lunes, 23 de julio de 2012

Lucifer, ¿director del coro celestial?



El uso incorrecto de los escritos de Elena G. de White (EGW) ha dado origen a muchas leyendas y mitos adventistas. La forma en que ello ocurre es semejante al juego del “teléfono descompuesto”. Ya sabes como es el juego, una simple afirmación como “María fue a nadar en la piscina” se hace en el fin de la ronda “Azarías no ha tirado nada en la letrina”.

Cuando trabajé como Asistente de Investigación en el Centro White del UNASP 2 (N.T.: Universidad Adventista de San Pablo, campus 2, en Brasil), publiqué un artículo en la Revista Adventista (“Revisiónde archivo”, Revista Adventista, abril de 1995 – en portugués) en las que he enfocado algunas de esas citas “apócrifas” del Espíritu de Profecía, y recientemente en el artículo “Órion  ylos Eventos de los Últimos Días”. He aprendido que el problema no está en ciertas declaraciones de EGW sino en la forma en que sus escritos son leídos, sacados de su contexto y abusados.

Una de las interpretaciones que se ha hecho casi un proverbio en nuestro medio es la idea de que Lucifer era el “director del coro celestial”. La idea está basada en la siguiente cita de EGW:

“Satanás había dirigido el coro celestial. Había dado la nota; luego toda la hueste angélica se había unido a él, y entonces en todo el cielo habían resonado acordes gloriosos en honor de Dios y su amado Hijo. Pero ahora, en vez de esos dulcísimos acordes, palabras de ira y discordia resonaban en los oídos del gran rebelde”.(Historia de la Redención, 25)
En primer lugar, es importante destacar que la revelación bíblica, la luz mayor, en ningún momento retrata a Lucifer como director del coro celestial. Luego, ya habría suficiente razón para que seamos cuidadosos en realizar afirmaciones categóricas sobre las actividades de Lucifer en el cielo antes de su caída.

Pero algunos textos bíblicos son utilizados para probar la idea de que Satanás era músico. Véase Ezequiel 28:13-15.

“En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad”.

El pasaje mencionado hace parte de un juicio pronunciado sobre el rey de Tiro, por lo tanto, la intención original de Ezequiel no es tratar a Lucifer en su estado no caído y por tanto, necesitamos respetar el contexto. Aunque hayan ciertos paralelos entre la altivez del rey de Tiro y Lucifer, el lenguaje no trata de ellos en forma literal. Por ejemplo, porque el texto habla de instrumentos musicales, algunos concluyen que ello se refiere al don musical de Lucifer en el cielo, mientras otros incluso ven aquí una prueba de que había “tambores” en el cielo. Pero el lenguaje aquí es poético, simbólico y metafórico y siendo el hebreo de difícil traducción y poco concluyente al hablar de instrumentos, se necesita cuidado. 

Se puede, sin embargo, aplicar los principios de la caída del rey de Tiro como símbolo de la caída de Lucifer, una vez que hay algunos paralelos obvios como “Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura.” (v. 12).

Pero al mismo tiempo en que hay paralelos, también hay disparidades entre los dos personajes que nos impiden crear un paralelo literal entre cada elemento del texto de Ezequiel con Lucifer. Luego, intentar hacer literal el pasaje de Ezequiel nos trae dificultades una vez que si Lucifer era músico y tocaba “tamboriles y flautas” (v. 13) en el cielo, entonces él también era cubierto de joyas preciosas literalmente, participó en “comercio” allá (v. 16, 18), profanó sus propios “santuarios” (v. 18) y Dios lo expulsó en dirección a la “tierra” (que supuestamente aún no había sido creada!) y lo expuso ante “reyes” (v. 16, 17). El absurdo exegético debería ser obvio.

Por lo tanto, concluir que Lucifer era director del coro celestial o aún músico basado en los instrumentos mencionados en el pasaje de Ezequiel es forzar al texto bíblico. Ello no quiere decir necesariamente que Lucifer no era músico en el cielo. La Biblia contiene muchas escenas de alabanza ofrecida por los ángeles a Dios. Pero querer especificar que función Lucifer tenía en el cielo es ir más allá de la revelación.

Otro texto mencionado es Job 38:4-7, que habla del “coro celestial”:

“¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?... Cuando alababan todas las estrellas del alba, Y se regocijaban todos los hijos de Dios?”

