos de la educación popular, y un conocimiento de la teología que se enseña en las instituciones líderes de aprendizaje, serían de gran valor para tales obreros, preparándolos para trabajar por las clases educadas y hacer frente a los errores prevalecientes de nuestro tiempo” (2 T, 337-8).
Pero para ello es necesario estar seguros de lo que creemos ya que Satanás “tiene gran poder sobre las mentes que no están completamente fortificadas por la oración y establecidas en la verdad bíblica” (Counsels to Writers, 47). Se requiere una “emancipación de ideas, hábitos y prácticas que se han obtenido en la escuela del príncipe de las tinieblas” (Counsels to Teachers, 11-12). “‘Examinaos a vosotros mismos para ver si estáis en la fe…’ (2 Cor 13:5)… No son los sentimientos y emociones insignificantes las que deben ser examinadas. Debe medirse la vida, el carácter… El fruto testifica sobre el carácter del árbol. Nuestras obras, no nuestros sentimientos, llevan nuestro testimonio… Por la Palabra de Dios debemos determinar nuestra verdadera posición delante de él” (In Heavenly Places, 131).
“Hay quienes, después de estar establecidos, enraizados y fundados en la verdad, debieran entrar en esas instituciones [no adventistas] de aprendizaje como estudiantes. Pueden guardar los principios vivientes de la verdad y observar el sábado, y tendrán además la oportunidad de trabajar por el Maestro al arrojar semillas de verdad en las mentes y corazones. Bajo la influencia del Espíritu Santo, esas semillas germinarán para llevar fruto para la gloria de Dios, el que redundará en la salvación de las almas. Los estudiantes no necesitan ir a esas instituciones de enseñanza para ser iluminados sobre temas teológicos;  porque los profesores de la escuela necesitan ellos mismos volverse estudiantes de la Biblia” (Mss 22ª, 1895).
En este contexto, E. de White expresó sus temores. “Me atrevo apenas a presentar este método de trabajo, porque hay peligro de que los que no tienen una conexión con Dios se establezcan en esas escuelas, y en lugar de corregir el error y difundir la luz, ellos mismos sean desviados. Pero esta obra debe ser hecha, y será hecha por los que son conducidos y enseñados por Dios” (ibid).

A) Introducción de moldes teológicos ajenos a la fe adventista y a la revelación divina

Los consejos, precauciones y advertencias de E. de White en relación con estudiar teología fuera de nuestras instituciones educativas de teología parecieran haber quedado atrás. Los resultados están a la vista. Sin pretender ser exhaustivos, nos contentaremos aquí con mencionar los principales moldes teológicos que han estado recibiendo muchos hermanos que fueron a doctorarse fuera de la denominación, y que ahora han impregnado algunos centros de teología en Estados Unidos y Europa, y afectado a varios sectores de la iglesia que han sido formados por tales centros educativos.

a) Inspiración. Ya dimos algunos ejemplos de este problema, que buscaremos no repetir. Simplemente digamos que en la combinación de lo divino con lo humano que se ve en la Palabra de Dios, los liberales presuntamente progresistas ven, en general, poco de divino en su mensaje. Muchos de ellos niegan abiertamente, por ejemplo, la unidad de la Palabra de Dios, y procuran encontrar en fuentes foráneas a la revelación la fuente de inspiración de cada libro de la Biblia.
En relación con la inspiración de la Biblia, Alden Thomson (se doctoró en Europa y enseñó en Alemania), ha estado escribiendo varios libros en los que adopta moderadamente, la crítica literaria de la Biblia. Wikipedia lo presenta como líder en la enseñanza de Antiguo Testamento en la Iglesia Adventista. http://en.wikipedia.org/ wiki/Alden_Thompson Eso podrá ser cierto entre gente que se considera progresista, pero no constituye el “mainstream” (corriente principal) de nuestra iglesia. Sus escritos fueron fuertemente criticados por los teólogos líderes de nuestra iglesia.
Estuve en la reunión teológica de Kansas cuando Gerhard Hasel trajo una doctora de Alemania, no adventista, que se había convertido de la crítica literaria a la creencia en la autenticidad de los escritos de la Biblia… Alden Thompson, sin embargo, ha estado enseñando por años y sigue enseñando en Wala Wala, una institución que hasta hace poco se consideró más liberal que aún Loma Linda y La Sierra. Algún cambio lograron introducir con un presidente de Unión que procuró volver esa institución a “los caminos antiguos” (usando la expresión bíblica). Actualmente cuentan con un presidente en esa institución reconocido como conservador, pero que dadas las leyes laborales de este país no sé cuánto podrá o querrá hacer.
Uno de los hermanos Stefanovic (yugoeslavos), el menor, que enseña en Union College (Lincoln, Nebraska), escribió un comentario sobre Daniel en donde tiene una sección donde presenta el enfoque preterista sin criticarlo. Fue fuertemente criticado en la revista Ministry de Marzo de este año, por el Dr. Ángel M. Rodríguez, director del BRI, por introducir conceptos ajenos a nuestra fe y sin fundamento.
Recuerdo cuando un colega en nuestro seminario francés, llamado Jean Claude Verrecchia, quien más tarde pasó a ser director del seminario (Instituto de Teología), pretendía que la Epístola a los Hebreos debía interpretársela a la luz de Filón de Alejandría (un judío helenizado del primer siglo). Creía haber descubierto la perla de gran precio, que ninguno antes de él había encontrado aún en la Iglesia Adventista. [Hasta que descubrieron en la editorial de Damary-les-Lys las más de 600 obras que formaron parte de la biblioteca de John Andrews, y entre ellas estaban todas las obras de Filón]. De esta manera, concluyó que no existía un santuario celestial… También negaba la unidad de la revelación entre la Epístola a los Hebreos y el Apocalipsis en relación con la naturaleza del santuario celestial… En lugar de ver la correspondencia tipológica entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos en relación con los servicios del santuario, prefería ver una tipología que llamó antitética (sin nada que ver con la revelación anterior)… ¿Qué queda bajo esta perspectiva, de nuestra fe y misión fundacionales en relación con Dan 8:14 y el juicio investigador? Aparte de no tener fundamentación bíblica adecuada para llegar a esa conclusión, ya que pretende imponer un molde pagano a la revelación, vemos esa tendencia a no sentir compromiso alguno con el mensaje adventista en alguien que pretende representar a la iglesia.

b) Conceptos evolutivos. Ligado al problema de la inspiración, los adventistas liberales auto considerados “progresistas” tienden a creer, como en las universidades del mundo, que el Génesis y el Antiguo Testamento en general, reflejan mitos y tradiciones que fueron mejorándose con el tiempo hasta dar con un producto final que es el que poseemos en la Biblia. Pero en ese producto final, según se argumenta, se encuentran muchas reminiscencias de la época pagana de la que presuntamente salieron los israelitas. El teólogo moderno se siente así, libre de desmitologizar o no las presuntas leyendas antiguas, a su gusto y placer… En síntesis, la religión de Israel habría evolucionado de viejas leyendas hasta llegar a ser lo que se conoció más tarde…
Estos conceptos afectan en especial a la historia de la creación y, aunque en general, los adventistas progresistas que adoptan una postura tal siguen guardando el sábado porque trabajan en la organización adventista, lo debilitan y preparan el camino para su final abandono.
Recuerdo cuando comenté en La Sierra la paradoja del sacrificio israelita en materia de contaminación y purificación, y el decano del teológico reaccionó antes que yo pudiese terminar, diciendo:  “Eso refleja un concepto primitivo mágico, como era común en el mundo pagano antiguo, y no hay para qué tratar de explicarlo ni de armonizarlo”. Pero esa paradoja bíblica no tiene nada que ver con algo mágico, sino que revela un aspecto maravilloso del plan de salvación. Está sintetizado en Is 53:11: “Mi siervo justo justificará a muchos, y llevará las iniquidades de ellos”. Es imposible captar la dimensión tan maravillosa de la Biblia si partimos de la base de que su contenido está lleno de conceptos paganos…
- [Con respecto a la Universidad de La Sierra, hay una nueva administración que involucra el departamento de teología también. No conozco la tendencia de esa nueva administración, salvo que revela otra cara más joven].

c) Expiación. Aunque el oeste se caracterizó por concentrar el mayor número de liberales, los hay también en las instituciones del este. Uno de ellos fue un presidente de Columbia Union College en la década de los 90 (no recuerdo su nombre). Levantó cierta polvareda debido a un artículo que escribió negando la doctrina de la expiación. Mientras podía aceptar que un concepto de la expiación se hubiese dado en la época de barbarie en el Antiguo Testamento, admitir eso en relación con el Padre sacrificando a su Hijo, para él era horrendo. La muerte de Cristo fue más bien un ejemplo de amor dado para tocar nuestros corazones, pero jamás un pago necesario para salvar al pecador. ¿De dónde proviene esto? De moldes teológicos que se encuentran en las universidades del mundo.
El Dr. Steveny, quien enseñó por 25 años en el Seminario Adventista francés de Collonges-sous-Saleve, y fue también su director, tenía una posición equivalente. Al final de su vida, sin embargo, como presidente de la Federación Suiza, se volvió más conservador, tal vez porque pudo ver los resultados en pérdida de miembros que conceptos “progresistas” como esos producían en la iglesia que él presidía.
Nuevamente, ¿qué le queda a nuestra doctrina del juicio investigador luego de todos estos enfoques foráneos a nuestra fe y a la revelación divina?

d) Inauguralistas. Un problema que está afectando aún a muchos “conservadores” en los Estados Unidos tiene que ver con el molde teológico que se da en las universidades evangélicas y protestantes en relación con la obra de Cristo en el cielo. Esto ha estado afectando inclusive al Adventist Theological Society. Para entenderlo, mencionemos la tendencia del cristianismo que Guillermo Miller y luego el movimiento adventista intentaron revertir. El mundo cristiano estaba para ese entonces (y sigue) volcado hacia el pasado. Podemos decir que todo el andamiaje teológico del protestantismo evangélico está proyectado hacia lo que logró Cristo en la cruz y a su coronación a la diestra de Dios que tuvo lugar entonces. Se quedan en la coronación inaugural y, si no niegan abiertamente una segunda coronación del Hijo de Dios al final (como lo hace Ranko Stefanovic en su tesis doctoral y en su comentario sobre el Apocalipsis), parecieran no saber que se requiere esa segunda coronación para establecerlo, esta vez no sobre un reino de mediación según el orden de Melquisedec como fue al principio, sino como rey de la Nueva Jerusalén según el orden de David.
- Si ponemos todos los huevos en la canasta inaugural, pretendiendo que Jesús fue hecho rey ya sobre la Nueva Jerusalén, ¿cómo podríamos cantar el himno tan bonito que dice:  “Muy pronto el día llegará de coronar al Rey”? (el 391 de nuestros himnarios). Esa fue la esperanza de los milleritas que cantaban:  “Vedle ya venir en gloria…” Esa fue la esperanza de los pioneros del movimiento adventista, y sigue siendo la esperanza de nuestra iglesia por toda la tierra, “la verdad presente” que se nos confió.
- Ranko Stefanovic, incluso, ignora la proyección de la boda del Cordero en relación con el juicio investigador y la coronación final del Cordero, algo que los pioneros de la Iglesia Adventista entendieron perfectamente. El adventismo fue levantado por el Señor para revertir el cuadro profético cronológico del mundo cristiano apóstata, poniendo el acento en las fiestas finales que proyectan el fin. Insistamos de nuevo en que ésa es la “verdad presente” que se nos confió, no las presuntas verdades regresivas que algunos ilusos aprendieron en las universidades de afuera, pensando que habían descubierto cosas maravillosas que no se conocían en la iglesia que los vio nacer. Digamos, simplemente, que a esas universidades el Señor no les dio nuestro mensaje, y es nuestra tarea y deber dárselo desarrollando nuestra teología sobre la base tan extraordinaria y preciosa que nos dejaron los que nos precedieron.
- [Ranko, si no es completamente preterista, mezcla por conveniencias laborales preterismo con historicismo. Digo esto porque he visto un doble lenguaje público que ha usado en diferentes momentos, debido a la presión que ha estado recibiendo de los sectores conservadores de la iglesia, y bien definidamente del BRI].

e) Negación de las profecías. No necesito traer ejemplos, ya que los que adoptan las posiciones anteriores debilitan y/o destruyen la doctrina bíblica del juicio investigador, relativizan y hasta niegan, según el grado de apartamiento de nuestra fe, las otras proyecciones proféticas del Apocalipsis, especialmente de las trompetas e incluso de las bestias apocalípticas. Recuerdo también cuando un profesor australiano en La Sierra, reaccionó ante mi testimonio del valor que han adquirido los EE.UU. a nivel mundial, en cumplimiento de la profecía representada por la segunda bestia del Apocalipsis, diciendo:  “leí los otros días que la Unión Europea y el Asia van a relegar al segundo plano a los EE.UU.”
Los alumnos de La Sierra me consultaron en ese entonces especialmente sobre Dan 8:14, ya que el profesor que tenían había presentado el enfoque preterista y se había negado a expresarse con respecto al enfoque que siempre tuvo nuestra iglesia. (Lo habían echado justamente por eso de Southern University, la universidad más conservadora que posee nuestra iglesia en los EE.UU., y la que más ha estado creciendo en este país. Las otras universidades, en especial Andrews, la acusan de competencia desleal. Pero que no se quejen, porque muchos padres de todo Estados Unidos buscan algo más seguro para la formación de sus hijos. Mi hijo Daniel estudió allí y yo quedé bien conforme con la orientación que recibió).
Todos estos moldes teológicos han estado afectando nuestra iglesia en el Norte especialmente, en referencia a USA y Europa. Esto ha hecho que en algunos círculos adventistas que se han puesto a discutir sobre lo que va a ser nuestra iglesia en lo futuro, confronten el “Sur Global” con el “Norte Global”. En el “Sur Global” que se ve en el sur de Asia, el sur de África y América del Sur, se acepta el testimonio bíblico tal como está—según afirman. Al mismo tiempo se cree y se vive esa creencia. También está representado ese “Sur Global” en Norteamérica y Europa por la inmigración. En ese “Sur Global” creen en las profecías de Daniel y Apocalipsis, mientras que en el norte tiende a perderse esa fe. Pero también admiten que si no se logra que los “nativos” del Norte Global adopten la fe adventista, habrá sido una gran pérdida.
Hace ya un siglo se nos anticipó este cuadro en las siguientes palabras. “Entre los habitantes de la tierra hay, dispersos en todo país, quienes no han doblado la rodilla ante Baal. Como las estrellas del cielo, que sólo se ven de noche, estos fieles brillarán cuando las tinieblas cubran la tierra y densa oscuridad los pueblos. En la pagana Africa, en las tierras católicas de Europa y Sudamérica, en la China, en la India, en las islas del mar y en todos los rincones oscuros de la tierra, Dios tiene en reserva un firmamento de escogidos que brillarán en medio de las tinieblas para demostrar claramente a un mundo apóstata el poder transformador que tiene la obediencia a su ley... Y en la hora de la más profunda apostasía, cuando se esté realizando el supremo esfuerzo de Satanás para que ‘todos...’ reciban... la señal de lealtad a un falso día de reposo, estos fieles, ‘irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin culpa’, resplandecerán como ‘luminares en el mundo’ (Filip 2:15). Cuanto más oscura sea la noche mayor será el esplendor con que brillarán” (Ev, 512; véase Isa 60:1-2).

