viernes, 25 de julio de 2014

El Espíritu Santo en Apocalipsis


He escuchado algunas preguntas sobre la persona del Espíritu Santo en el Apocalipsis. ¿Es considerado un miembro de la Trinidad en ese libro?

El Espíritu juega un papel significativo en el libro de Apocalipsis. En efecto, el libro comienza y termina con referencias al Espíritu (Apoc. 1:4; 22:17). Para algunos, sin embargo, que el Espíritu no aparezca en el trono con el Padre y el Hijo significa que no es una persona, y mucho menos un integrante de la Trinidad. Analicemos las evidencias.
1. La función del Espíritu en el Apocalipsis: El Espíritu es llamado «el espíritu de vida» (11:11, RV95; algunas traducciones dicen «aliento de vida»), es decir, él es vida y da vida. En la Biblia, se identifica a la vida con Dios y con Jesús. Otra importante función del Espíritu es comunicar mensajes de Dios y de Jesús por medio del don de profecía (1:10; 4:2; 17:3; 19:10; 21:10). Tanto Jesús como el Espíritu le hablan a la iglesia. Cada uno de los mensajes a las iglesias incluye la frase «el que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias » (2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22). Estas exhortaciones contienen promesas del plan de Dios para las iglesias y revelaciones de las intenciones de Satanás.
Jesús prometió a sus discípulos que los visitaría en la persona del Espíritu (Juan 14:15-18). En el Apocalipsis, vemos que Jesús habla a su iglesia mediante el Espíritu, que es la voz y la presencia de Cristo en la iglesia. Él bendice a la iglesia (14:13), otorga gracia y paz a los creyentes (1:4) y participa directamente en la misión de la iglesia (22:17). Esta existe por el poder y la presencia del Espíritu.

2. La Trinidad y el Espíritu: El Apocalipsis indica que el Espíritu es una de las personas de la divinidad, que no entregó la iglesia a una fuerza impersonal. A él se le oponen los espíritus de demonios, que también son seres personales que engañan a los reyes de la tierra (16:13, 14). Es verdad que en  ocasiones hallamos pasajes donde solo se menciona al Padre y al Hijo (por ej., 5:13; 7:10). Pero el silencio no prueba nada.
Hay una fórmula triádica en la que se mencionan las tres personas de la divinidad: «Gracia y paz a vosotros de parte del que es y que era y que ha de venir, de los siete espíritus que están delante de su trono, y de Jesucristo» (1:4, 5). La gracia y la paz son dones de Dios, y tienen su origen en los integrantes de la Trinidad. El libro culmina con una referencia a las tres personas: Jesús (22:16), el Espíritu (22:17) y Dios (22:18). Los tres seres también se mencionan varias veces en la visión del trono: los siete espíritus de Dios (4:5), Dios (4:9), y Jesús bajo los símbolos de un León y un Cordero (5:5, 6).

3. El trono y el Espíritu: En Apocalipsis no se describe al Espíritu sentado en el trono de Dios. Hay cuatro razones principales para ello. En primer lugar, se enfatiza que Cristo está sentado en el trono con Dios, y esto se debe a que venció las fuerzas del mal. Jesús-Dios ascendió en carne humana al cielo  donde se le otorgó el honor de sentarse en el trono como corregente con Dios (5:12, 13). En segundo lugar, el Espíritu se relaciona específicamente con el trono (4:5). Cuando se ve al Cordero de pie ante el trono de Dios, se dice que tiene siete espíritus de Dios, es decir, la plenitud del Espíritu (5:6). En tercer lugar, aunque el Espíritu está ante el trono, no participa de la adoración a Dios y al Cordero. Solo los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postran ante ellos y los adoran (4:9, 10). En cuarto lugar, en el Apocalipsis, la función del Espíritu dentro de la economía divina de la salvación no es  sentarse en el trono, sino estar presente en el mundo y acompañar a la iglesia. Él es «los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra» (5:6). Ha llegado a ser siervo de Dios, y está ante él para obedecer sus órdenes (1:4).

Por
Ángel Manuel Rodríguez
Ex Director del Biblical Research Institute


Copyright © Biblical Research Institute General Conference of Seventh-day Adventists®
Fecha de publicación: junio, 2011
Fuente: https://adventistbiblicalresearch.org/es/materials/holy-spirit/el-esp%C3%ADritu-santo-en-apocalipsis

Vía: ESTUDIOS BÍBLICOS

El Espíritu Santo y la Deidad


Algunas personas sostienen que el Espíritu Santo no es una persona y que no pertenece a la Deidad. ¿Es esto verdad?