El texto puede hacer referencia a un coro de ángeles cantando en las edades sin fin de la eternidad, pero no trata a Lucifer específicamente. Además, así como Ezequiel, el texto de Job es poético y simbólico.
Personalmente, no tengo ningún problema a priori con la idea de que Lucifer pueda haber sido “director del coro celestial”, así como no tendría problema con la idea de que pueda haber sido compositor, pintor, escultor o aún mismo arquitecto de las cortes celestiales. El problema es tener base escriturística para fundamentar esas afirmaciones.

Es interesante observar que la idea de que Lucifer tuviese posición de líder de los ángeles no es original de EGW. Este concepto parece haberse convertido en parte de la tradición cristiana y era una idea común para algunos autores en el tiempo de Elena de White(1). Ella solamente estaría reflejando una idea periférica de su época en ese punto (como ha hecho en muchos otros[2]) para expresar un punto más importante sobre la actitud de Lucifer.

Con este breve trasfondo del concepto histórico y bíblico, volvamos al pasaje de EGW. Una lectura más cuidadosa del pasaje indica que EGW no tenía intención de hacer una declaración sobre la posición de Lucifer como director musical. Ella escribió que "Satanás había dirigido el coro celestial. Había dado la nota”, lo que expresa una acción puntual en un pasado distante y no necesariamente una acción constante. Vea que la conclusión de que Satanás tenía una posición establecida de “director del coro” no está en el texto. Ese matiz es importante para la comprensión de la intención de EGW.
Ella claramente no hace una declaración sobre la función de músico de Lucifer o como la música es ejecutada en las cortes celestiales, pero resalta su posición en relación a los ángeles: él era el ángel más exaltado, tenía la supremacía en términos de creación y función.
Lucifer es retratado aquí como aquél que, de todos los ángeles, sintió primero en su corazón el deseo de alabar a Dios; él ha iniciado la alabanza, ha dado la “primera nota” y los ángeles lo siguieron. Por ende, la metáfora de la música celestial es usada por EGW para crear un fuerte contraste entre la sumisión de Lucifer a Dios al elevar alabanzas y la rebelión que empezaba a surgir en su corazón a través de la discordia y falta de armonía. Fíjese en lo que ella continúa diciendo: “Pero ahora, en vez de esos dulcísimos acordes, palabras de ira y discordia resonaban en los oídos del gran rebelde”. Aquí Lucifer abandona el deseo de alabar a Dios. De esa forma, la metáfora musical es usada para fines primordialmente homiléticos, para expresar un punto más importante, es a saber, la exaltación de Lucifer ante los ángeles y su repentina caída.
El detalle musical sobre Lucifer es información periférica, como la moldura de un cuadro que, si es quitada, no causa impacto en la apreciación del arte. En otras palabras, EGW podría haber dicho: “Lucifer fue el primer ángel en apreciar la belleza del cielo, seguido por otros ángeles. Pero ahora, en lugar de apreciar la belleza del cielo, él comenzó a criticarlo todo”. El punto central es el mismo: Lucifer fue privilegiado pero cayó por el orgullo o arrogancia.
El objetivo de EGW aquí no es describir la posición musical de Lucifer y sí trazar un contraste entre su posición de fidelidad a Dios y su posterior actitud de rebelión.

Además de la precariedad del argumento del punto de vista bíblico y del hecho de que EGW no dijo que Satanás era “director” del coro celestial, la idea de que Lucifer tenía esa función específica también tropieza en problemas lógicos. El primer de ellos es el tamaño del coro celestial; si realmente hubiese la necesidad de un director, debería haber miles de sub-directores para un coro de miles, millones o miles de millones de ángeles, como ocurre con grandes coros aquí. El problema es que la necesidad de un director en los moldes de un director de coro terrestre hiere el concepto bíblico de que los ángeles son perfectos en todos los sentidos y superiores al hombre (Salmo 8:5; Hebreos 2:7). ¿Por qué?
Ángeles perfectos en poder no deben necesitar de un director que indique el compás, cambios de dinámica, cadencia, rallentandos, pianissimos o mezzo fortes, si es que la música celestial siquiera puede ser descrita en los moldes terrestres!
Tampoco debe ser necesario que alguien les dé la “primera nota” en los padrones de un director terrestre, como si los ángeles necesitaran eso para que se mantuviesen en el tono. Existen seres humanos que tienen lo que llamamos “oído absoluto”, es decir, no necesitan que nadie les toque al piano o sople en un diapasón un Do o un Fa. Ellos oyen la nota automáticamente en su oído y cantan en el tono. ¡Más aún los ángeles que fueron creados de forma superior al hombre! E incluso en nuestra esfera caída, existen por ahí muchos coros profesionales que no necesitan a un director. Creo que se ha podido comprender los problemas con una lectura rígida del pasaje en cuestión.