f) Espiritualistas. No nos referimos por este término a espiritistas, sino a personas que tienden a espiritualizar las grandes verdades que Dios nos dio. Esto se ve especialmente en materia profética, y está enraizado en la filosofía dualista platónica griega. Los grandes centros teológicos del cristianismo están impregnados de conceptos dualistas que tienden, además, a espiritualizar las grandes verdades del cristianismo como los judíos y cristianos de Alejandría lo hacían para con las verdades que no podían entender bien de la Biblia. En la actualidad, las realidades celestiales como la del nuevo edén prometido, el santuario celestial y el ministerio de Cristo en ese lugar, son espiritualizadas y desconectadas de su literalidad y proyección material.
Recuerdo cuando en una de las sesiones del DARCOM organizada por el Biblical Research Institute, Jon Paulien expuso un cumplimiento espiritual de las trompetas en la iglesia que fue descartado fuertemente. Gerhard Hasel me dijo en esa oportunidad:  “los símbolos del Apocalípsis tienen en la Biblia un cumplimiento histórico concreto. La espiritualización de su cumplimiento nos aleja del historicismo, y eso no se acepta”. A pesar de eso, Paulien, actual decano de Loma Linda, ha seguido adelante con su propuesta y arrastrado detrás de sí mucha gente que tiende a mirar todo el Apocalipsis con un enfoque espiritualizado.
Otra tendencia a la espiritualización del Apocalipsis se ve también en la interpretación “simbolista” del número enigmático 666, y otros detalles relativos a la interpretación de la bestia apocalíptica de Apoc 13. Incluso las fechas proféticas son presentadas en un plano simbólico cuyo significado no encuentran todavía, pero que confían poder encontrar mediante un estudio del que, por regla general, confiesan no haber tenido tiempo de indagar aún. Todas estas nuevas propuestas tienden a diluir la proyección histórica definida que las profecías apocalípticas siempre tuvieron en el historicismo, a desencarnarla de su realidad y cumplimiento histórico. ¿De dónde provino esta tendencia? De los centros de teología modernos en los que se introdujo un nuevo método para interpretar el Apocalipsis llamado “idealista”, porque en lugar de buscar la conexión definida del Apocalipsis en la historia, se contenta con extraer las presuntas ideas que estarían representadas en sus símbolos.
Pero no se puede reducir el Apocalipsis a un conjunto de mensajes espirituales. Ese último libro de la Biblia fue dado por Dios para orientar a la iglesia en las crisis principales que iban a caer sobre ella desde los días finales de Juan hasta el fin del mundo. Así como se ha hecho notar que el santuario terrenal no era un símbolo de otro símbolo, así también no se puede interpretar los símbolos del Apocalipsis como símbolos de otros símbolos. Son símbolos de realidades concretas que se cumplen en la historia. El número 666, por ejemplo, no es un símbolo de otro símbolo o metáfora denotando, presuntamente, imperfección. Tiene que ver con la identificación de un nombre concreto. Las fechas proféticas no son un símbolo de otro símbolo que no cuadre con un calendario definido…
E. de White advirtió contra la tendencia que se levantaría para espiritualizar las grandes verdades que se nos han confiado. Ella vivió esa tendencia al principio de su ministerio, cuando por influencia de los “universalistas” algunos procuraron explicar la experiencia del chasco dejando de lado el cumplimiento literal de las profecías que sustentaron la fe de los mileritas. Lo mismo hicieron con sus visiones y mensajes. Luego provino la crisis que introdujo Kellog al comenzar el S. XX, con el panteísmo y su comprensión espiritual del templo de Dios, lo que la llevó a redoblar sus advertencias. Esa tendencia fue el alfa de la apostasía que sería reduplicada al final con la aparición del omega en nuestra iglesia. Pero esa tendencia no se circunscribiría al panteísmo, sino que buscaría permear toda la verdad presente que Dios reveló a su pueblo.
“Miles de personas que se envanecen de su sabiduría y de su espíritu independiente, consideran como una debilidad el tener fe implícita en la Biblia;  piensan que es prueba de talento superior y científico argumentar con las Sagradas Escrituras y espiritualizar y eliminar sus más importantes verdades” (CS, 640). “Teorías científicas espúreas se están introduciendo como un ladrón en la noche, ocultando los hitos de nuestra fe y socavando sus pilares. Dios me ha mostrado que los estudiantes… no deben ser educados en tales teorías, porque Dios no respaldará tales teorías. Las tentaciones más engañosas del enemigo están viniendo, y se introducen de la manera más alta y elevada. Estas [teorías científicas espúreas] espiritualizan las doctrinas de la verdad presente hasta que no hay distinción entre la sustancia y la sombra” (MM, 87).
“El seguidor de Cristo se encontrará con las ‘palabras atractivas’ contra las que el apóstol amonestó a los creyentes colosenses. Se encontrará con las interpretaciones espiritualistas de las Escrituras, pero no debe aceptarlas. Debe escucharse su voz en la afirmación clara de las verdades eternas de las Escrituras” (AA, 474-5). “El temor de hacer aparecer la futura herencia de los santos demasiado material ha inducido a muchos a espiritualizar aquellas verdades que nos hacen considerar la tierra como nuestra morada” (CS, 733).

Respuestas cortas

No incluimos el futurismo entre los moldes teológicos que provienen de los centros de teología no adventistas, porque aunque haya algunos centros teológicos evangélicos que sean futuristas, el futurismo en los centros de enseñanza adventistas no ha provenido de esas instituciones. La infiltración del futurismo ha provenido más bien de predicadores fanáticos y extravagantes en relación con las fechas proféticas de Dan 12 y las trompetas. Pero no se ha visto penetrar ese futurismo dentro de las instituciones superiores de la Iglesia Adventista en el “norte global”. Eso ha ocurrido (y puede que todavía queden resabios de tal enseñanza) en algún que otro colegio latinoamericano con algún que otro “teólogo” aislado que asumió esa posición, tocado por esos predicadores sensacionalistas. Contentémonos, pues, con testificar aquí que ese futurismo provino en nuestra iglesia de laicos exaltados que se pusieron a interpretar ciertas declaraciones de E. de White en forma alarmista y fuera de contexto.
Nuestro interés se centra aquí en los fundamentos y pilares de la fe adventista que han sido cuestionados fuertemente en tiempos recientes en algunas de nuestras instituciones del saber en USA y Europa. Por el bien de aquellos que se estén encontrando por primera vez con tales cuestionamientos, será tal vez útil responder brevemente a algunos de esos cuestionamientos en forma breve. Esto lo haremos desde una perspectiva sistemática o dogmática. El objetivo de esas respuestas cortas será también el de ayudar a entender los problemas teológicos en los que nos meteríamos si diéramos rienda suelta a toda clase de propuesta escéptica en lo que tiene que ver con el fundamento y los pilares de nuestra fe.
Comencemos con la inspiración divina. Al minar la confianza en la inspiración divina no solamente de E. de White, sino también de la Biblia, la gente queda abandonada a la deriva, sin anclas que le permitan un asidero firme en lo cual creer (Prov 29:18; Am 3:7). Esto abre las puertas para la introducción de cualquier creencia de invención propia, como los tantos ídolos de fabricación humana que se construyeron en la antigüedad. Todas esas desviaciones están basadas en las especulaciones humanas que se sobreponen a la revelación divina. Entre ellas está la negación del relato bíblico de la creación por la adopción de interpretaciones evolucionistas de la ciencia y de la historia.
Si no podemos creer en un origen concreto y definido, veremos afectarse también nuestra creencia en el fin del mundo. Porque si hemos evolucionado de formas menores indefinidas (guiadas o no guiadas por Dios), si nuestro pasado es ignoto y nuestro devenir monótono, lento, con millones de años de por medio para hacer creíble tal evolución, entonces seguiremos evolucionando con un destino siempre indefinido. Con respecto a la introducción del pecado en el mundo, no podríamos afirmar tampoco que hubiese entrado por un hombre para pasar así, a “todos los hombres” (Rom 5:12ss), ya que cuando hubiera aparecido el primer pecador, habrían habido muchos hombres primitivos, la tierra habría estado semipoblada por habitantes medio animales todavía… Ni hubiera sido necesaria tampoco la redención por otro hombre. ¿Y qué decir del juicio? ¿Para qué? ¿Quién va a rendirle cuentas a su antepasado mono por lo que hizo? Las pruebas de un catastrofismo diluvial tienen que tratarse, en ese caso, de causas naturales y sin una connotación universal. ¿Y el relato tan claro de la Biblia acerca de los orígenes? Habría que espiritualizarlo o tomarlo como una leyenda que quiere proyectar algo diferente…
En estos momentos, el enemigo más temible que está afectando a ciertos círculos de nuestra iglesia en su interior tiene que ver con la negación de la creación tal cual la describe el Génesis. El Adventist Theological Society organizó un simposio justamente sobre ese tema hacia mediados del 2007. De allí es que somos tan sensibles cuando se toca el primer capítulo del Génesis, y nos cuidamos de no ser infiltrados por suposiciones que afirman creer para luego negarlo en la práctica. Ya que no vale de nada guardar el sábado si se le niega al Creador su derecho de autoría.
El principio metodológico de afirmar para luego negar es corriente en la teología católica en varios de sus temas, como por ejemplo, la pretensión de guardar todos los mandamientos divinos para luego negar el segundo y cambiar el sábado, la adopción de la justificación por la fe para luego seguir promoviendo las indulgencias, pretendiendo que constituyen una gracia sobreabundante o excesiva del Señor y de los santos y vírgenes de la iglesia…, etc. También es corriente ese método entre los adventistas autoproclamados “progresistas” que afirman las 28 doctrinas fundamentales de la Iglesia Adventista para luego negar varias de ellas o espiritualizarlas.
¿Qué decir del propósito de la encarnación y de la expiación, los fundamentos mismos de la fe cristiana? ¿Vino el Señor a restituir la imagen de Dios en el hombre, o a terminar de desarrollar a un gorila evolucionado? ¿Con que no era necesaria la muerte del testador o autor de esta Creación (Heb 9:15-16), sino que se dio la muerte del Señor únicamente para darnos un ejemplo de amor? Si así fuera, entonces muchos podrían haberse salvado sin necesidad de la muerte del Redentor, y cada cual podría ser su propio salvador. [Algo parecido llegó a creer Tomás de Aquino, el monje que con sus deducciones silogísticas puso las bases teológicas de la Iglesia Católica medieval del segundo milenio cristiano. Según él, los más capaces pueden llegar a Dios por sí mismos. La revelación, en cambio, inclusive la cruz, es para la masa no intelectual que necesita de la fe para salvarse].
¿Con que Dios hubiera sido cruel y egoísta si entregaba su Hijo a la muerte para vindicar su Nombre? Así se expresaba el mencionado presidente de Columbia Union College en la primera parte de la década del 90. ¿Acaso no captaba el valor de la integridad moral y la necesidad de mantenerla sin venderla ni sacrificarla ante nada, ni siquiera ante el temor de la muerte? (véase Mat 4:8-10). Por el contrario, es la vida la que se sacrifica antes que renunciar a la integridad y a la justicia. Y el ejemplo máximo de valor y dignidad moral que se nos dio fue el de Dios mismo al entregar a su Hijo a la muerte en la cruz del Calvario (Mar 10:45; Rom 8:32), algo que el Hijo decidió cumplir por su propia voluntad (Jn 10:17-18). De manera que la expiación no puede reducirse pura y simplemente a un “show” de amor. Si Dios quería salvar al mundo y mantener la paz del universo, era necesario revelar no solamente su amor, sino también “su justicia” (Rom 3:21-26). Una “tan grande nube de testigos” heroicos que prefirieron la muerte y la pérdida de seres queridos antes que renunciar a su fe en Dios y a los principios de su gobierno, fue también vista en toda una pléyade de hombres y mujeres de Dios que en la historia bíblica y post-bíblica se mantuvieron fieles a la verdad aún frente a la misma muerte (Heb 11-12:1).
Si Lutero llegó a decir en su canto, “que lleven con furor, los hijos la mujer, todo ha de perecer”, ¿habría de ser distinto en Dios al querer salvar al hombre? ¿Habría Dios revelado una cobardía a la hora de entregar a su Hijo para que muriese por todos nosotros (Rom 8:32 ), cobardía que no aceptaría de los que quisieran servirlo en este mundo de pecado? (Heb 2:14-15; Apoc 2:10; 21:8,27). Era necesario, pues, que el Hijo de Dios revelase esa entereza moral divina para que la redención fuese algo digno de considerar. ¿Qué criatura del universo podría proyectarse confiada a la inmortalidad con un Ser Supremo Creador y Redentor cuya integridad moral no hubiera podido probarse en su juicio? Fue por la seguridad de todo el universo que Dios debía condenar al pecado en la muerte de su Hijo, y mantener viva la reputación de su Nombre. Ya que la justicia que se reveló allí no fue la de un gorila evolucionado ni la de un ángel, sino la de Dios mismo en la carne humana (Rom 3:21-26). Era a través de un substituto divino que pagara el precio del pecado que el universo entero debía contemplar la humanidad redimida para poder aceptarla en su seno y a perpetuidad (Rom 3:23; 6:23; 2 Cor 5:14-15).
No negamos, pues, nuestra redención pasada, sino que la afirmamos con todo nuestro ser. Pero tampoco nos quedamos relegados a ella sin avanzar y mirar para adelante (véase Heb 5:11-14; 6:1ss). De lo contrario, su pago expiatorio no hubiera servido de nada. Hay todo un proceso de redención que se selló inicialmente con la muerte expiatoria del Cordero de Dios (Dan 9:24), y se garantizó en su resurrección como “primicias” de la resurrección final de los justos (1 Cor 15:20-23). En ese entonces nuestro Señor fue hecho “Señor y Cristo (ungido)” “a la diestra de Dios” “según el orden de Melquisedec” (Hech 2:32-36; Heb 1:3; 2:14-18; 6:20). Pero su ministerio sacerdotal debía continuar hasta su consumación (1 Cor 15:23-28; Heb 8:1ss). Todo ese plan de salvación estaba proyectado y enmarcado en un “orden” predeterminado, que se cumpliría en etapas sucesivas que tendrían un comienzo, un desarrollo y un fin.
Mientras que la Epístola a los Hebreos fue dada especialmente para afirmar ese comienzo y desarrollo, el Apocalipsis fue dado para proyectar ese desarrollo teniendo como meta principal revelar su consumación. La negligencia de esa consumación en el Apocalipsis a favor de su inauguración esconde nuevamente el deseo de escapar al juicio venidero. Se trata de un intento de resolución fácil para nosotros que cayó exclusivamente sobre la responsabilidad del Hijo de Dios, pero que no implica de nuestra parte como pecadores, una responsabilidad personal que sea consecuente con la solución divina ofrecida. Los que pretenden defender el valor de la cruz de Cristo que la doctrina del juicio investigador debilitaría, según su concepto, no se dan cuenta que le están queriendo privar al Hijo de Dios del privilegio y derecho de ser honrado, glorificado y alabado en la corte celestial, ante todo el universo, por sus triunfos logrados al morir por el pecador. Al considerar en el juicio, a través del testimonio de la Iglesia que se percibe en los registros celestiales (Ef 3:10-11; véase Dan 7:9-10), el gran amor redentor y la sabiduría divina que concibió todas las cosas, todas las criaturas celestiales alaban a Dios no sólo por su creación, sino también por su redención (Jn 5:22-23; Apoc 4-5).
Los adventistas fuimos levantados por Dios para poner la mirada de la gente en el juicio investigador que se lleva a cabo en el cielo con el Creador y el Redentor siendo los protagonistas principales, y los ángeles de Dios secundándolos en esa obra de juicio. Ese juicio ya comenzó en el cielo y pronto tendrá su consumación en la destrucción final del mundo (Dan 7:9-14; 8:14; Apoc 14). Pero así como hay “mojados” que procuran entrar en otros países para vivir como “ilegales”, sin pasar por la aduana;  así también hay quienes pretenden que podrán entrar en la ciudad de Dios sin tener que visar la legitimidad de su ciudadanía frente al arca que contiene la ley de Dios (Apoc 11:18-19). Esto podrá ser posible ante seres humanos y sistemas de control falibles, pero no para con Dios (Mat 22:11-14; Gál 6:7). La integridad de Dios es la integridad de todo el cielo y de su sistema de gobierno (Rom 3:4; Apoc 16:5-7; 19:1-3). Así, la salvación se consumará cuando la redención espiritual se encuentre con la redención física de la creación entera (Rom 8:20-23), y Cristo sea coronado ya no como rey-sacerdote en un reino de mediación como fue al comienzo según el orden de Melquisedec (Heb 5:8-10; 6:20), sino como rey de la Nueva Jerusalén donde el segundo David será rey para siempre (Luc 1:32-33; 19:12ss; Hech 1:6-7; Apoc 19:7-9; 21-22).
Ese fue y sigue siendo el objeto de las profecías apocalípticas. Fueron dadas no como profecías condicionales, sino como un bosquejo definido del futuro para demostrar que el plan de salvación del mundo no depende del hombre, sino de un programa divino que triunfará independientemente de cuántos lo rechacen o acepten. Y para los que quieran ser salvos y venzan en su lucha contra el mal, tales anticipaciones tendrían el propósito de afirmarlos en las seguras promesas de Dios, para que su fe no desmayase en medio de las tribulaciones anunciadas. Las profecías apocalípticas fueron dadas para responder al clamor de los justos que son maltratados y mueren vilmente y que, al morir, exclaman:  “¿Hasta cuándo, Señor?” (Apoc 6:9-10). La espiritualización de tales profecías, y de las verdades fundamentales del cristianismo y del pueblo remanente final, procuran socavar esa confianza, diluirla, hasta transformarla en algo indefinido.