Algunos adventistas han descubierto que prácticamente todos nuestros pioneros eran antitrinitarios, y han llegado a la conclusión de que, en vista de eso, la iglesia de hoy debería rechazar la doctrina de la Trinidad. Al tratar este tema, debemos recordar que el Señor guió al movimiento adventista gradualmente hacia una mayor comprensión bíblica acerca de la naturaleza de Dios. Hoy, fundamentados en su Palabra, afirmamos la verdad de un único Dios en la pluralidad de tres Personas divinas. Menciono aquí algunos de los fundamentos bíblicos:
1. El Espíritu como poder. La opinión de que el Espíritu no es una persona se basa parcialmente en el hecho de que frecuentemente se lo describe como un poder que vino de Dios, derramándose poderosamente sobre las personas y capacitándolas para realizar ciertas tareas. (Ejemplos: Juec. 3:10; Hech. 2:4.) Además, la palabra griega para el término "espíritu" (pneuma) es neutra, permitiéndonos usarla con minúscula y favoreciendo la idea de que él no es una persona; pero eso es un fenómeno de la gramática griega que no tiene necesariamente ningún significado teológico.

2. El Espíritu y Jesús. Con la venida de Jesús, nuestra comprensión de la Deidad se enriqueció enormemente. Porque Jesús era Dios en carne humana (Juan 1:1; 20:28; Tito 2:13), era distinto del Padre (Mat. 3:17) y, al mismo tiempo, era uno con él (Juan 14:10), sus seguidores comenzaron a percibir que había, en el misterio de Dios, una pluralidad de personas. El misterio aumentó cuando Jesús describió al Espíritu no como un objeto sino como una Persona, que ocuparía su lugar en la experiencia de los discípulos: "Y yo (Jesús) rogaré al Padre, y os dará otro Consolador [...] el Espíritu de verdad" (Juan 14:16, 17).
Jesús introdujo a sus discípulos en el misterio de una Deidad que consistía en tres personas diferenciadas: Jesús, el Padre y el Consolador/Espíritu. En este pasaje en particular, el Espíritu no aparece descrito como un poder impersonal, sino como una persona. Jesús se refiere a él como "otro (allos, en el griego) Consolador"; alguien que intercede por otra persona. Se lo llama "otro" porque Jesús es también un Consolador (1 Juan 2:1). Solo un ser que es persona puede actuar como consolador.
Pero, hay algo más. Si el Espíritu iba a continuar en la gente la función de Jesús como consolador, entonces debía tener la misma naturaleza que Jesús tenía; es decir, tenía que ser divino. Jesús dijo que "ningún otro (allos)" podía hacer la obra que él hizo (Juan 15:24); pero aclara que hay alguien que, como él, será un nuevo consolador. Cuando Jesús se refiere al Espíritu como Consolador, usando el pronombre masculino singular (él), está identificándolo como una persona: "Él dará testimonio acerca de mí" (Juan 15:26). Por lo tanto, el Espíritu Santo es divino y es persona.

3. Los apóstoles y al Espíritu. Es cierto que cuando los discípulos recibieron el Espíritu Santo, lo sintieron como un poder derramado sobre ellos por Dios (Hech. 2:23); pero también lo reconocieron como la Persona divina que Jesús les había prometido.
Por ejemplo: en el relato del episodio de Ananías y Safira, encontramos una clara demostración de la comprensión que tenían los discípulos en cuanto a la naturaleza del Espíritu. Pedro confrontó a la pareja culpada con su pecado, al decirles: "¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo [...]. No has mentido a los hombres, sino a Dios" (Hech. 5:3, 4). Aquí tenemos dos importantes informaciones. Primera: el Espíritu es una persona, porque solamente podemos mentirles a las personas, no a las cosas. Segunda: él es divino, porque mentir a él equivale a mentir a Dios.

En el Nuevo Testamento encontramos claras evidencias de que los apóstoles creían que el Espíritu era una persona en paridad con el Padre y el Hijo. Ellos sabían que el Espíritu Santo habla (Hech. 21:11); ejerce su voluntad (Hech. 16:6); envía mensajeros (1 Cor. 12:11); intercede (Rom. 8:26, 34); promueve alegría (Rom. 14:17); etc. Todas esas son características de las personas, que nos permiten referirnos definitivamente al Espíritu como tal. Al mencionarlo en conjunción con el Padre y con el Hijo, los escritores bíblicos estaban testificando respecto de la unidad de las tres Personas (2 Cor. 13:14; 1:21, 22; Rom. 15:30; Efe. 2:18; 1 Ped. 1:2; Apoc. 1:4, 5). Como iglesia, sencillamente proclamamos la clara enseñanza bíblica sin tratar de explicar el misterio de la unidad de Dios.