Concluyendo, nuestro estudio revela que EGW se ha valido de cierta forma de una idea común en su tiempo, es a saber, que Lucifer era líder de los ángeles, incluso en las alabanzas, para ilustrar un punto más importante, lo de su posición elevada y repentina caída. Tampoco hay nada más en el pasaje que indique que tal concepto fuera parte de una revelación especial a EGW.
Si Lucifer era o no “director del coro celestial” es irrelevante, una vez que él no cayó de su elevada posición por rebelión al gobierno de Dios en cuestiones musicales. Luego, debemos leer el pasaje sobre Lucifer y el coro celestial más por su fuerza retórica sobre la exaltación y posterior caída de Lucifer, y no como una declaración de cual función musical él ejercía en el cielo o sobre cómo es ejecutada la música celestial.
Aquí es necesaria una palabra de advertencia. Desafortunadamente, la intención de muchos que usan el pasaje de Satanás como supuesto “director del coro celestial” es casi siempre la de demonizar (literalmente) la música sacra contemporánea. Se oyen afirmaciones del tipo: “Satanás es músico, debemos tener cuidado con los avances en la música adventista”. Luego, se crea un espantajo alrededor de la música adventista para cohibir, oprimir y llevar los músicos al ostracismo. Nuestros músicos no tienen la libertad para trabajar porque siempre corren el riesgo de hacerse culpables por asociación con Lucifer, el músico por excelencia, el “director del coro celestial”.

Ciertamente, Satanás debe tener un amplio conocimiento de la música celestial así como de la terrestre, pero él no fue el creador de la música, lo es Dios. No entreguemos a Satanás algo que le pertenece a Dios, el don de la música, y no hagamos a los músicos de la iglesia culpables por asociación porque un supuesto “director del coro celestial” cayó en rebelión.
De manera irónica, Satanás siempre alcanza su objetivo de esparcir desarmonía en la iglesia cuando, en el afán de evitar el complejo del “director Lucifer”, caemos en extremos en la cuestión de la música sacra, juzgando la intención de nuestros hermanos, imponiendo nuestras ideas personales de lo que Dios acepta o no (“Si a mí no me gusta, a Dios tampoco”), criticando y condenando.
Al fin de cuentas, el mayor problema de los músicos y adoradores adventistas no es tanto “musical” sino “relacional”, sea en la relación con Dios o con nuestro prójimo, como ha sido para Lucifer. Cultiva relaciones sanas en la cuestión de la música sacra para no caer en el mismo problema de aquel ángel caído.


   (1)            Véase, por ejemplo, John Milton, Paradise Lost (Londres: 1674), Libro IV, 600-605; Ibid., Libro VII, 130; Daniel Defoe, The Political History of the Devil (1726), 49, Ibid., The Life and Adventures of Robinson Crusoe (1800), 119, Emily Percival, The Token of Friendship (1852), que usa un lenguaje semejante a la de Elena G. de White: “Lucifer puede haber sido el líder de aquel coro celestial” (p. 26).

   (2)            Como por ejemplo, 6.000 años para la edad de la tierra, idea común en el siglo XIX hoy cuestionada por científicos creacionistas y arqueólogos Adventistas. La historia de la civilización humana tiene poco más de 6.000 años, tal vez 10.000. Elena G. de White nunca ha buscado establecer la edad de la tierra; ella usó el cálculo para resaltar un punto más importante, es a saber, la larga odisea del pecado en la tierra.


Autor: André Reis, Formado en teología, trabajó por tres años como asistente de investigación en el Centro White y colaborador en el Centro da Memória Adventista. Cursó una maestría en Divinidades y una maestría en Música en la Longy School of Music en Boston, EE.UU. Actualmente está realizando un doctorado en Nuevo Testamento. Vive en Florida, EE.UU. junto a su esposa Francini y sus tres hijas: Pamela, Chloe y McKayla.

Traductor: Héctor Gonzalez, nacido en Brasil, médico especialista en cardiología, músico y compositor. Actualmente vive en España donde ejerce como médico.

Fuente del artículo: http://www.adventismohoje.com/2012/03/lucifer-regente-do-coro-celeste.html. Traducido con permiso del autor.

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