B)  Soberbia y suficiencia propia

Mi pasaje por la Universidad de Estrasburgo me permitió conocer y hacer amistad con buena gente. Los que allí enseñan tienen que tratar con personas de diferentes credos y teologías que van a estudiar a esa universidad, razón por la cual han aprendido a dar buen trato a los que creen diferente que ellos, y a respetarlos en sus creencias. “Ud. puede creer cualquier cosa”, me dijo uno de ellos al principio. “Lo único que le vamos a requerir es que sea consecuente. No le vamos a permitir que diga una cosa aquí y otra diferente después allí”. Al ver el entusiasmo que tenía por mis estudios, otro profesor me dijo:  “No descuide su familia”. ¿Podría alguien atreverse a acusarlos de soberbia y suficiencia propia, en un contexto tal? En asuntos de fe y conciencia, eso dependerá de la actitud que cada cual asuma delante de Dios según la luz que recibió.
Lo que es humildad o soberbia no se mide simplemente por la apariencia exterior manifestada en ciertos contextos. En la aparente soberbia puede haber humildad, y en la aparente humildad puede esconderse soberbia. Una persona puede parecer humilde en algunas cosas, pero basta que le toquen algún punto sensible como para que salte su amor propio. En lo que respecta a la fe, la soberbia se manifiesta en la actitud asumida ante la revelación divina. Cuando se interpone la sabiduría humana por encima de la sabiduría divina, cuando las especulaciones filosóficas de los hombres finitos pretenden suplantar un claro testimonio divino, entonces se puede estar seguro de que la propuesta teológica esconde soberbia y amor propio. Pablo lo detectó de una manera notable al desenmascarar a los sabios de este mundo. “Jactándose de ser sabios”, dijo, “se volvieron necios” (Rom 1:22), y “cambiaron la verdad en mentira” (v. 25; véase 1 Cor 1:20-21).
La revelación no juega. Cuando tiene que definir el problema básico de la humanidad que es el orgullo, no importa en qué nivel se manifiesta y la manera en que se busca camuflarlo, lo expone. En relación con la actitud asumida con respecto a la Palabra de Dios y sus verdades fundamentales, E. de White se expresa de la siguiente manera: “Miles de personas que se envanecen de su sabiduría y de su espíritu independiente, consideran como una debilidad el tener fe implícita en la Biblia; piensan que es prueba de talento superior y científico argumentar con las Sagradas Escrituras y espiritualizar y eliminar sus más importantes verdades” (CS, 640). Con toda sencillez y seguridad, podemos afirmar que hay, en la actualidad, mucha soberbia en un buen número de "nuestros" doctores. No sólo el título que trajeron de afuera, sino el cargo que ostentan en nuestras universidades, los hace sentirse intocables.
En teología, el reclamo de libertad a menudo esconde soberbia, porque sólo en la verdad hay verdadera libertad (Jn 8:32). Y esa verdad libertadora está en Cristo y en su Palabra (Jn 8:36; 14:6; 17:17). No nos referimos acá a la libertad civil que debe involucrar la libertad religiosa. A nadie debe torturarse ni propinársele la muerte por renegar de su fe. Eso pasó en la Edad Media. Pero hoy, todo el que quiere puede, en principio, aceptar una fe o rechazarla, sin compulsión. Y en lo que respecta a la libertad, debemos recordar que debe garantizársela tanto para una persona individual o algunos pocos, como para un cuerpo entero de gente (una iglesia). La falta de responsabilidad e integridad moral puede provenir de quienes pretenden seguir formando parte de un pueblo que acepta la revelación divina y sus verdades fundamentales, mientras procuran destruir la fe de ese pueblo con filosofías ajenas a esa revelación. En lugar de libertad, puede ser eso una evidencia de traición a un cometido sagrado.
Al hablar de libertad en un contexto de soberbia lo hacemos aquí en una dimensión espiritual, en la postura que un hombre o una mujer asume ante la Revelación. Para no complicar las cosas, vamos a contextualizarlo con una ilustración. Jean Claude Verrecchia fue un colega que tuve en la Universidad de Estrasburgo y más tarde en la enseñanza de teología en nuestro seminario francés. Recuerdo cuando un sábado predicó en la iglesia del seminario diciendo que había que ser valiente y atreverse a contradecir las creencias de la iglesia. Siendo que las iglesias en Francia eran más conservadoras que sus doctores y pastores formados por esos doctores, hubo quejas en la hermandad por sus declaraciones (ya que lo mismo predicaba doquiera iba).
¡Epa, epa! ¿A qué se refería cuando requería libertad predicando de esa manera? ¿Había que negar la existencia de un santuario celestial porque Filón de Alejandría, un judío influenciado por Platón, así lo había proyectado? Mi amigo no era ningún reformador, sino un detractor de la fe cristiana que estaba queriendo introducir conceptos paganos ajenos a la revelación divina. Sus estudios en la Universidad de Estrasburgo se le habían subido a la cabeza. Para ese entonces escribió un artículo en la Revista Adventista cuyo editor, Sauvagnat (quien también arrugó en la misma universidad al preparar su doctorado), le publicó. En ese artículo decía que los antiguos veían detrás de cualquier árbol, piedra o monte un santuario en el cielo, algo primitivo que nosotros, en el S. XX, no podemos creer (un desprecio implícito a nuestra fe). También hacía referencia a otro pastor que se había doctorado, y decía que sin duda iba a ser criticado por el pecado de ser otro “savant” (sabio, erudito). Uno veía detrás de esas declaraciones mucho del veneno de la serpiente cuando promovió el “ego” en Eva diciéndole:  “seréis como dioses”, pasaréis a formar parte de un clan más sabio… “Los alardes de ‘liberalidad’ ciegan a los hombres” (CS, 576).
¡Por favor, que mi amigo no se compare todavía a sí mismo con Lutero, el monje agustino que se rebeló contra la iglesia medieval de Roma! Ya que el gran reformador alemán, y los demás reformadores que lo siguieron, se levantaron contra la escolástica aristotélica especialmente tomista que la Iglesia Católica Romana había terminado adoptando como su fundamento eclesiástico. Los protestantes se rebelaron contra ese escolasticismo helenizado porque suplantaba la Biblia.
Admitamos también que, aunque Lutero libró a muchos de Aristóteles, el gran filósofo pagano griego, no recibió suficiente luz como para librase a sí mismo totalmente de Platón, quien a través de Agustín de Hipona fundó la iglesia medieval romana del primer milenio. La reforma debía continuar y, nosotros, los adventistas, tomamos esa antorcha de la Reforma y la llevamos a su etapa final. El dualismo griego de Platón, que niega la existencia de la materia en el cielo, no tiene cabida dentro del pensamiento revelado por Dios en la Biblia. De manera que la corriente de liberación que nuestro amigo Jean Claude Verrecchia quería introducir en nuestra iglesia, y tantos otros como él en Europa y los Estados Unidos, era un engaño. Sólo la verdad revelada puede traer verdadera libertad (Jn 8:32), y esa verdad nos dice que hay “un templo en el cielo” con muebles equivalentes a los que había en el templo terrenal (Heb 8:1-2; Apoc 11:19; 14:17; 15:5, etc).
¿Vamos a creerle a Platón en lugar de creerle a Dios? ¿Vamos a creerle a Jean Claude Verrechia y a tantos otros ilusos presuntos “liberadores” como él que, con sus especulaciones particulares, pretenden haber descubierto en las universidades donde estudian una “verdad presente” que no es otra cosa que “mentira presente” (por no decir “vieja mentira”), en lugar de creerle al Señor? ¿Debía la Iglesia Adventista abandonar su mensaje del ministerio de Cristo en el santuario celestial para seguir a un esclavo del pensamiento griego?
La esposa abandonó a nuestro amigo poco después, y el marido de otra profesora que se relacionaba con él también abandonó a su mujer… Pero JCV volvió a casarse, y volvió a la enseñanza de teología donde continuó ejerciendo como docente por más de 25 años (gran parte de esos años ejerció como presidente del seminario o Instituto de Teología Adventista de Collonges-sous-Saleve). ¿Quién renueva ahora toda una generación de pastores franceses helenizados que niegan la existencia de un santuario celestial, así como todas las demás verdades que de allí emanan y forman el fundamento de nuestra fe adventista? Actualmente, nuestro amigo está enseñando en Newbold College, la institución superior principal de la División Trans-Europea que se encuentra en Inglaterra.
La verdad no va a dejar de ser verdad porque se levanten muchos que la nieguen. Habrá gran pérdida, por supuesto. Pero la verdad triunfará, y nuestro triunfo individual dependerá de que queramos adherirnos a ella o dejarnos arrastrar por la corriente infernal de engaño que introdujo el diablo en el mundo. "Pero yo”, dice el Señor, “miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu y que tiembla ante mi Palabra” (Isa 66:2).
“Es tan fácil hacer un ídolo de las falsas doctrinas y teorías como tallar un ídolo de madera o piedra… Aunque en forma diferente, la idolatría existe en el mundo cristiano de hoy, tan ciertamente como existió entre el antiguo Israel en tiempos de Elías. El Dios de muchos así llamados sabios, o filósofos, poetas, políticos, periodistas—el Dios de los círculos selectos y a la moda, de muchos colegios y universidades y hasta de muchos centros de teología—no es mucho mejor que Baal, el dios sol de los fenicios” (CS, 640).
Jean Claude Verrecchia se propuso demostrar en la Universidad de Estrasburgo que su iglesia se equivocaba al afirmar que existía un santuario celestial, y llegó a la conclusión con la cual partió de antemano en sus estudios. Delante de 50 miembros de iglesia dijo públicamente en la defensa de su tesis doctoral, que no creía en lo que creía su iglesia. Uno de los profesores del jurado, sin embargo, Pierre Prigent, quien acababa de escribir un comentario sobre el Apocalipsis, le dijo al final de la defensa de su tesis:  “Sus argumentos no me han convencido. Los autores bíblicos creían en la existencia de un santuario celestial. Si eso podemos creerlo o no hoy, es otra cosa”.
“Dios dispuso que las facultades intelectuales del hombre fuesen consideradas como don de su Creador y que fuesen empleadas en provecho de la verdad y de la justicia; pero cuando se fomenta el orgullo y la ambición y los hombres exaltan sus propias teorías por encima de la Palabra de Dios, entonces la inteligencia puede causar mayor perjuicio que la ignorancia” (CS, 629-30). “Cuanto mayor sea la luz concedida, tanto más densas también son las tinieblas de aquellos que la pervierten o la rechazan” (CS, 629).
“Cuando llegue el tiempo de [predicar el mensaje del tercer ángel] con el mayor poder, el Señor obrará por conducto de humildes instrumentos… Los obreros serán calificados más bien por la unción de su Espíritu que por la educación en institutos de enseñanza” (CS, 664). “En la solemne obra final, pocos grandes hombres serán ocupadosDios manifestará que no depende de seres mortales doctos y engreídos” (5 T, 80,82).
Antes de pasar al siguiente punto, resaltemos algunas expresiones que por allí se les escapan a algunos “doctores” en su trato con los demás. Jon Paulien, por años director del departamento de Nuevo Testamento en Andrews University, y especializado en el Apocalipsis, me habló por teléfono un día sumamente alterado porque yo había criticado (prácticamente destruido) ciertos argumentos que él daba sobre la estructura literaria del Apocalipsis, que él había trazado en base al ritual del tamid en la Mishnah y las fiestas judías. Me reconoció ser yo el especialista más grande en el santuario, pero me dijo:  “sobre el Apocalipsis yo estudié más que tú”. Personalmente he aprendido aún del más simple con preguntas tontas que, en mi esfuerzo por responderlas, me han permitido abrir la mente a nuevas facetas de la teología de determinado tema.
Cuando visité con mi esposa por primera vez 3 ABN al sur del estado de Illinois, una ancianita que trabajaba de voluntaria allí y había dado muchas donaciones para ese ministerio, nos invitó a parar en su casa. Quería conocerme mejor, sin ocultar su negativismo contra los “doctores” en teología. Comenzó preguntándome qué es lo que creía yo con respecto a lo que le había dicho el Dr. Jon Paulien quien también había estado en su casa. Ese doctor le había dicho que había tres niveles dentro de la Iglesia Adventista. “Primero estamos nosotros, los doctores;  en segundo lugar siguen los pastores;  y finalmente están los laicos”. Eso le había dicho para acallarla en la discusión de algunos temas que ella quería considerar con él. [No crean que a mí me fue del todo bien tampoco con esa ancianita, por más buen trato que me dio, ya que tomó mi libro de 720 páginas (The Day of Atonement), y me dijo que podía llegar a las mismas conclusiones que yo mediante “short cuts” (acortando camino)].
Este invierno (Enero) escuché en una reunión de pastores de la Unión del Sur en Daytona Beach, dar testimonio a un buen número de ellos diciendo que todos los alumnos sabíamos que Jon Paulien y Ranko Stefanovic han estado por años negando en la práctica los puntos vitales de nuestra fe profética. Pero allí están, encuentran su asilo en algunas de nuestras instituciones que no se interesan más en mantener lo que es nuestro desde el principio. Y esto lo digo con sencillez de corazón, porque aprendí a dejar con Dios lo que yo no puedo resolver. Debo aclarar esto porque, por el hecho de escribir claro sobre algunos aspectos que involucran a personas, no significa que estoy alterado por ello, ni tengo nada personal con ellos tampoco. Confío en que Dios hará triunfar su obra, y me ocupo de hacer la que me dio lo más fiel posible, dejando con él lo demás. En lugar de perder la cabeza, como lo hacen algunos extremistas radicales, creo que a su tiempo Dios arreglará las cosas.
“Aquellos que no comprenden la necesidad de lo que debe hacerse, serán pasados por alto, y los mensajeros celestiales trabajarán con aquellos que son llamados gente común, capacitándolos para llevar la verdad a muchos lugares” (15 MR, 312). “Lo que se necesita es disciplina de espíritu y limpieza de corazón y pensamiento. Esto es de más valor que el talento brillante, el tacto o el conocimiento. Una mente corriente, educada para obedecer un ‘Así dice el Señor’, está mejor calificada para la obra de Dios que aquellos que tienen aptitudes, pero que no las emplean correctamente” (RH, Nov 27, 1900).
“Aún el discípulo iletrado podrá resistir las dudas y las preguntas que los infieles puedan producir, y reducirá a la vergüenza los sofismas de los burladores… Aquellos que por razonamiento no podrían vencer los engaños satánicos, darán un testimonio positivo que confundirá a hombres supuestamente doctos… ¿Por qué el hombre iletrado tendrá este poder, del que carece el hombre docto? El iletrado, mediante la fe en Cristo, ha entrado en la atmósfera de la verdad pura y clara, mientras que el docto se ha alejado de la verdad... La verdad que habla bajo la inspiración del Espíritu es tan pura y notable, y lleva consigo un poder tan indisputable, que su testimonio no puede ser contradicho” (8 MR 187-8).
Al leer los mensajes de Samuele Bacchiocchi y ver cómo elogia a otros poniéndolos en la cumbre del saber, no puedo sino recordar lo que Jesús dijo a los doctores de la ley en sus días:  “unos a otros se buscan gloria” (Jn 5:44). Entiendo que el propósito de Samuele es vender, y refleja la tendencia de la gente de hoy que quiere tener documentación sólida. Porque la solución no está tampoco en dar alimento espiritual chatarra. No veo tan mal que se busque reconocer a quienes se han esforzado por obtener un título, como es típico en las universidades adventistas también. Asimismo los que logran hacer grandes cosas para Dios. Pero hay un peligro en todo eso.
El reconocimiento público que los unos puedan darse a los otros, en una naturaleza caída como la nuestra, esconde sus riesgos. A veces, el engrandecimiento público del otro puede ser un medio indirecto de buscar aceptación propia, una especie de “yo te cuido el nido y tú me cuidas el mío”, lo que implicaría un compromiso, una manera de silenciar al otro para que no se meta en lo que no está de acuerdo conmigo. Esa es la clase de compromiso que está buscando la Iglesia Católica hoy mediante su ecumenismo, requiriendo a las demás iglesias hablar sólo de lo que tienen en común…
“Satanás trata continuamente de atraer la atención hacia los hombres en lugar de atraerla hacia Dios. Hace que el pueblo considere como sus guías a los obispos, pastores y profesores de teología, en vez de estudiar las Escrituras… Dirigiendo luego la inteligencia de esos mismos guías, puede entonces también encaminar las multitudes a su voluntad” (CS, 653). “Muchos siguen los pasos de los doctos… Sacrifican su juicio individual y sus intereses eternos al descreimiento, orgullo y prejuicios de otra persona” (CS, 655).
“La teología, así como se la estudia y enseña, en gran medida no es otra cosa que un registro de especulación humana, que sirve sólo para ‘oscurecer el consejo mediante palabras sin conocimiento’. Demasiado a menudo el motivo al acumular muchos libros no es tanto un deseo de obtener alimento para la mente y el alma, como una ambición de poder estar familiarizado con los filósofos y teólogos, un deseo de presentar el cristianismo a la gente en términos y propuestas eruditas” (MH, 442). “Las verdades que se encuentran explicadas con la mayor claridad en la Biblia han sido envueltas en dudas y oscuridad por hombres doctos… con ínfulas de gran sabiduría” (CS, 656). “Todos los que fían en los dictámenes jactanciosos de la razón humana y se imaginan poder explicar los misterios divinos y llegar al conocimiento de la verdad sin el auxilio de la sabiduría de Dios, están presos en las redes de Satanás” (CS, 659).
Para algunos, “los viejos hitos les parecen confusos y extraños. Hubo una vez en la que se aferraron a los pilares de la fe con una mano firme, pero ahora sus manos están resbalándose. Orgullo y amor a la ambición posee la mente. Hay un halago de sí mismos de ser ‘ricos, con incremento de bienes, y no necesitar nada’, mientras lo exactamente opuesto es la condición de la iglesia” (10 MR, 386).