Por
Ángel Manuel Rodríguez
Ex Director del Biblical Research Institute


Copyright © Biblical Research Institute General Conference of Seventh-day Adventists®
Fecha de publicación: julio, 2012
Fuente: https://www.adventistbiblicalresearch.org/es/materials/holy-spirit/el-esp%C3%ADritu-santo-y-la-deidad

Mucho más que el Consolador


¿Por qué el Evangelio de Juan expresa que el Espíritu es el «Consolador»?

El término griego parakletos, que algunas versiones de la Biblia traducen como «Consolador», no posee equivalente exacto en español. En la antigua Grecia, se usaba para referirse a una persona que asistía a otra, o que actuaba en nombre de otra como consejero, intercesor, mediador, ayudante o defensor ante la corte judicial. Cuando Jesús aplica ese término al Espíritu Santo, revela su naturaleza y una de sus funciones. Desde entonces, el término es usado exclusivamente en los escritos de Juan. A continuación analizaremos esos pasajes.
1. Jesús y el Consolador: En Juan, así como en el resto del Nuevo Testamento, Jesús y el Espíritu se encuentran en estrecha conexión. Pero no son la misma persona. En Juan, Jesús identifica al parakletos con el Espíritu (16:15), el Espíritu Santo (14:26) y el Espíritu de verdad (14:17; 15:26; 16:13). En otras palabras, usó un nuevo término para referirse al Espíritu Santo. Cuando Jesús dice «otro Consolador» (14:16; 1 Juan 2:1), implicando que él también cumple esa función, establece una clara distinción entre él y el Espíritu. La diferencia entre los dos se ve acentuada por el hecho de que el Espíritu (parakletos) será enviado por el Padre a pedido del Hijo (14:16, 26). Por último, se percibe la diferencia entre los dos en el hecho que la venida del Espíritu se producirá después de que Jesús regrese al Padre (16:7). El Espíritu (parakletos) estará con su pueblo para siempre (14:16). A diferencia de Jesús, el Espíritu no regresaría al Padre mientras el pueblo de Dios estuviese en el mundo, sino que tomaría el lugar de Jesús en esta tierra.

2. Funciones del Consolador: Al Espíritu (parakletos) se le asignan tres funciones. La de enseñar: «Él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho» (14:26). El Espíritu edificará la iglesia sobre la base de las enseñanzas de Cristo al recordar esas enseñanzas a los discípulos y revelar la profundidad de significado que tienen. También revelará a los discípulos el contenido escatológico del mensaje de Cristo (16:13). Solo en ese sentido el Espíritu los «guiará a toda la verdad» (16:13).
En segundo lugar y, en estrecha relación con lo anterior, el Espíritu glorificará a Jesús, quien es glorificado cuando el Espíritu toma lo que pertenece a Cristo y nos lo revela (16:14). No se glorifica a sí mismo al darnos cosas nuevas, sino al recordarnos que todo lo que recibimos proviene de Cristo.
En tercer lugar, la función del Espíritu es testificar contra el mundo en nombre de Cristo y de su pueblo. La venida del Espíritu da testimonio de que los creyentes pertenecen a Dios, lo que enfatiza la distinción entre ellos y el mundo. Junto con los creyentes, el Espíritu también testifica en nombre de Cristo al llamar a los seres humanos para que vayan a Jesús (15:25, 26). Su testimonio contra el mundo responde al rechazo hacia Jesús, al pecado que lo caracteriza y al juicio de Dios contra el mal (16:8-11).

3. La naturaleza del Espíritu: Al llamar al Espíritu «otro Consolador», Jesús ha establecido una vez y para siempre que el Espíritu es una persona como él. Aunque el término griego «espíritu» (pneuma) es neutro, el sustantivo «Consolador» es masculino y personal. El Espíritu no es un ente, sino un ser divino y personal. Jesús se refiere a esa divinidad cuando dice que el Espíritu «procede del Padre» (véase 15:26). El término «proceder de» (ekperuomai) señala el lugar de origen del Espíritu. Su lugar natural de existencia se encuentra dentro del misterio de la Trinidad, y es Dios quien lo envía. Al identificar el Espíritu como un parakletos, Jesús nos ha brindado una manera de pensar en el Espíritu como persona.

Podemos visualizarlo como Consolador, como alguien que nos ayuda en tiempo de necesidad, que nos acompaña en nuestro peregrinaje, y nos sostiene, transforma y revela lo que pertenece a Cristo. El Espíritu habla por nosotros y para nosotros; él es el parakletos.

por
Ángel Manuel Rodríguez
Ex Director del Biblical Research Institute



Copyright © Biblical Research Institute General Conference of Seventh-day Adventists®
Fecha: febrero, 2012
Fuente de publicación: https://www.adventistbiblicalresearch.org/es/materials/holy-spirit/mucho-m%C3%A1s-que-el-consolador

Vía: ESTUDIOS BÍBLICOS
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...