C) Resentimiento y amargura. Esta es otra causa que explica la situación teológica en algunos centros de teología en el “norte global”, y está relacionada con la anterior. Ocurre cuando gente pagada de sí misma es reprendida, se ofende y, de no mediar el Espíritu de Dios, se rebela abiertamente dando rienda suelta a todo espíritu de resentimiento y amargura. Se da desde dos perspectivas. Están aquellos que se volcaron a la “izquierda” por resentimiento, y los que se volvieron resentidos porque sus propuestas teológicas no fueron aceptadas. Estos últimos siguen adelante con sus propuestas a las que ahora bañan con toda su adrenalina.
Teniendo en cuenta este problema de la naturaleza humana pecaminosa, E. de White aconsejó a los dirigentes de la iglesia a cuidar mucho las palabras y el tono de la voz al reprender a otros. Y siendo que todos estamos en la misma olla, sus consejos se nos dirigen también a todos sobre la necesidad de tener el corazón bajo continuo escrutinio. En lo que nos ocupa, debemos cuidarnos de no terminar elaborando una teología que provenga de un corazón infectado.
Gente rebelde y resentida comenzó a escribir en la revista Spectrum a poco de aparecer, lo que hizo que muchos que hubieran podido contribuir con sus aportes teológicos tomasen distancia. En lugar de ser, como se propuso al principio, una revista que permitiese tratar diferentes temas a un nivel profesional para que los que tuviesen dificultades de comprensión con respecto a nuestras creencias pudiesen encontrar respuestas, pasó a ser un vehículo en el que cada cual inyectaba abiertamente su veneno.
No se vio en esa revista un espíritu humilde de consulta y respuesta, sino de ataque a las doctrinas y creencias básicas de nuestra iglesia. Lejos de transformarse en un medio impreso que edificase la fe de los creyentes a un nivel teológico elevado, cada cual se sintió allí libre de hacer sus necesidades. Fue así que algunas instituciones conservadoras dejaron de subscribirse. Aún el Biblical Research Institute dejó de renovar su subscripción (al menos, quedaron por mucho tiempo en el estante algunos viejos números de años anteriores, sin que aparecieran los nuevos números).
Hoy se suma otra revista más cáustica todavía contra nuestra fe que se llama Adventist Today. Con gente así más vale la pena prestar atención al consejo de Pablo a su discípulo Tito. “Evita las necias controversias…”, le advirtió, “porque carecen de provecho y de sentido. Al que causa divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo. Puedes estar seguro de que tal individuo se condena a sí mismo por ser un perverso pecador” (Tit 3:10).
Ya los que reconstruían las murallas de Jerusalén en tiempos de Nehemías debieron orar a Dios diciendo: “¡Escucha, Dios nuestro, cómo se burlan de nosotros! … No pases por alto su maldad ni olvides sus pecados, porque insultan a los que reconstruyen” (Neh 4:4-5). También debió responder Nehemías a los que le pedían que se reuniera con ellos:  “Estoy ocupado en una gran obra, y no puedo ir. Si bajara yo a reunirme con Uds., la obra se vería interrumpida”. “Cuatro veces me enviaron este mensaje”, contó Nehemías, “y otras tantas les respondí lo mismo” (v. 5). En un quinto intento lo amenazaron con una calumnia, para asustarlo y obligarlo a entrar en discusión con ellos, pero Nehemías respondió: “Nada de lo que dices es cierto. Todo esto es pura invención tuya” (Neh 6:3-9).
“Hay peligro en la actualidad de quienes perdieron de vista las verdades importantes que se aplican a este período de tiempo, y buscan cosas nuevas, extrañas y fascinantes. Muchos, si son reprobados por el Espíritu de Dios a través de sus agencias señaladas, rehúsan corrección, y se implanta en sus corazones una raíz de amargura contra los siervos de Dios que llevan cargas pesadas y desagradables” (The E. G. White1888 materials, 191). “Si Satanás puede impresionar la mente, e incitar las pasiones de los que pretenden creer la verdad, y así llevarlos a unirse con las fuerzas del mal, queda bien complacido. Si puede una vez conseguir que se comprometan por el lado equivocado, extiende sus planes para conducirlos en un largo viaje; mediante sus artimañas engañosas hará que actúen sobre los mismos principios que él adoptó en su deslealtad en el cielo. Toman el camino falso paso a paso, hasta que parece no haber otra salida que irse, creyendo que están en lo correcto en sus sentimientos de amargura hacia sus hermanos” (6 MR, 277).
La verdad que se predica traerá amargura creciente y oposición. Mucho depende de vuestra actitud con respecto a esto. Dios quiere que estén en su puesto como centinelas fieles, y no le den cuartel al enemigo…” (3 MR, 188).  “Cuando el zarandeo viene por la introducción de falsas teorías, estos lectores superficiales que no se afirman en ningún lado, son como la arena movediza. Se deslizan a cualquier posición que se acomode a sus sentimientos de amargura” (TM, 112). “Los que rechazan a Cristo y rehúsan creer en la verdad se llenarán de amargura contra los que aceptan a Jesús como su Salvador personal” (ML, 77).
Somos mirados con celos y amargura porque no aceptamos como evidencia las declaraciones de los hombres…; pero no podemos comprar la paz y la unidad sacrificando la verdad. El conflicto puede ser largo y penoso, pero debemos aferrarnos a la palabra de Dios a cualquier costo. ‘La Biblia, y la Biblia sola’, debe ser nuestro lema” (15 MR, 23).
“Es el plan de Satanás debilitar la fe del pueblo de Dios en los testimonios”. “Satanás conoce cómo hacer sus ataques. Trabaja sobre las mentes para despertar celos y desconformidad hacia los que están a la cabeza de la obra. Los dones son seguidamente puestos en duda. Entonces, por supuesto, ellos tienen poco peso, y se desconsidera la instrucción dada a través de la visión. Luego sigue el escepticismo en relación con los puntos de nuestra fe, las columnas de nuestra posición, entonces la duda sobre las Santas Escrituras, y de allí, la marcha descendente a la perdición… Al dar lugar a las dudas y al descreimiento en relación a la obra de Dios, y al acariciar sentimientos de desconfianza y celos crueles, se están preparando para un engaño completo. Se levantan con amargos sentimientos contra los que osaron hablar de sus errores y reprobar sus pecados” (5 T, 672).
[También el resentimiento se manifiesta en la extrema “derecha” de algunos que pretenden ser enviados por Dios para acusar y condenar a la iglesia por el liberalismo que ha entrado en ella. No se dan cuenta que de esa manera completan la obra del diablo de destruir a la iglesia. Al mismo tiempo, demasiadas veces se ha visto que esos predicadores exaltados esconden pecados iguales o peores de los que condenan. El Señor no los envió. Aprovecho aquí también para advertir que el material que estoy compartiendo en estas páginas con los pastores, con ilustraciones que hagan vívido y llamativo el material, no debe ser usado fuera de este contexto para incitar el fanatismo de esos extremistas que viven buscando faltas en la iglesia para limpiarse a sí mismos.
No alberguemos ningún espíritu de destrucción, ni de personas ni de instituciones ni de la iglesia en general. Mi único deseo en estas páginas es dar una orientación clara para quienes no han estado involucrados en estos problemas, pero a quienes de todas maneras les llegan referencias de lo que ocurre en ciertos niveles educativos en USA y Europa. A todos les exhorto a fortalecer la fe de los que están confundidos por los testimonios contradictorios que puedan recibir, a orar para que Dios proteja a su iglesia, y a confiar que por encima de los hombres está el Señor. Es él quien levantó a esta iglesia. El será también quien la hará triunfar. Dejemos con él, entonces, lo que nosotros no podemos resolver por nosotros mismos, y demos nuestro testimonio felices porque esta causa vencerá].
“Es verdad que hay una indignación justificable, aún en los seguidores de Cristo. Cuando vemos que se deshonra a Dios y se daña la reputación de su servicio, cuando vemos al inocente oprimido, una indignación justa sacude el alma. Tal enojo, que nace de una moral sensible, no es pecado” (DA, 310). Aún así, cuidemos que “no se ponga el sol sobre” ese “enojo” (Ef 4:26).

D) Inmoralidad. Mucho del resentimiento contra las doctrinas fundamentales de nuestra iglesia proviene de una vida depravada que pocos o nadie conocen. El alma de tales personas queda insatisfecha, porque algo le dice en su interior que se perderá, y procura, de todas maneras, resolver su problema sin abandonar el pecado. Se busca otros subterfugios que no llenan su necesidad espiritual tampoco, ni le permite vivir feliz. Otras veces la inmoralidad no se oculta, sino que se la manifiesta abiertamente. Y como los homosexuales se han multiplicado al extremo en el mundo, y requieren que se los tenga en cuenta en los “derechos humanos”, hay instituciones adventistas (especialmente en el oeste de USA), que parecen no poder deshacerse de algunos de esos ejemplares que no esconden su orientación sexual.
Entre los que se autoproclaman “adventistas progresistas” está Fritz Guy, quien escribe a veces para la revista Spectrum. Le interesa el tema de la salvación universal y la moralidad de las relaciones carnales en un mismo sexo (véase http://en.wikipedia.org/wiki/Fritz_Guy ). No es de extrañar que en la revista Spectrum especulase con el hecho de que no tenemos un credo por hacer de la Biblia nuestro credo, para abrirse un camino de libertad que permitiese, en esencia, ir a cualquier lado. Como si la Iglesia Adventista estuviese siempre en un estado indefinido de desarrollo, y no hubiese recogido con los años las perlas incuestionables de la Palabra de Dios que le permiten predicar con certeza el “evangelio eterno” (Apoc 14:6).
Recuerdo cuando vino a Collonges un día el Pr. Knechtle, un laico multimillonario suizo de Nueva York que, de ser uno de los principales colaboradores del gran predicador bautista Billy Graham, pasó a ser un predicador adventista. El estaba constantemente dando conferencias sobre la justificación por la fe en colegios y universidades adventistas. Contó entonces que en más de una oportunidad, gente rebelde (presuntamente “liberal”) en nuestras instituciones venía a él y le pedía ayuda para resolver problemas de homosexualidad, adulterio, etc. Me pregunto cuántos casos de inmoralidad tendrá que presenciar el cielo, que nosotros no sabemos, de aquellos que quieren llevarnos por un camino diferente al que Dios nos trazó.
Los ejemplos ilustrativos para el fin del mundo de Sodoma y Gomorra, así como de los días antes del diluvio en los que la institución del matrimonio se había prácticamente desquiciado, son definidos en la Palabra de Dios (Mat 24:37-39; 1 Cor 6:9-11; Apoc 21:8), y no volveremos sobre ello. Aquí nos interesa destacar el efecto que la inmoralidad produce en la mente de la gente, no importa el nivel intelectual en el que se encuentre. En efecto, el intelecto no salva. Al contrario, puede terminar siendo una piedra de tropiezo con racionalizaciones más sofisticadas que se hagan para justificar o disculpar el mal.
Pablo se refirió a los sabios según el mundo como gente que se apartó de Dios hasta llegar a las formas de degradación más aberrantes (Rom 1). Destacó en esa ocasión también que el rechazo a Dios daña la mente y la lleva por sendas de corrupción. Literalmente dijo que “ como no quisieron reconocer a Dios, él los entregó a una mente depravada” (Rom 1:28). “Por eso Dios los entregó a la inmundicia, debido a la concupiscencia de sus corazones” (v. 24).
Recuerdo cuando un profesor de historia alsaciano en nuestro seminario francés de teología, se burlaba de los escritos de E. de White, y rechazaba algunas de nuestras creencias distintivas. Llegó el día en que una profesora le exigió que abandonara a su mujer alemana y se uniese a ella, sopena de delatarlo. Pero tenía cuatro preciosos hijitos y no quiso hacerlo. Esa profesora renunció a su cargo y cumplió su amenaza. Como resultado salió a luz su problema moral y tuvieron que quitarlo de la enseñanza. Pero quedó viviendo en el área, se reconsagró a Dios y, a pesar de no haber sido empleado de nuevo, comenzó a defender el don de profecía en nuestro medio de una manera tal que no podía hacer otra cosa que asombrarme. ¿Quién puede negar que, en este caso, como en tantos otros, el problema teológico era más bien un problema moral, no teológico en sí?
Otros artículos que publicaron en Spectrum provinieron de la mano del Dr. Enrique Espinoza (doctor en teología), negando abiertamente la doctrina del santuario y del juicio investigador. En esos artículos, este amigo se presentó como formando parte de un cuerpo renovador y progresista de la Iglesia Adventista, que está dejando de lado ciertas creencias míticas (por así decirlo) de su pasado. Como tal se presentó don Enrique a los curas en Argentina, para conseguir enseñar en un seminario católico. ¡Por supuesto! A un progresista tal del adventismo, ¿cómo no se le iba a dar una mano? Pero, ¿cuál fue su problema?
Hasta antes de descubrírsele su adulterio con una joven estudiante mientras enseñaba teología en la Universidad Adventista del Plata, Enrique Espinoza no revelaba (al menos abiertamente) ningún problema con la doctrina del juicio investigador. Una vez que se lo descubrió, se dio cuenta que la doctrina de un juicio investigador era muy riesgosa para su vida personal. Por lo tanto, había que procurar destruirla. Y a eso se estuvo dedicando por un tiempo, mientras seguía viviendo con la joven con la cual adulteró (con unos 20 ó 30 años de diferencia). Esto es doloroso. Pero no podremos hacer nada para ayudarle en su teología a menos que logre resolver el problema moral que lo descartó y lo llevó, todavía encima, a cierto resentimiento contra nuestra iglesia.
Algunos acusan a nuestra iglesia, y en especial a E. de White, de haber rechazado a Ballenger a comienzos del S. XX sin haber respondido a sus cuestionamientos contra nuestra doctrina del santuario celestial. Pero así como no podremos hacer mucho por algunos como este amigo del que venimos de hablar, a menos que resuelva el problema de su vida, tampoco iban a poder hacer mucho E. de White y los líderes de la iglesia por Ballenger en 1905, a menos que resolviese su problema espiritual. E. de White fue a la raíz de su problema, que era el espiritismo, algo que para entonces, sólo ella sabía. “Testifico en nombre del Señor”, escribió, “que el pastor Ballenger está siendo dirigido por agencias satánicas y espiritistas, por líderes invisibles. Los que son guiados por el Espíritu Santo se apartarán de esos espíritus seductores” (Ms 59, 1905).
No importa si la desviación teológica proviene de una vida corrompida moralmente, o si la degradación moral se da como resultado de las falsas doctrinas. La necesidad de ser santificados en la verdad que libera del pecado se aplica a ambos casos. Jesús dijo, en su oración intercesora:  “Santifícalos en tu verdad, tu Palabra es verdad” (Jn 17:17). Y esa verdad, como ya vimos, trae liberación (Jn 8:32-36).
No se puede mantener una teología sana por mucho tiempo si se vive en pecado. Y aún si la convicción religiosa permanece en algunos casos más tiempo en pie, el pecado acariciado debilita y/o anula el testimonio de la verdad. Hay que reconocer que “el pecado no solamente nos separa de Dios, sino que destruye en el alma humana tanto el deseo como la capacidad de conocerle. Por medio del pecado queda desordenado todo el organismo humano, la mente se pervierte, la imaginación  se corrompe, las facultades del alma se degradan. Hay en el corazón ausencia de religión pura y santidad” (PP, 175). “Toda concesión hecha al pecado tiende a entorpecer las facultades y a destruir el poder de percepción mental y espiritual, de modo que la Palabra o el Espíritu de Dios ya no puedan impresionar sino débilmente el corazón” (CS, 527).
Los alardes de ‘liberalidad’ ciegan a los hombres para que no vean las asechanzas de su adversario… Conforme va consiguiendo suplantar la Biblia por las especulaciones humanas, la ley de Dios va quedando a un lado, y las iglesias caen en la esclavitud del pecado, mientras pretenden ser libres” (CS, 576). “Si muchos teólogos no comprenden mejor la Palabra de Dios, es por la sencilla razón de que cierran los ojos con respecto a unas verdades que no desean poner en práctica. La comprensión de las verdades bíblicas no depende tanto de la potencia intelectual aplicada a la investigación como de la sinceridad de propósitos y del ardiente anhelo de justicia que animan al estudiante” (CS, 657-8). Debemos tener siempre en mente que “la Biblia fue dada con propósitos prácticos” (1 MS, 23).
“Alguien que alega haber creído la verdad presente por años y sus hermanos lo consideran digno para ocupar posiciones de confianza, en las misiones o en nuestras instituciones, puede volverse descuidado cuando un cambio de circunstancias lo expone a tentaciones, y al mismo tiempo puede tentar a otros. Su caso es triste en verdad, porque revela los obras de un corazón corrupto, una carencia de los principios que cada cristiano debiera poseer. Cuando alguien a quien se le ha confiado grandes responsabilidades traiciona su confianza sagrada y se entrega a sí mismo en las manos de Satanás como un instrumento de injusticia para sembrar las semillas del mal, corrompiendo los corazones y las mentes de otros, es un traidor de la peor clase. De una mente tal, amancillada y contaminada, la juventud a menudo recibe los pensamientos impuros que conducen a una vida de vergüenza y contaminación” (GCDB, 02-06-93, 7).
Si se quiere tener más datos concretos sobre la carencia de moral de un buen número de gente “liberal” en nuestras instituciones del norte, puede leerse el libro de Samuel Koranteng-Pipim, Receiving the Word. Concluyamos esta sección destacando un testimonio del Espíritu de Profecía. “El carácter de la educación dada debe ser grandemente cambiado antes que pueda dar el molde correcto a nuestras instituciones. No es sino cuando los poderes intelectuales y morales se combinan para el logro de la educación que se alcanza el nivel de la palabra de Dios” (FE, 526).

E) Negligencia de los dirigentes en cuidar y proteger la Iglesia

Otra de las razones por las que algunas instituciones educativas en el “norte global” se han ido lejos o menos lejos en la enseñanza de teología se debe a una negligencia en los dirigentes de esas instituciones y de la iglesia que han preferido dejar correr las cosas sin tomar las medidas necesarias a tiempo. Reconozco que ésta no es una tarea fácil. Cierta elasticidad es necesaria, especialmente en áreas donde la iglesia nunca se definió. Aún en ciertos aspectos en los que sí se ha definido, como por ejemplo, en relación con la naturaleza de Cristo, cierta amplitud se requiere para dar tiempo a la gente a madurar la posición asumida. De todas maneras, se espera que los que son llamados a enseñar en nuestras instituciones estén bien enterados de los distintos aspectos que tienen que ver con la teología adventista, y hayan asumido una posición madura en relación con el tema en discusión.
El problema está en la introducción de métodos, principios y posiciones que atentan directamente contra las verdades fundamentales de nuestra fe. Y al decir que por años, nuestros administradores fueron negligentes, no se está sugiriendo la cárcel, la tortura o la hoguera para los disidentes. El que se levanta hoy contra todo lo que cree el cuerpo de una iglesia tiene todo el derecho de irse, y no sentirse mal si se le pide que se retire en el caso de no tomar esa decisión por sí mismo. Es lo más correcto y natural que la Iglesia Adventista desee tener gente capacitada para enseñar la fe adventista (lo mismo podríamos decir de otras iglesias). ¿O debemos autorizar a un cura, a un bautista o a un pentecostal enseñar teología en nuestras instituciones? El trato que nuestra iglesia da a los que deben retirarse de la obra denominacional por sostener creencias incompatibles con nuestra fe es de lo mejor. Se lo indemniza y se le desea que pueda volver a formar parte del cuerpo.
La orden divina encontrada en las Escrituras incluye la protección de la fe. Pablo escribió a sus dos discípulos: “Mantén la fe” (1 Tim 1:19); sé “retenedor de la fe” (Tit 1:9), También Judas el apóstol escribió:  “Contendamos por la fe que una vez fue concedida a los santos” (Jud 1:3). Y Pablo dio sus advertencias contra los que “resisten a la verdad” (2 Tim 3:8). La verdad divina no es algo incierto. “El fundamento de Dios permanece firme” (2 Tim 2:19), según el apóstol, y permanecerá firme hasta el fin.
Hoy muchas instituciones que captan la necesidad de tener gente preparada, han mirado más el currículum de los candidatos según sus títulos, y poco o nada de la fe que profesan en relación con nuestras verdades distintivas. E. de White reprendió en su momento a administradores y dirigentes de la iglesia por no tomar las medidas necesarias a tiempo en relación con la enseñanza de la verdad. Y reiteró siempre la razón y objetivo de nuestras instituciones educativas.
“Los profesores en nuestras escuelas están obligados a aplicarse a estudiar asiduamente para poder estar preparados para instruir a otros. No se deben aceptar esos profesores hasta que pasen un examen crítico y jueces competentes prueben sus capacidades para enseñar. No menos cuidado debiera usarse en el examen de los ministros. Los que están para entrar en la obra sagrada de enseñar la verdad bíblica al mundo debieran ser examinados cuidadosamente por personas fieles y experimentadas (4 T, 406).
¿Por qué ha habido cierta negligencia administrativa por años de tal manera que ahora la toma de medidas es mucho más difícil? ¿Comodidad? ¿Deseo de no conseguirse problemas como administrador? ¿Pérdida de fe en la administración misma?
Muchas razones históricas podríamos adjudicar, pero tratemos de considerar la realidad actual. Me dijo cierto líder en la Asoc. Gral., hace poco tiempo atrás, que para que los líderes de nuestra iglesia actúen es necesario hacer ruido. Mientras nadie reaccione, nadie se mete. Intervienen sólo cuando las papas queman. ¿Será eso como la expresión del rey de Francia, Luis XIV? “Traten de mantener todo como está, después de mí el diluvio”, dijo ese rey.
Poco antes que apareciera el folleto de la lección que trató acerca del juicio investigador (hace unos dos o tres años atrás), algunos profesores de la Universidad de la Sierra en California mandaron una carta a todos los pastores de la División Norteamericana con una encuesta para saber si había todavía pastores que creían en el juicio investigador. Me extrañó eso y me produjo un malestar, ya que capté la mala intención. Estaban disgustados por el hecho de que se iba a estudiar en nuestra iglesia mundial ese tema que ellos descartaron hace rato. ¿Habrá sido ése el broche de oro que llevó a la Asociación General a tomar la decisión de cambiar al presidente de La Sierra y al Decano de Teología? De hecho, nunca se informó sobre los resultados de tal encuesta, y es probable que muchos ni hayan enviado su punto de vista. De todas maneras, esto me muestra que, cuando quieren, los administradores pueden tomar decisiones. Deduje que el ruido que armaron allí contra un tema que nuestra iglesia mundial iba a estudiar movió a la Asoc. Gral. a intervenir.
Nuestras casas publicadoras adolecen de una falta equivalente. La gente lee cada vez menos, atraída por los datos fáciles que puede encontrar en internet, y por lo que ve en pantalla. De manera que en esas publicadoras se lucha por mantener la economía a flote. Esto las lleva a veces a una competencia desleal, y cada vez menos les importa el contenido que se publica. Algunas publicadoras latinoamericanas están recibiendo libros contaminados de las editoriales adventistas del “norte global”, los están traduciendo, y sembrando las semillas de duda y confusión en aspectos vitales de nuestra fe.
Consideremos un caso. Jon Paulien preparó un devocional sobre el Apocalipsis que muchos están leyendo durante este año. Antes de su publicación, el director del Biblical Research Institute advirtió que ese devocional se apartaba de los principios de interpretación profética de nuestra iglesia. Independientemente del Dr. Angel Manuel Rodríguez, un comité de la Michigan Conference hizo un análisis minucioso destacando decenas de conceptos y posturas contrarias a nuestra fe. Mientras que una de las casas editoras acató el consejo de no publicarlo en base a esa documentación, la otra casa editora aprovechó para publicarlo.
Algo semejante ocurrió con un libro del Dr. Hanz LaRondelle sobre el Apocalipsis que luego publicó la Casa Editora Sudamericana. Hay cosas muy buenas, pero hay otras con desviaciones garrafales, como por ejemplo, la negación de las señales estelares que marcarían el comienzo del tiempo del fin, tal cual lo confirmó E. de White. En todas estas publicaciones de esta gente liberal, que se autodenomina progresista, se mezcla la verdad con el error. Con respecto al Dr. Kellog y su libro panteísta The Living Temple, E. de White escribió: “Los errores sutiles en este libro estaban rodeados de muchas verdades hermosas… Las falacias seductivas de Satanás minaban la confianza en los verdaderos pilares de la fe, que están fundados sobre la evidencia bíblica” (TDG, 126).
Cuando la gente que cree reacciona contra esas invasiones de error, pero ve que los administradores no hacen nada, esa misma gente que cree deja de protestar y decide formar un movimiento de sostén propio (independiente). Lamentablemente otros de esos movimientos se amargan y se vuelven acres contra la organización. Otros aún y felizmente, hacen su obra humildemente y cumplen con la misión de apoyo a la Iglesia Adventista que Dios les dio. En estos momentos, muchos movimientos de sostén propio están haciendo una obra extraordinaria en las misiones mundiales así como aquí, en los Estados Unidos. Dos citas de E. de White (no las tengo conmigo ahora), que citó en su libro Para Ud. que quiere ser presidente el Pr. Pearson (ex presidente de la Asoc. Gral.), hablan del valor que tendrían tales instituciones de sostén propio en los momentos finales de la historia de este mundo, para apoyar a la iglesia.
Todas las instituciones, educativas y no educativas, inclusive las Asociaciones y Uniones, ahora más que nunca, están preocupadas por no verse sorprendidas con demandas que les tiren abajo la salud financiera de la organización. Especialmente después de ver cómo la Iglesia Católica tuvo que quebrar en varios estados por las tantas demandas de abuso sexual a menores de sus sacerdotes, han temido algunos líderes que haya gente que se quiera aprovechar de nosotros…
El presidente de la North Pacific Union se llevó hace unos años atrás a todos los presidentes de sus conferencias o asociaciones, para estudiar lo que el Espíritu de Profecía decía con respecto a la enseñanza en nuestras instituciones. Después de orar y considerar los consejos del Señor volvió decidido a hacer cambios definidos y sustanciales en el Colegio o Universidad de Wala Wala. Algún cambio logró, pero los abogados de la iglesia le aconsejaron no ir más allá… Así le pasó a la Asoc. Gral. cuando quiso prohibir a una iglesia de homosexuales usar el nombre de la Iglesia Adventista, por no ser miembros reconocidos de la iglesia. Perdieron el juicio, y no se atrevieron a apelar a la Corte Suprema de Justicia porque los homosexuales en este país suman varios millones de adeptos e invierten dinero en forma para defender sus “derechos humanos”. De manera que los mismos abogados de la Iglesia Adventista aconsejaron a nuestros dirigentes a dejar las cosas así.
Las leyes laborales son muy fuertes en USA, Europa, y cada vez más en otros países. Los abogados saben a quién tienen que sacarle el dinero. Hace poco despidieron a un pastor en Nueva York porque había estado vendiendo algunos seguros. Le advirtieron del peligro en el que se estaba metiendo, pero no hizo caso. La compañía de seguros finalmente quebró, y un hermano que no pudo beneficiarse de ese seguro decidió demandar al pastor. Pero el abogado le dijo:  “No, no lo demande, porque ese pastor no va a tener dinero para pagarle. Lo más que podrá hacer es mandarlo a la cárcel. Demande a sus empleadores, la Asociación (Conferencia), porque allí está el dinero”. Incluso si un laico invitado para predicar aconseja la separación en una pareja, sin tener título de consejero matrimonial, y hay una pelea en donde se dan golpes, la demanda cae no sólo sobre el pastor, sino sobre la Conferencia y…, y…, y… (¿ya llegué a la Asoc. Gral?).
La verdad en relación con la necesidad de contar con profesores de teología bien fundados en la fe adventista sigue en pie. Consideremos algunas citas de E. de White.
“Cualquiera sea sus logros educacionales, sólo el que cumple con su responsabilidad para con Dios y es dirigido por el Espíritu Santo puede ser un profesor eficaz, o tener éxito en ganar para Dios a los que sean traídos bajo su influencia. ¿Deben aquellos que no prestan atención al consejo divino ser reconocidos como líderes en las instituciones del Señor?—Dios no lo permita. ¿Cómo podemos considerar como guías seguros a los que manifiestan un espíritu de descreimiento, y que fracasan en revelar piedad en palabras y carácter?” (TDG, 248).
“Debieran establecerse centros educativos en lugares sabiamente seleccionados, y debieran conectarse con esos centros a profesores que estén establecidos en la fe” (KC, 40). “¿Qué influencia es la que llevaría a los hombres en este estado de nuestra historia a trabajar de una manera turbia y poderosa para derribar el fundamento de nuestra fe—el fundamento que fue puesto al comienzo de nuestra obra por estudio de la palabra hecho con oración y por revelación? Sobre este fundamento estuvimos construyendo durante los pasados cincuenta años. ¿Se sorprenden de que cuando veo el comienzo de una obra que quitaría algunos de los pilares de nuestra fe, tenga algo que decir? Debo obedecer la orden:  ‘¡Hazle frente!’’” (SpTB02, 58).
“Falsos maestros pueden parecer muy celosos por la obra de Dios, y pueden gastar medios para introducir sus teorías delante del mundo y de la iglesia; pero a medida que mezclan el error con la verdad, su mensaje es de engaño…  Hay que enfrentarlos y oponerse a ellos, no porque sean mala gente, sino porque son maestros de falsedad y se esfuerzan por poner sobre la falsedad la estampa de la verdad” (TM, 55 ing).
“Sabemos que hay muchas escuelas que ofrecen oportunidades para la educación en las ciencias, pero deseamos algo más que esto. La ciencia de la verdadera educación es la verdad que debe impresionar tan profundamente el alma que no pueda ser borrada por el error que abunda por doquiera. El mensaje del tercer ángel es verdad, luz y poder, y presentarlo así de tal manera que produzca impresiones correctas en los corazones, debe ser la obra tanto de nuestras escuelas como de nuestras iglesias, del profesor como del ministro. Los que aceptan posiciones como educadores debieran valorar más y más la voluntad revelada de Dios como está tan plena y asombrosamente presentada en Daniel y Apocalipsis” (6 T, 131).
Después de citar Col 2:4-9, donde el apóstol Pablo advierte de no dejarse engañar “por medio de filosofías y huecas sutilezas…,“ la mensajera del Señor declaró. “¿Quedarán en silencio los hombres de nuestras instituciones, permitiendo que se propaguen engaños insidiosos para la ruina de las almas? Las opiniones del enemigo están siendo esparcidas por doquiera. Semillas de discordia, de incredulidad, de escepticismo, están siendo ampliamente sembradas. … ¿No levantarán barreras contra este mal? ¿No es tiempo de que nos preguntemos a nosotros mismos: ¿permitiremos que el adversario nos induzca a renunciar a la obra de proclamar la verdad? ¿Le permitiremos que nos impida ser canales por los cuales fluyan al mundo las bendiciones del Evangelio como una corriente de vida? (1 MS, 228).
“Mi mensaje para vosotros es:  No consintáis más en escuchar la perversión de la verdad sin protestar. Desenmascarad los atrevidos engaños que, una vez recibidos, inducirán a los ministros, a los médicos…, a ignorar la verdad. Cada uno ha de mantenerse ahora en guardia… Se me ha instruido que amoneste a nuestro pueblo, porque muchos están en peligro de recibir teorías y engaños que socavan las columnas fundamentales de la fe” (1 MS, 230).
“¿Piensan Uds. que mi fe en el mensaje va a flaquear alguna vez? ¿Piensan que puedo permanecer en silencio cuando veo un esfuerzo que se hace para barrer los pilares fundacionales de nuestra fe? Estoy tan completamente establecida en estas verdades como le es posible a una persona. Nunca puedo olvidar la experiencia por la que he pasado. Dios confirmó mi creencia mediante muchas evidencias de su poder” (RH, 06-14-06, 18).
“Todos los que se unen en las filas de los guardadores del sábado debieran ser estudiantes diligentes de la Biblia, para que puedan conocer las columnas y fundamentos de la verdad. Debieran estudiar la historia profética, lo que nos trajo, punto por punto, a donde estamos en este tiempo presente. Este es el plan de Dios para nuestra escuela…, dónde estamos hoy en la historia profética, uniendo eslabón tras eslabón en la cadena profética, desde el Génesis hasta el Apocalipsis” (10 MR, 171).
“La Palabra de Dios contiene la verdad, pero cuando se aplica mal esta Palabra y se la hace reforzar el error, es nuestro deber hacer frente a este peligro sin vacilación. Debemos extender el llamado a nuestro pueblo a volverse de tales teorías, a no recibirlas, a recordarles cómo las recibieron, escucharon y se aferraron a ellas, y arrepentirse… Estas explicaciones [acerca del santuario] socavan los pilares de nuestra fe. Reverencien la Palabra, pero no su mala aplicación para sustentar el error” (MR 760, 16). “Los que acarician y abogan por ideas extravagantes necesitan ser enseñados sobre lo que es la verdad antes de intentar enseñar a otros. No debe permitirse la introducción en la obra de las teorías y suposiciones inventadas por el hombre” (14 MR, 55).
Las instituciones de Battle Creek cayeron al comenzar el S. XX (en la época del alfa de la apostasía), bajo la influencia de gente que perdió de vista los pilares de nuestra fe, razón por la cual E. de White aconsejó no enviar estudiantes a esas instituciones, y abrir otras instituciones. “¿Se maravillan de que tenga algo que decir cuando veo los pilares de nuestra fe comenzando a ser cambiados? Se están enseñando teorías seductivas de tal manera que no se las reconocerá a menos que se tenga un discernimiento espiritual claro. Me mantendré firme con todo el que se mantenga firme en la verdad. Pero no quiero que nuestra gente joven acuda a Battle Creek. Harían mejor si no fueran allá. A todo el que pueda ser manifiestamente engañado como para colocar los sentimientos engañosos que contiene The Living Temple delante de nuestro pueblo, no se le puede confiar la enseñanza de la juventud hasta que se convierta” (1 SAT, 346).
El Señor requiere de mí que lleve un testimonio decidido contra Living Temple. No importa lo que quieran decir sus asociados con respecto a ese libro, yo tomo la posición ahora y para siempre de que es una trampa. Nuestro pueblo en su entero no se unirá sobre las teorías que Ud. ha comenzado a presentar en ese libro. Puede considerar esto decidido para siempre. Como pueblo nos mantendremos firmes sobre la plataforma que ha resistido el examen y la prueba. Nos aferraremos a los seguros pilares de nuestra fe. Los principios de verdad que Dios nos ha revelado son nuestro único fundamento. Ellos han hecho de nosotros lo que somos” (4 MR, 59).

F) Negligencia de la Iglesia en el estudio de la verdad revelada.

De a momentos casi me sentiría tentado a poner este punto como el principal que explica la razón por la cual un buen número de nuestros “doctores” se ha apartado de la fe. Pero ése no es un problema del Señor o de la verdad, sino un problema nuestro. Dios permitió y sigue permitiendo las crisis, para empujar a su pueblo a estudiar su Palabra. De lo contrario, la conformidad con el mundo terminará arrullando en un sueño mortal a su propia iglesia en la tierra.
Aparte de la dirección divina que se vio en los fundamentos doctrinales que pusieron nuestros pioneros con la intervención directa de Dios a través del Espíritu de Profecía, nuestra iglesia estuvo creciendo y madurando gracias a las herejías que se introducían en su seno. Esto fue así a lo largo de su historia. Si no hubiera sido por la crisis de Desmond Ford al comenzar los 80, y de todos los que lo precedieron, jamás habríamos llegado a la comprensión tan vasta de tantas verdades que poseemos hoy.
Dios despertará a su pueblo. Si otros medios fracasan, vendrán herejías entre ellos que los zarandearán separando la paja del trigo. El Señor llama a todos los que creen en su palabra para que despierten de su sueño. Luz preciosa ha venido, apropiada para este tiempo. Es la verdad de la Biblia, que muestra los peligros que están sobre nosotros. La luz debiera llevarnos a estudiar diligentemente las Escrituras y a un examen más crítico de las posiciones que sostenemos. Dios quiere que investiguemos todos los aspectos importantes y posiciones de la verdad ferviente y perseverantemente. Los creyentes no deben descansar en suposiciones e ideas mal definidas acerca de lo que constituye la verdad. Su fe debe fundarse firmemente sobre la palabra de Dios para que cuando venga el tiempo de prueba y sean traídos delante de los concilios para responder por su fe, sean capaces de dar una razón de la esperanza que hay en ellos, con mansedumbre y temor” (5 T, 707-8).
Esto nos trae nuevamente a la tendencia humana que se vio en los discípulos, quienes en la hora suprema en la que se jugaba la salvación del mundo, se durmieron. Jesús los compadeció diciendo:  “el espíritu está presto, pero la carne es débil”. Captó que la humanidad sin su victoria sobre la cruz del Calvario no tendría suficiente fuerza para vencer (Rom 7:12-25). Así también, si no hay agitación, si no hay discusión, si no se levanta gente que se opone, la iglesia duerme plácidamente confiando en los laureles obtenidos en el pasado.
Pero como en toda gresca que se arma en la iglesia del Señor, Dios saca provecho y el diablo busca también sacar tajada. El provecho es que la iglesia avanza en el conocimiento de la fe que Dios tiene reservado para su pueblo hoy. El desperdicio es la gente que se pierde confundida en el entrevero y que cae, especialmente, bajo la influencia de los rebeldes. Y la otra ventaja que consigue a veces el diablo es que la iglesia (más definidamente hoy el “mainstream”), después de cada crisis, tiende a fijar posiciones y a cerrar la puerta a una investigación bíblica más amplia. Los ortodoxos se parapetan o atrincheran en posiciones teológicas rígidas que se formaron al hacer frente a la oposición. En síntesis, se desarrolla en algunos aspectos una teología apologista que se cierra a considerar el otro lado de la moneda.
Voy a ilustrar esto último. La espiritualización del templo celestial en el libro de Kellog, The Living Temple, hizo que en nuestras publicaciones, por prácticamente medio siglo, ni se hablara del templo espiritual que es la iglesia o aún, el cuerpo humano (1 Cor 3:16-17; 6:19-20). No fue sino hasta que se sintieron más seguros de haberse librado de los sofismas panteístas de Kellog que, poco a poco, aún tímidamente, los adventistas se pusiesen a escribir más directamente sobre el verdadero templo espiritual.
Hoy también, varios autores (doctores) conservadores organizan su teología sobre la visión central del Apocalipsis (4 y 5), como para cerrarle las puertas lo más posible a los futuristas de los sellos y de las trompetas que buscan de una u otra forma infiltrarse en nuestras filas (trato de esto en la introducción de mi libro, The Final Crisis in Rev 4 & 5). El futurismo—estamos de acuerdo en la crítica—le aporta a muchos un sensacionalismo más atractivo que el historicismo ya cumplido, porque da rienda suelta a la imaginación. Pero en el caso de los conservadores, hasta se niegan a considerar las citas más claras y contundentes que hablan de esa visión en el contexto del juicio investigador y la recepción del reino del Nuevo David al final de ese juicio. Se los ve incluso, en algunos casos, torciendo lo que dice el Espíritu de Profecía para hacerle decir exactamente lo contrario de lo que dice. Aún gente conocida como conservadora que cree en el Espíritu de Profecía, le oí decir que sin duda E. de White no tenía claro ese punto. Parecieran creer más en Maxwell (sobre Apoc 4 y 5), que en el Espíritu de Profecía y en la Biblia. Felizmente no he visto caer en esa trampa al Biblical Research Institute, quienes han dejado abierta la puerta para un estudio más concienzudo en el futuro.
¿Cuál es el resultado de un congelamiento en la discusión de un tema como éste en el que nuestra iglesia nunca se definió, porque nunca lo estudió a fondo? En que aún logrando frenar por cierto tiempo el futurismo por fuerza administrativa y boicot teológico complotado en algunos sectores que, de paso, no constituyen el “mainstream”, cuando el dique mal puesto se desplome por el peso de la evidencia se van a encontrar en una situación aún más difícil para hacer frente a la avalancha futurista.
Hizo muy bien el Dr. Richard Davidson de incluir una discusión sobre el tema en marzo del año pasado, y en concluir después refiriéndose al tema como “unsettled matters” (asuntos no resueltos aún). Aunque organizaron todo como para procurar cerrar de nuevo la puerta para una consideración más abierta y amplia del tema, terminaron dándose cuenta que eso no era posible, porque no sólo pueden estar faltando a la verdad, sino que la reacción puede venírseles en contra con redoblada fuerza. Ya que el error no se puede vencer con otro error, sino con la verdad, aunque pueda parecer en determinado momento más difícil vencerlo con la verdad. Y aún si se tiene la verdad pero sin poderla sustentar adecuadamente, no podrá llegarse muy lejos tampoco. De allí la necesidad de avanzar…
 “En algunos casos se refuerza tanto un prejuicio por la primera resistencia a la verdad que toman posiciones falsas, y se aferran a ellas, a pesar de la evidencia más positiva de la palabra. En muchos hay un deseo aparente de orar con Dios, y aún cuando la palabra viene del Señor, se sobresaltan resistiéndola, y exclaman contra ella y el mensajero como los judíos lo hicieron diciendo: ‘Está destruyendo los mismos pilares de nuestra fe’. En su ceguera no comprenden lo que constituyen los pilares de la fe” (The Ellen G. White 1888 Materials, 1687).
“Jesús tenía muchas verdades que impartir a sus discípulos que aún no les podía revelar, pues no habían avanzado con la luz que había resplandecido en las leyes levíticas y las ofrendas de sacrificios. Ellos no habían abrazado la luz, ni avanzado con la luz, ni seguido adelante hacia una luz mayor, a medida que la Providencia los guiaba. Y por esta misma razón los discípulos de Cristo hoy no comprenden aspectos importantes de la verdad. Es que la comprensión ha estado tan embotada, incluso la de quienes enseñan la verdad a otros, que muchas cosas no se abrirán ante ellos hasta que lleguen al cielo. Esto no debiera ser así. Pero sus mentes se han estrechado, aunque ellos creen que lo saben todo y establecen un criterio tras otro sobre aspectos de la verdad de los que sólo tienen una vislumbre. La gente ha cerrado sus mentes como si ya no hubiera nada más que aprender y aunque el Señor quiera conducirlos no pueden avanzar bajo la nueva luz. Se aferraron al lugar donde vislumbraron una luz que sólo era un eslabón de la cadena viviente de verdades y promesas que se deben estudiar.
El desarrollo de la verdad será el premio de aquel que con corazón humilde y con temor de Dios busque al Señor y camine con él. La mente que tome la verdad con firmeza ha de expandirse constantemente hacia nuevos horizontes… Y a medida que la mente se aferre a la verdad en toda su hermosura ha de ser elevada, ennoblecida y santificada” (Ms 143, 1897; Cristo Triunfante, 301).
“La historia de la Reforma enseña que la iglesia de Cristo nunca se detiene en su proceso de reforma… La historia de la iglesia nos enseña que el pueblo de Dios no debiera estancarse en sus teorías de fe; por el contrario, debiera prepararse para recibir nueva luz, para abrir la verdad revelada en la Palabra divina. La pasada historia del avance de la verdad en medio del error y de la oscuridad, nos demuestra que hubo una mayoría que no acarició ni buscó la verdad sagrada… La verdad en nuestros días es tan importante como lo fue en los días de los mártires” (Carta 35ª, 1877; Cristo Triunfante, 319).
A pesar de la persecución, el pueblo de Dios “debe proclamar la verdad porque es la verdad. Gemas de pensamiento deben juntarse y redimirse de su relación con el error… Que nada se pierda de la preciosa luz que proviene del trono de Dios. Ha sido malinterpretada y puesta a un lado como indigna; pero ha sido enviada del cielo, y cada gema debe llegar a ser la propiedad del pueblo de Dios y encontrar su verdadera posición en el marco de la verdad. Joyas preciosas de luz tienen que juntarse, y mediante la ayuda del Espíritu Santo ser colocadas en el sistema del evangelio. Son estas gemas las que harán atractivo el plan del evangelio, y deben brillar como estrellas en medio de la tiniebla moral del mundo” (RH, 10-23-94, 6).
Recuerdo cuando el actual presidente de Andrews University, para ese entonces profesor en La Sierra, me dijo en Newbold College, luego de una discusión fuerte en el DARCOM Committee del BRI:  “Hace unos años soy miembro de este comité. Toda vez que aparece una idea nueva reaccionan de la misma manera, a veces fuertemente y hasta airándose. A la vuelta de unos tres o cuatro años, terminan aceptándola”. No fue sino después de una confrontación muy fuerte que tuvieron dentro del BRI sobre la naturaleza de la contaminación del santuario en Dan 8, que se tomaron el trabajo de estudiar a fondo mi trabajo sobre la naturaleza de la contaminación del santuario terrenal en las leyes levíticas, y consideraron que traía una solución a esa discusión. Pero llevarían unos veinte años más antes que Gerhard Pfandle se atreviese a contradecir a Hasel en un folleto de la Escuela Sabática, adoptando mi enfoque, en el sentido de que el santuario era contaminado no solamente por la sangre del sacrificio, sino también por los rebeldes que rechazaban el sacrificio y lo profanaban.
Es así la naturaleza humana. Somos conservadores por naturaleza (aún los liberales en su liberalismo, una vez que lo adoptan no quieren dar el brazo a torcer). Y para abrir la mente, el Señor ha tenido que permitir las herejías que separen la paja del trigo. Lo importante es que se ha avanzado mucho en la comprensión de nuestras verdades fundamentales, especialmente las que tienen que ver con el santuario. Pero todavía subsiste el mismo problema de resistencia a todo lo que contraría posiciones anquilosadas. Y lo más curioso es que les está costando a algunos conservadores ser más conservadores si por antigüedad se refiere, para volver a uno de los puntos fundamentales del adventismo de nuestros pioneros y de E. de White, que tiene que ver con el momento en que el Nuevo David se sienta sobre el trono de David. Nuestros pioneros tenían ese enfoque bien claro. Ciertos teólogos conservadores nuestros hoy parecieran no poder despegarse del molde teológico inauguralista de los evangélicos y de los protestantes en general.

Naturaleza del avance

El no tener credo para no estancarse en la fe por la comprensión limitada que se puede obtener en determinado momento, ha llevado a algunos a malinterpretar lo que significa la verdad progresiva y la verdad presente. La nueva verdad no anula la verdad que fue establecida y confirmada por revelación. El hecho de que tengamos recelos contra todo credo no significa que el edificio espiritual de la iglesia carezca de fundamentos y columnas claras y definidas que lo sostengan. La verdad presente no debilita ni menos anula la certeza de las verdades claramente reveladas y confirmadas en el pasado por el poder de Dios a través de su revelación. Como veremos luego, esas verdades son eternas e inamovibles. Pero aún esas verdades incontrovertibles requieren una comprensión más amplia, y a menos que la iglesia progrese en esa senda, aún las columnas ya establecidas pueden temblar.
“Necesitamos ungir nuestros ojos para poder ver la luz de la verdad. No debemos pensar, ‘bien, tenemos toda la verdad,  entendemos los pilares principales de nuestra fe, y podemos descansar en este conocimiento’. La verdad es una verdad progresiva, y debemos caminar en la luz creciente… Tenemos que tener fe viviente en nuestros corazones, y extender la mano a un conocimiento más amplio y a una luz más avanzada” (RH, 03-25-90, 4). “La verdad es una verdad que avanza, y debemos caminar en la luz creciente” (CW, 33).
“Es esencial que estudiemos las Escrituras mucho más concienzudamente de lo que lo hacemos. Con oración ferviente debiéramos examinar de todo corazón y minuciosamente los pilares de nuestra fe, para ver que no tenemos un apoyo falso. Dios no bendecirá a los hombres en la indolencia, ni en la oposición celosa y testaruda de la luz que da a su pueblo. Muchos que han venido a la fe recibieron las verdades de los labios de los profesores, y no han buscado un conocimiento de la verdad por sí mismos. Están contentos con una mera evidencia superficial. No han obtenido luz creciente mediante investigación diligente de las Escrituras, y no son rápidos para discernir las tentaciones y errores de Satanás”. (RH, 02-25-90, 2). “Nuestros ministros están fracasando aquí. No son estudiantes de la Biblia, son débiles donde podrían ser fuertes, porque adoptan las cosas como dadas sin investigar por sí mismos. No se vuelven poderosos en las Escrituras y en el poder de Dios, porque están satisfechos con la posición y los logros presentes. Necesitan familiarizarse con la profecía, con los fuertes pilares de nuestra fe, con las lecciones de Cristo. Entonces el hombre de Dios, totalmente equipado para hacer buenas obras, hará de su tema una piedad práctica” (RH, 03-04-84, 12).
“La verdad es eterna, y el conflicto con el error sólo hará manifiesta su fuerza. Nunca debiéramos rehusarnos a examinar las Escrituras con los que, tenemos razón para creer, desean conocer lo que es verdad así como lo hacemos nosotros. Si los pilares de nuestra fe no soportan la prueba de la investigación, es tiempo de que lo sepamos; porque sería una locura establecernos en nuestras ideas, y pensar que nadie debiera interferir con nuestras opiniones. Que cada cosa sea traída a la Biblia porque es la única regla de fe y doctrina” (BEcho, 10-15-92, 6).
Esta última cita nos lleva a la siguiente reflexión. ¿Se refiere a una revisión de los pilares de nuestra fe porque pueden no estar bien establecidos? ¿O más bien a la necesidad de revisar constantemente esos pilares para comprobar cuán sólidos son, de tal manera que nuestra fe en ellos pueda resistir la prueba ante la oposición? El contexto de la cita parece favorecer la segunda opción, la que concordaría con todas sus abundantes declaraciones que veremos luego, sobre la inmovilidad y carácter perpetuo de los pilares o columnas de nuestra fe. Aún así, en la historia adventista han habido varios conceptos que debieron eliminarse en algunos aspectos, para adoptar enfoques que pasaron después a ser pilares de la fe adventista.
Bien al principio, E. de White no miró con buenos ojos la introducción del sábado por parte de José Bates. Hasta que tuvo una visión donde vio el arca del pacto, y dentro las dos tablas de la ley con una luz especial brillando sobre el cuarto mandamiento. El tema del sábado pasó a ser así, una columna en la fe de nuestra iglesia.
Durante la mayor parte de la segunda mitad del S. XIX, nuestros pioneros fueron arrianos. Hasta que Dios dio testimonios más definidos sobre la divinidad del Hijo de Dios que, al principio, dejaban confundidos hasta a su propio hijo Willy, ya que contradecía todo lo que habían estado enseñando hasta ese entonces. Y ese pasó a ser otro pilar y fundamento de la fe de nuestra iglesia también.
Igualmente llegó el momento en el que hubo una discusión muy grande con respecto a las entidades representadas por el rey del norte y el rey del sur en Dan 11, así como sobre el “continuo” en Dan 8. Para evitar que se dividiera la iglesia en esa etapa sobre un aspecto que no era vital en esos momentos, E. de White intervino y dijo que más adelante habría más luz. Hoy ese tema está resuelto (algún caso aislado intentó resucitar la posición forzada de Uriah Smith sobre el particular, pero sin éxito).
Aunque nuestra iglesia no se definió por más de un siglo sobre la naturaleza humana de Cristo, sobre si fue prelapsaria o postlapsaria (antes o después de la caída), la tendencia de los adventistas durante la primera parte del S. XX fue creer en la asunción humana del Hijo de Dios después de la caída. Esto se debió a que tomaron una cita aislada del Deseado de Todas las Gentes que parecía ir en esa dirección, sin conocer todo el cúmulo notable de testimonios que E. de White dio durante toda su vida. No fue sino hasta que J. Zurcher, secretario de la Div. Sudeuropea, pidió en la década de los 80 al Centro White en Washington que se definiese sobre la posición de E. de White al respecto, que se buscó compilar todas sus declaraciones. De allí surgió una luz más abarcante que permitió dirimir la discusión. Desde entonces se ha expresado oficialmente nuestra iglesia en las 28 doctrinas fundamentales a favor de una posición espiritual prelapsaria, sin negar todo el efecto que su naturaleza física asumida después de más de cuatro mil años de pecado, podía tener sobre esa naturaleza espiritual (trato de esto ampliamente en mi segundo seminario sobre el santuario, Los Cumplimientos Gloriosos del Santuario, en el primer capítulo). 
La visión de Apoc 4 y 5 nunca llamó demasiado la atención de nuestra iglesia, a pesar de ser la visión central que permea todo el libro. Y aunque E. de White tuvo algunas declaraciones significativas sobre esa visión antes de concluir el S. XIX, no fue sino hacia el final de su vida en el S. XX que comenzó a predicar más definidamente sobre esa visión, declarando lo que Dios le reveló. Sin duda conociendo esas declaraciones, su secretaria y compiladora, Sara Peck, escribió un libro vinculando esa visión con el juicio investigador. Desde entonces un buen número de autores adventistas asumió esa posición hasta el día de hoy. Otros, más específicamente en tiempos recientes, han asumido la interpretación inauguralista para contrarrestar el futurismo de algunos sobre los sellos y las trompetas, y por recibir el molde teológico del mundo protestante que deja poco o nada para el juicio final. Ellos se basaron también en una declaración aislada del libro Deseado de Todas las Gentes, sin conocer todas las demás declaraciones que ella tuvo a lo largo de su vida, y en especial al final de su ministerio profético. (Trato de esto a fondo en mi libro La Crisis Final en Apoc 4 y 5, y en mi tercer seminario sobre el santuario recién publicado, Las Expectaciones Apocalípticas del Santuario).
Lamentablemente, prácticamente la mitad de las declaraciones de E. de White al respecto, y casi todas las que dio al final de su vida, quedaron archivadas esperando que llegasen estos tiempos más modernos para salir a la luz. Siendo que hoy contamos con un CD en el que se encuentran todas las declaraciones de E. de White que nunca se habían publicado antes (ya casi todas publicadas actualmente), tuve la oportunidad de trabajar en ese CD y compilar, con comentarios personales, todas esas declaraciones en mi libro citado en el párrafo anterior (cap 2). Pudiera ser que la controversia con el futurismo interno que usa varias citas definidas de ella que ya se habían publicado antes, más las que vayan descubriendo de mi libro, termine llevando a nuestra iglesia a una comprensión más profunda de esa visión que no ha querido emprender. (Yo creo haber emprendido esa tarea en mis últimos libros, pero sin agotar el tema).
¿Por qué traigo esto a colación aquí? Porque muchas veces escuché decir que si nos atamos a los testimonios de E. de White nos limitamos en nuestra investigación, perdemos nuestra libertad y no podemos avanzar. Por el contrario, mi experiencia como investigador me ha llevado a ver que los escritos de E. de White son un estímulo para seguir avanzando, porque ofrecen una orientación que no traba la investigación, sino que permite escoger el sendero correcto para no ver colapsada la travesía en medio del bosque. Al fin y al cabo, lo que nos interesa es que Dios nos guíe para poder llegar airosos al final del camino.
Un estudio sobre el desarrollo de la verdad en nuestra iglesia es interesantísimo. Hace 11 años atrás estuve ocho horas parado sin comer ni tomar agua en un espacio reducido entre dos estantes de libros, descubriendo embelesado cómo se fue desarrollando la teología de nuestra iglesia. Fue en la librería denominacional que está dentro de la Biblioteca principal de Andrews. Allí pude ver la génesis de algunos libros que, luego de ir avanzando, pasaron a ser asignados a las materias de Biblia del secundario en todo el mundo… ¡Ojalá el Espíritu que guía a toda la verdad no se detenga en su inspiración de nuevas cabezas que se imbuyan primero bien de nuestros mensajes distintivos inamovibles, para continuar trayendo aportes que enriquezcan el pensamiento de nuestra iglesia.

Las clavijas, hitos, cadenas, pilares o columnas y fundamentos de la fe adventista

Esto nos lleva a preguntarnos sobre lo que constituyen los pilares o columnas de la iglesia, y si lo que hoy no es columna de la iglesia, puede por un avance en el conocimiento de la Palabra de Dios transformarse en una columna. De hecho, la comprensión posterior tanto del sábado como de la divinidad de Cristo terminaron transformándose en un pilar de nuestra fe. La definición de lo que son los pilares de nuestra fe, al mismo tiempo, nos permitirá ver qué es esencial en nuestras creencias, y el cuidado que debemos tener de no pretender imponer como pilares y fundamentos lo que no es otra cosa que revoque.
En segundo lugar, debemos mantener siempre presente que la verdad es progresiva y crece sobre fundamentos y columnas inamovibles, no sobre arena movediza ni sobre falsos fundamentos de tal manera que la progresión pretendida significa regresión. También debemos fijarnos de que los materiales que hemos juntado para los pilares sean buenos, no sea que el edificio pierda consistencia, no por no tener un buen fundamento, sino por tener que soportar un material inservible (1 Cor 3:10-14). En torno a las verdades inamovibles confirmadas por revelación se juntan a veces errores que debilitan la estructura teológica de la fe. Por tal razón, se corre el riesgo de dañar el edificio si se impide el desarrollo de la verdad porque en algún punto, se abandonan los ladrillos mal puestos. Pero porque haya una mezcla o revoque equivocado en algunas partes no significa que deba tirarse todo el edificio abajo y fundárselo sobre otros fundamentos y pilares. Dejemos que la iglesia avance sobre sus fundamentos y columnas, descartando todo material agregado que no cuadre con la solidez requerida para el edificio.
¿Cuál es el fundamento, y cuáles los pilares inamovibles de la fe adventista?

El fundamento

El fundamento es la Palabra de Dios (Ef 2:19-22), en donde se encuentra el testimonio de los profetas (AT), del Hijo de Dios y de los apóstoles (NT). Sobre ese fundamento “todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor” (v. 21). Esto nos muestra que el fundamento y los pilares tienen que ver con la santidad del edificio espiritual que es la iglesia. Si se construyen columnas diferentes sobre el fundamento, se profanará ese templo.
“Prestemos atención, entonces, a cómo construimos. Que nadie construya insensatamente. La palabra de Dios es nuestro único fundamento. Toda semejanza de error vendrá sobre nosotros. Algunos de esos errores serán muy engañosos y atractivos, pero si se los reciben, quitarán los pilares del fundamento que Cristo ha establecido y levantarán una estructura de edificio humano. Hay quienes ven, pero no ven, oyen, pero no oyen, y bajo la dirección de Satanás prepararán falsos fundamentos para las mentes humanas” (MM, 87).

Los pilares inamovibles del cristianismo

Sobre el fundamento de la Palabra de Dios (la Biblia), están las columnas de la fe cristiana que tenemos en común con los demás cristianos pero que, sorprendentemente, muchos quieren negar hoy también, si no en su entero, parcialmente. Entre ellos están “los grandes hechos de la creación tal como los presentaron los escritores inspirados, la caída del hombre, la expiación, la perpetuidad de la ley de Dios” (CS, 582).

Pilares monumentales o conmemorativos

También menciona E. de White los “pilares monumentales” o conmemorativos que se apoyan, por supuesto, sobre el fundamento de la Palabra de Dios (la Biblia). Ellos son el bautismo y la Santa Cena. Mientras que el primero abre la puerta de entrada al reino de Dios (Jn 3), el segundo permite la convivencia dentro de ese reino, en virtud del sacrificio pascual efectuado por el Cordero de Dios, y establece lazos de unión que solidifican el edificio. Estos dos pilares conmemorativos del evangelio se inscriben en la experiencia cristiana del pueblo de Dios. También son pilares monumentales o conmemorativos los recuerdos que tenemos de cómo Dios nos ha guiado en el pasado como pueblo, una historia que nunca debemos olvidar.
“Las ordenanzas del bautismo y de la cena del Señor son dos pilares monumentales, uno dentro y otro fuera de la iglesia. Sobre esas dos ordenanzas Cristo ha inscrito el nombre del Dios verdadero” (Ev, 273 ing). “Miremos a los pilares fundamentales, recuerdos de lo que el Señor ha hecho para consolarnos y salvarnos de la mano del destructor” (LHU, 372; 3 SM, 109, 383). “Oh, ¿dónde como pueblo, están nuestras piedras conmemorativas? ¿Dónde están establecidas nuestras columnas monumentales talladas con cartas que expresan la historia preciosa de lo que Dios ha hecho por nosotros en nuestra experiencia? ¿No podemos, en vista del pasado, mirar a las nuevas pruebas y perplejidades—aún aflicciones, privaciones y pesares—y no desmayar, sino mirar al pasado y decir, ‘hasta aquí nos ayudó el Señor’?” (3 SM, 320).
En este contexto cita Sal 79:11-12, para luego decir:  “Queremos tener fresca en nuestra memoria cada lágrima que el Señor ha borrado de nuestros ojos, cada dolor que ha aliviado, cada ansiedad quitada, cada temor disipado, cada misericordia concedida, y esforzarnos por todo lo que está ante nosotros mediante el recuerdo de nuestro peregrinaje” (TDG, 58; SC 125; CC, 364). Y advierte contra los que procuran poner otro fundamento que no contiene esos pilares de verdad que se trazaron en nuestra historia.
“Los que se sujetan a la verdad en forma teórica…, que no han traído sus principios al santuario interior del alma, sino que han guardado la verdad vital en el patio exterior, no verán nada sagrado en la historia pasada de este pueblo, que ha hecho de él lo que es, y lo ha establecido con obreros misioneros fervientes y decididos en el mundo. La verdad para este tiempo es preciosa, pero los que no han quebrantado su corazón cayendo sobre la roca Cristo Jesús, no verán ni entenderán lo que es la verdad. Aceptarán lo que agrade a sus ideas, y comenzarán a manufacturar otro fundamento que el que está puesto. Halagarán su propia vanidad y estima, pensando que pueden remover las columnas de nuestra fe, y reemplazarlos con pilares que se han inventado” (LS15, 430; 2 SM, 389).
“Como he participado en todo paso de avance hasta nuestra condición presente, al repasar la historia pasada puedo decir:  ‘¡Alabado sea Dios!’ Al ver lo que el Señor ha hecho, me lleno de admiración y de confianza en Cristo como director. No tenemos nada que temer del futuro a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada” (EUL, 73).

Pilares distintivos inamovibles de la Iglesia Adventista

En el apéndice C del tercer volumen de Mensajes Selectos (462 ing), los editores destacan el hecho de que “se le presentó en visión” a E. de White, “el marco del gran templo de la verdad que sostuvieron sus escritos. En algunos rasgos de su obra, se le dio información en detalle. En relación con algunos aspectos del Apocalipsis, tales como las características de la cronología profética, así como en relación con la ministración en el santuario celestial y los cambios que tuvieron lugar en 1844, se le presentó el tema muchas veces y muchas veces en detalle. Esto la capacitó para hablar bien claramente y positivamente sobre las columnas fundacionales de nuestra fe”.
Entre los pilares fundamentales exclusivos de la Iglesia Adventista y que se forjaron en esa historia pasada de nuestro movimiento que no debemos olvidar, están el mensaje de los tres ángeles y la obra de Cristo en su fase final de juicio en el santuario celestial. Esos mensajes les fueron dados a los pioneros de la Iglesia Adventista “punto por punto” a través de las visiones que Dios dio a E. de White. Cuando ella quedaba bloqueada mentalmente, y no podía seguir los argumentos de los demás en sus momentos de estudio que a veces duraba toda la noche, la intervención del Señor a través de esas visiones aclaraba los diferentes aspectos de esos mensajes que les fueron repetidos vez tras vez (RH, 6-14-6, 18). “El mensaje del tercer ángel… es el mensaje para este tiempo. Es la verdad presente” (MS 15, 1888). Toda teoría que se aparte de ese mensaje tal como lo entendieron los pioneros no es verdad presente ni progresiva, sino vieja mentira y regresiva.
También se destacan entre esas columnas de la fe adventista, el sábado y el guardar los mandamientos de Dios, que están enmarcados en la doctrina del santuario, ya que la ley se encontraba en el corazón mismo del templo de Dios, dentro del arca del pacto en el lugar santísimo. Todo el sistema de fe de nuestra iglesia forma parte de una cadena de verdad cuyos eslabones no se pueden separar o quitar sopena de desintegrar el edificio o hacerle perder consistencia.
En relación con esas verdades que Dios dio por estudio de su Palabra y confirmación de la revelación que dio a nuestra profetiza, se refirió a ellas como siendo eternas, inamovibles, y otras expresiones afines. Veamos algunas citas.
“Debemos dejar que los grandes principios del mensaje del tercer ángel se destaquen en forma clara y distinta. Los grandes pilares de nuestra fe soportarán todo el peso que pueda ser puesto sobre ellos” (1 MR, 53). “Nuestra fe en referencia a los mensajes del primero, segundo y tercer ángeles era correcta. Los grandes hitos por los que hemos pasado son inamovibles. Aunque las huestes del infierno puedan tratar de quitarlas de su fundamento, y triunfar pensando que han tenido éxito, no tendrán éxito. Esos pilares de la verdad permanecen firmes como las colinas eternas, inamovibles ante todos los esfuerzos de los hombres que se combinan con los de Satanás y su hueste… El pueblo de Dios ahora debe fijar sus ojos en el santuario celestial donde se está llevando a cabo la ministración final de nuestro gran Sumo Sacerdote en la obra de juicio—donde él está intercediendo por su pueblo” (RH, 11-27-83, 10).
“Ahora hermanos, deseo que se aferren a los pilares de su fe. Aquí está Cristo en el gran Día de la Expiación antitípico, y deben entender que necesitan una preparación especial para el Día de la Expiación. Queremos que nuestros pecados sean quitados, queremos confesarlos para que puedan ir de antemano al juicio” (9 MR, 252).
Los que “rechazan los grandes hitos que Dios mismo estableció”, mediante una presunta “nueva luz” que “malinterpreta los mensajes de Apocalipsis 14”, “ponen a un lado las verdades establecidas que son los pilares de nuestra fe”, y pretenden así “tirar abajo la estructura que el Señor levantó, pueden saber que Dios no los ha estado guiando”. “Deben mantenerse firmes las verdades que han sido confirmadas por la obra manifiesta de Dios. Que nadie presuma quitar una clavija o piedra fundamental de la estructura. Los que intentan socavar los pilares de nuestra fe se encuentran entre los que la Biblia dice que “en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe, dando oído a espíritus seductores y a doctrinas de demonios” (Carta 87, 1905).
En algunos casos aislados, E. de White tuvo que vérselas con jóvenes altaneros que se creían inteligentes y pensaban que lo sabían todo, tirando por la borda las columnas de nuestra fe (GC, 600). “Encontramos un joven muy inteligente…, que se ha llenado con la idea de que nadie es más inteligente que él. Ha estado estudiando los mensajes del Apocalipsis, y piensa que ha descubierto una luz maravillosa. Pero no es esa luz maravillosa la que brillará a lo largo del sendero hasta el fin del tiempo. Es una teoría que tira abajo y quita toda la experiencia vital pasada en los mensajes. Ver una juventud tal, de una experiencia de bebé, poniendo a un lado las columnas de nuestra fe parece realmente terrible… Nuestros hermanos presentarán ahora nuestra verdadera posición sin ninguna desviación” (16 MR, 79-80).
“Guardemos delante de la gente las verdades que son el fundamento de nuestra fe… Los pilares de nuestra fe son las verdades que han hecho de nosotros un pueblo como el que somos, guiándonos paso a paso” (CW, 29). “Debemos como pueblo permanecer firmes sobre la plataforma de la verdad eterna que ha soportado el examen y la prueba. Tenemos que aferrarnos a las columnas seguras de nuestra fe. Los principios de la verdad que Dios nos ha revelado son nuestro único fundamento verdadero. Ellos han hecho de nosotros lo que somos. El lapso de tiempo no disminuyó su valor” (CW, 52). “Queremos pilares sólidos para nuestro edificio. Ninguna clavija debe ser removida”, y destaca la doctrina del santuario que muchos negarán en el futuro, pero que constituye uno de esos pilares que se han establecido en los primeros 50 años de la historia de la iglesia, fuera del cual no encontraremos seguridad (WC, 53).  
“Los pasados cincuenta años no han atenuado ni un ápice ni principio de nuestra fe así como recibimos las evidencias grandes y maravillosas que fueron hechas ciertas en 1844, con el correr del tiempo. Ninguna palabra se ha cambiado o negado. Lo que el Espíritu Santo testificó como verdad con el correr del tiempo, en nuestro gran chasco, es el fundamento sólido de la verdad. Los pilares de la verdad fueron revelados, y aceptamos los principios fundacionales que hicieron de nosotros lo que somos—Adventistas del Séptimo Día, que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús” (SpTB07, 58).
“El peso de la advertencia que el pueblo de Dios debe recibir ahora, cerca y lejos, es el mensaje del tercer ángel. Y los que procuran comprender este mensaje no serán guiados por el Señor para realizar una aplicación de la Palabra que debilite el fundamento y derribe las columnas de la fe que han hecho de los adventistas lo que hoy son. Las verdades que se han ido revelando consecutivamente, a medida que hemos avanzado en el ámbito de las profecías reveladas en la palabra de Dios, son actualmente verdades sagradas y eternas. Los que recorrieron el terreno paso a paso en la historia pasada de nuestra experiencia, y que vieron la cadena de la verdad en las profecías, estaban preparados para aceptar y obedecer cada rayo de luz” (2 MS, 118-9; 1 BIO, 149).
 “Es el constante esfuerzo del enemigo quitar esas verdades de su lugar establecido, y poner en su lugar teorías espúreas… Pero el Señor levantará hombres de percepción aguda, que darán a esas verdades su propio lugar en el plan de Dios” (SpTB02, 51).
“Por más de medio siglo los diferentes puntos de la verdad presente han sido cuestionados y opuestos. Se avanzaron nuevas teorías como verdad, que no eran verdad, y el Espíritu de Dios reveló el error. Así como las grandes columnas de nuestra fe fueron presentadas, el Espíritu Santo testificó acerca de ellas, y especialmente es esto así en relación con las verdades del tema del santuario. Vez tras vez de nuevo el Espíritu Santo apoyó de una manera destacada la predicación de esta doctrina” (1 SAT, 386).
“Si somos los mensajeros designados por el Señor no apareceremos con nuevas ideas y teorías que contradigan el mensaje que Dios a dado a través de sus siervos desde 1844… Si los que reclaman hoy tener nueva luz y contradicen las enseñanzas de los mensajeros ordenados por Dios”, con “nuevas teorías que quitan los pilares de nuestra fe, no están haciendo la voluntad de Dios, sino trayendo falacias de su propia invención que, si se las recibe, desprenderán a la iglesia del ancla de la verdad, y los establecerán desviándolos, en donde recibirán toda clase de sofisterías que puedan levantar” (Ms 75, 1905).
“El enemigo pondrá en operación todo lo que sea para desarraigar la confianza de los creyentes en los pilares de nuestra fe en los mensajes del pasado, que nos han puesto sobre la plataforma elevada de la verdad eterna… El Señor Dios de Israel ha conducido a su pueblo, desplegándoles una verdad de origen celestial. Su voz ha sido escuchada, y es aún escuchada, diciendo:  Vayan hacia delante de fuerza en fuerza, de gracia en gracia, de gloria en gloria. La obra está reforzándose y expandiéndose, porque el Señor Dios de Israel es la defensa de su pueblo” (1 NL, 61).
“Las teorías que conducen a la incredulidad en la Palabra de Dios, y a una falta de fe que obra por el amor y purifica el alma, son teorías del enemigo. Pueden ser muy agradables y muy atractivas, pero al desarrollarse se transforman en doctrinas extrañas que desarraigan la fe en la experiencia pasada del pueblo de Dios, y quita los pilares fundacionales…, con poder seductivo, robando a algunos de la fe que capacita a los seres humanos para ver dónde están viviendo en la historia del mundo” (PC, 81).
“Allí están los principales pilares de nuestra fe, temas que son de vital interés, el sábado, el guardar los mandamientos de Dios” (CW, 77).
“Después de que la verdad se haya proclamado como testigo a todas las naciones, todo poder concebible de maldad será puesto en operación, y las mentes serán confundidas por muchas voces clamando: ‘Miren, aquí está el Cristo. Miren, allí está. Esta es la verdad. Yo tengo el mensaje de Dios. El me envió con una gran luz”. Entonces habrá un quitamiento de los hitos, y un intento de tirar abajo los pilares de nuestra fe. Un esfuerzo más decidido se hará para exaltar el falso sábado” (Mr 189).
“Ud. abrió su mente a la falta de fe. Ciérrela en el temor de Dios. Busque las evidencias, las columnas de nuestra fe y aférrese a ellas con un conocimiento firme. Necesita esta confianza en la verdad presente, que probará ser un ancla para Ud. Le impartirá energía, eficiencia a su carácter, y una noble dignidad que requerirá respeto. Aliente hábitos de laboriosidad…” (3 T, 226). “Se me mostró al hermano B cuestionando uno por uno los puntos de nuestra fe… Su descreimiento y sus tinieblas no han quitado las principales columnas de nuestra fe. No pudo dejar sin efecto la ley de Dios. Sigue siendo aún verdad…” (3 T, 439).
Nuestros camp meetings no se mantuvieron con el propósito de poner los hombres en exhibición, de mostrar sus capacidades. La gente se junta para recibir un bien espiritual. Hay entre ellos quienes tienen sed del agua de vida. Dénles la oportunidad de beber hasta que su sed sea saciada. Permítanles escuchar un mensaje lleno del amor de Dios. Que tengan la oportunidad de escuchar a hombres de talento maduro, hombres a quienes Dios ha estado educando y entrenando. Las mentes de esos hombres están llenas de la verdad que la gente necesita. No traigan a hombres que no hayan sido probados, mientras que los hombres que tienen la palabra de Dios quemando sus almas, y que tal vez nunca tengan de nuevo la oportunidad de llevar el mensaje que se les dio, estén sentados en silencio. Den a esos guerreros probados todas las oportunidades de hablar… porque ellos pueden presentar las verdades que son los mismos pilares de nuestra fe” (RY, 36).

Personas como columnas de la fe

Si bien el testimonio de la Biblia que dejaron los antiguos profetas y los apóstoles es el fundamento de la fe, “siendo Jesucristo la piedra angular” (Ef 2:20), los apóstoles como personas, y muchos que se imbuyeron del mensaje divino y se enraizaron en la verdad de tal manera que prácticamente no puedan ser removidos, son considerados también como columnas en ese templo espiritual del Señor. A veces se los presenta como siendo tal sólidos como el acero en su fidelidad a la verdad divina.
Pablo es considerado por E. de White como “uno de los más grandes pilares de la iglesia” (AA, 406). También lo son Pedro, Santiago y Juan (LP, 193). Los que tienen dinero y apoyan liberalmente “a la causa” del mensaje adventista también son considerados columnas de la iglesia (1 T, 250). También lo son en estos tiempos los que han sido probados por el fuego de la prueba como el oro y su fe reluce victoriosa y llena de amor (RH, 07-28-91, 10). Son “columnas en la verdad” (Carta 20, 1887). Se vuelven “pilares de la iglesia” por su larga experiencia en su obra (Carta 122, 1908), y por haber “sido santificados en la verdad en el poder de Dios”, siendo una influencia salvadora para otros (2 T, 103). También se refirió a los que “son débiles en poder moral, cuando podían ser gigantes, calificados para permanecer como pilares en la causa de Dios” (3 T, 493). “Por la poderosa cuchilla de la verdad, Dios ha separado un pueblo de la cantera del mundo, y lo ha traído a su taller. Allí puede el Artesano labrarlo exitosamente con hacha y cincel, y pulirlo para un lugar en su reino. Permanecen como pilares nobles para ser usados para la gloria de Dios. “Al que venza lo haré columna en el templo de mi Dios y nunca más saldrá fuera” (Apoc 3:12)” (ST, 6-2-98, 5).
“Al tener otros cargos y estar en circunstancias diferentes, algunos que parecían columnas en la casa de Dios, revelan tener madera podrida debajo de la pintura y del barniz. Pero el humilde de corazón, que ha sentido la necesidad de unir fuertemente su alma a la Roca Eterna, permanecerá inamovible ante la tempestad de la prueba, porque no ha confiado en sí mismo. ‘El fundamento de Dios está firme y tiene este sello:  el Señor conoce a los suyos’” (SL, 12). “Hay quienes son tan fieles a los principios como el acero; éstos serán ayudados y bendecidos” (SW, 4-4-5, 5).
“La obra de hacer libros debiera ser el medio de dar rápidamente la luz sagrada de la verdad presente al mundo. Las publicaciones que provienen de nuestra prensa hoy deben ser de tal carácter como para reforzar cada clavija y pilar de la fe que fue establecida por la palabra de Dios y las revelaciones de su Espíritu” (CW, 142).

Los niños deben ser educados en los pilares de la fe adventista

"Los que han visto la verdad y sintieron su importancia, y han tenido una experiencia en las cosas de Dios, deben enseñar una doctrina sólida a sus hijos. Deberían familiarizarlos con los grandes pilares de nuestra fe, las razones por las que somos Adventistas del Séptimo Día—por qué somos llamados, como lo fueron los hijos de Israel, para ser un pueblo peculiar, una nación santa, separada y distinta de todos los otros pueblos de la tierra. Estas cosas debieran explicarse a los niños en lenguaje sencillo, fácil de entender; y a medida que crezcan en años, las lecciones impartidas deberán apropiarse a su capacidad incrementada, hasta que los fundamentos de la verdad hayan sido puestas en forma amplia y profunda" (CG [Child Guidance], 495). “Deben ser fervientemente instruidos en las verdades de la Biblia, para que puedan llegar a ser pilares en la iglesia, campeones de la verdad, enraizados y fundados en la fe” (FE, 231). Sus madres tienen una gran parte en pulirlos “como columnas según la similitud de un palacio” (4 T, 48).

Intentos de cambiar las columnas

El enemigo de las almas ha procurado introducir la suposición de que había de realizarse una gran reforma entre los adventistas del séptimo día, y que esa reforma consistiría en renunciar a las doctrinas que están en pie como las columnas de nuestra fe y que había de comenzar un proceso de reorganización. Si se efectuara esta reforma, ¿qué resultaría? Los principios de verdad que Dios en su sabiduría ha dado a la iglesia remanente serían descartados. Sería cambiada nuestra religión. Los principios fundamentales que han sostenido la obra durante los últimos cincuenta años serían considerados como error. Se establecería una nueva organización. Se escribirían libros de una nueva orientación. Se introduciría un sistema de filosofía intelectual. Los fundadores de ese sistema irían a las ciudades y harían una obra maravillosa. Por supuesto, se tendría poco en cuenta el sábado y también al Dios que lo creó. No se permitiría que nada se interpusiera en el camino del nuevo movimiento. Los dirigentes enseñarían que la virtud es mejor que el vicio, pero habiendo puesto de lado a Dios, resolverían depender del poder humano, que no tiene valor sin Dios. Su fundamento estaría edificado sobre la arena, y la tormenta y la tempestad barrerían la estructura.
“¿Quién tiene autoridad para comenzar un movimiento tal? Tenemos nuestras Biblias. Tenemos nuestra experiencia, testificada por la operación milagrosa del Espíritu Santo. Tenemos una verdad que no admite transigencias. ¿No repudiaremos todo lo que no esté en armonía con esa verdad?
“Vacilé y me demoré en enviar lo que el Espíritu de Dios me impelía a escribir. No quería ser compelida a presentar la influencia desorientadora de esas falsedades. Pero en la providencia de Dios los errores que han estado entrando debían ser afrontados” (1 SM, 204).
“Nuestro pueblo necesita comprender cuáles son las razones de nuestra fe y nuestra experiencia pasada. ¡Cuán triste es que tantos de sus miembros coloquen una confianza ilimitada en hombres que presentan teorías que tienden a desarraigar nuestras experiencias del pasado y a eliminar los hitos antiguos! … Ya no disciernen que se están alejando de la fe o que ya no están edificando sobre un fundamento firme. Necesitamos instar a todos a que se coloquen sus lentes espirituales, a que unjan sus ojos para que vean claramente y disciernan las verdaderas columnas de la fe. Entonces sabrán que ‘el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello:  Conoce el Señor a los que son suyos’ (2 Tim 2:19). Necesitamos hacer revivir las antiguas evidencias de la fe que una vez fue dada a los santos” (2 MS, 28).

Los pilares del reino de Satanás fueron arrojados a tierra

Aún el reino de Satanás tiene columnas. Pero tales columnas fueron destruidas por el Señor. La testarudez y persistencia del diablo lo lleva a procurar levantarlas de nuevo, pero fracasará porque el Señor lo venció en la cruz.
“Cuando Cristo inclinó su cabeza y murió, llevó consigo a la tierra los pilares del reino de Satanás. Él venció a Satanás en la misma naturaleza sobre la que Satanás obtuvo la victoria en el Edén. Cristo venció al enemigo en su naturaleza humana. El poder de la divinidad del Salvador fue ocultado. Venció en la naturaleza humana, confiando en Dios por poder” (7 ABC, 7, 447; FLB, 50). “Satanás sufrió una derrota humillante… Éste es el privilegio de todos los que aceptan a Jesucristo. Se dará su victoria en proporción a su fe” (12 MR, 410). “Cristo dejó sin efecto el poder de Satanás. Derrumbó los pilares del reino de Satanás, y pasó a través del conflicto destruyendo a aquel que tenía el imperio de la muerte. Un camino se abrió ahora donde la verdad y la misericordia se encontraron, la justicia y la paz se besaron” (5 BC, 1107).

El papel de E. de White en nuestro credo (la Biblia)

Corresponde ahora aclarar otro punto en relación con nuestra declaración de que la Biblia es nuestro credo, no la interpretación que algunos quieran establecer que podrá estar en lo cierto o no, según se ancle en el testimonio bíblico. ¿Qué papel juega la “revelación” que Dios nos dio hoy por medio de las visiones de E. de White en la interpretación de las verdades vitales para esta época y que forman la base de nuestra fe? ¿Deja de ser la Biblia nuestro credo o, incluimos en ese credo el ministerio profético de E. de White? ¡No, la Biblia es nuestro credo! Como adventistas predicamos con la Biblia (espero que así lo sigamos haciendo), y agradecemos a Dios por el estímulo y orientación que nos dio a través del Espíritu de Profecía en nuestro medio, que nos permitió descubrir y desarrollar la verdad bíblica. Todo lo que ella afirma lo sustenta, además, con la Biblia, de manera que la revelación posterior no anuló la anterior.
Por otro lado, la Biblia anunció que en los últimos días daría el don de profecía a la iglesia a fin de prepararla para hacer frente a la crisis final, y ayudarla a mantenerse firme en medio de la tormenta (Apoc 12:17; 19:10; véase 1 Ped 1:19-21). De manera que rechazar ese don que pudo comprobarse en E. de White, es rechazar la Biblia que lo anunció. Al considerar su misión en medio nuestro—ya que sus escritos continúan inspirando y permeando todo nuestro movimiento—podemos ver el propósito de Dios de afirmarnos en las columnas de nuestra fe, para que nuestro testimonio sea definido.
Consideremos algunas citas adicionales que resaltan, una vez más, el papel del Espíritu de Profecía en afirmar un pueblo para que permanezca fiel a esas columnas de la fe que Dios nos dio para estos postreros tiempos.
“Hay algunos en la iglesia que necesitan aferrarse a las columnas de nuestra fe, establecerse y encontrar un fondo de rocas, en lugar de verse ir a la deriva sobre la superficie de las emociones y de los impulsos cambiantes. Hay dispépticos espirituales en la iglesia. Se han hecho a sí mismos inválidos. Su debilidad espiritual es el resultado de su propio curso tambaleante. Están agitados aquí y allí por los vientos cambiantes de doctrina, y a menudo confundidos y arrojados a la incertidumbre  debido a que se mueven totalmente por sentimientos. Son cristianos sensacionalistas, siempre hambrientos de algo nuevo y diferente, de doctrinas extrañas que confunden su fe, y son indignos de la causa de la verdad”  (4 T, 74-5).
“Hay algunos en esta congregación a quienes el Señor amó, pero que han estado en perplejidad y duda, y soltándose de las columnas de nuestra fe. ¡Cuán agradecida me siento al Señor de que el tiempo de prueba no se ha cerrado aún, que todos los que quieran puedan venir y encontrar misericordia, paz, y consuelo en el Espíritu Santo y formar caracteres para la vida eterna! ¡Cuánto mi alma anhelaba ayudarlos, a cada uno, en la senda de la salvación—en la senda donde hay luz, paz y gozo! Espero verlos libres en Jesús y regocijarse en esperanza, de pié en defensa de la fe una vez dada a los santos” (RH, 12-2-84, 8).
“Los que buscan quitar los antiguos hitos no están sosteniendo firme, no están recordando cómo recibieron y escucharon. Los que tratan de introducir teorías que quitarían los pilares de nuestra fe con respecto al santuario o la personalidad de Dios o de Cristo, están trabajando como hombres ciegos. Están buscando introducir falta de certeza y poner al pueblo de Dios a la deriva sin un ancla” (MR 760, 9). 
“Antes de los últimos desarrollos de la obra de apostasía habrá una confusión de la fe. No habrá ideas claras y definidas con respecto al misterio de Dios” (ST, Mayo 28, 1894). “A medida que nos acercamos al final del tiempo, la falsedad será mezclada con la verdad, de tal manera que únicamente los que son guiados por la Palabra de Dios podrán discernir con certeza entre la falsedad y la verdad, entre el pecado y la injusticia” (7 BC, 907).  “Algunos se irán de la fe. Al tener un conocimiento de la verdad pero sin ser santificados por ella, labrarán constantemente caracteres equivocados. Y éstos hacen más daño debido al conocimiento de la verdad que tienen. Se asocian con los apóstatas, y traicionan las verdades sagradas” (ST, 3-10-98, 8).

La importancia de conservar sólido el centro

Hoy se habla del “mainstream” (corriente principal) de la Iglesia Adventista en aspectos teológicos. Y si se usa ese término es porque estamos pasando por la omega de la apostasía que Dios nos anticipó proféticamente como yendo a ocurrir en el fin del mundo (véase 1 Tim 4:1-2). En ocasión del alfa de la apostasía, E. de White la identificó con la crisis levantada por Kellog en relación con su intento de introducir el panteísmo en nuestras filas. Dios le representó ese alfa como un témpano cuya superficie apenas delata la tremenda mole que hay debajo, y le dio la indicación de hacerle frente aunque se sacudiese toda la nave y pareciese a punto de partirse. La Iglesia Adventista se sacudió fuertemente en esa época, muchos se perdieron, pero salieron airosos de la crisis.
Es interesante destacar que Uriah Smith, quien pasó por la sacudida del congreso de Minneapolis, donde pareció que la iglesia iba a dividirse, no usó la expresión “mainstream”, sino que habló simplemente de “centro”. Y usó también otra ilustración, que nos muestra que no debemos angustiarnos ni desesperarnos en medio de las crisis.
Un general en batalla no se desespera por su ejército mientras el centro permanece firme. Las alas pueden tambalear, puede haber alguna confusión en las afueras, pero mientras el centro permanece, no se perdió la batalla. Así también sucede con la verdad presente. Mientras las columnas permanezcan sin sacudirse, es locura dejar el edificio como si estuviese por caerse” (3 BIO, 495).
Termino esta serie de temas relacionados con la contextualización de los enfoques y proyecciones de la teología en la Iglesia Adventista hoy, haciendo un llamado con E. de White a “que todos nos aferremos a la verdad establecida del santuario… Los que han dejado de aferrarse a las verdades del tema del santuario tal como se les presentó a los que han estado bajo la dirección del Espíritu Santo, harían mejor si oraran más y hablasen menos” (MR 760, 4). En cambio de los que defienden la verdad que Dios dio para este tiempo aconsejó, como vimos más arriba, a no permanecer en silencio, sino protestar y dar a la trompeta un sonido certero. Y no para producir amargura y resentimientos hacia los que dirigen la obra, sino para ayudar a muchos que están confundidos a no perder de vista la verdad y a Aquel que es la razón de ser de nuestra vida, porque es nuestro Salvador. Es él quien levantó esta iglesia, y es él quien la llevará a su triunfo final. Imbuidos del Espíritu de Dios, pues, edifiquemos la grey para que ésta pueda tener un soporte seguro en medio del vendaval.
El permanecer de pie en defensa de la verdad y la justicia cuando la mayoría nos abandone, el pelear las batallas del Señor cuando los campeones sean pocos, ésta será nuestra prueba. En este tiempo, debemos obtener calor de la frialdad de los demás, valor de su cobardía, y lealtad de su traición” (2 JT, 31). ¡Que Dios levante tales campeones por doquiera, y la fe de su iglesia se afirme en la verdad!
La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos” (Ed, 54).

Autor:
Dr. Alberto R. Treiyer
Agosto 2008
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