miércoles, 29 de febrero de 2012

La guerra de los profetas


Si queremos conocer la historia de un hombre que sufrió demasiado, basta con leer el libro de Jeremías junto con sus Lamentaciones. Un niño tímido, sin experiencia (Jeremías 1.5) recibe el llamado de Dios para ser profeta. Dios no conversa con el sobre sus limitaciones, simplemente lo capacita, lo llena de su Espíritu Santo y le promete estar con él para cumplir con la misión encomendada. No parece tan difícil, ser llamado, elegido, preparado, es como si el éxito ya está asegurado. Pero no fue nada fácil. Jeremías iba a enfrentar, no solamente unos gobernantes soberbios y corruptos, sino unos sacerdotes y falsos profetas que confundirán en el nombre de Dios a la rebelde nación judía. 
Jeremías llora e implora a ser escuchado siendo el único a través de lo cual Dios mostraba su voluntad. ¿Cómo demostrar que eres el único que tienes razón? Nunca ha sido una tarea fácil de hacer frente con la verdad a una multitud decidida en mantenerse unida en defender perversidades. La mayoría de los héroes que lo hicieron acabaron pagando con su propia vida este atrevimiento. Lo mismo sucede hoy. La verdad es lo que menos importa, más vale que seamos muchos que la defendamos. 
Jeremías tenía que condenar los pecados terribles de una nación que pretendía conocer los más altos principios morales que existían. Los judíos tenían una ley que les prohibía matar, robar, mentir, codiciar, adorar dioses extraños y sin embargo llegaron irónicamente a ser tan infieles que provocaron el disgusto aun de las naciones que los rodeaban. Un profeta verdadero luchando en contra de un gobierno corrupto y una asamblea de profetas falsos.

Definitivamente, en este mundo la verdad no está donde hay multitudes. Lo dijo Jesús: “entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ella, pero estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos la hallan.” (Mateo 7.13-14)

Los falsos profetas en los días de Jeremías profetizaban todo lo que el pueblo quería escuchar. Que habrá paz, prosperidad, que tendrán victoria sobre sus enemigos, que vivirán felices para siempre en la tierra prometida por Dios. ¡Pobres ellos! ¿En base a que profetizaban? Todas las promesas que Dios dio al pueblo Israel eran condicionadas a su obediencia a las leyes recibidas. La infidelidad traía consigo la separación de estas bendiciones extraordinarias. (Deuteronomio 28) Jeremías era la voz de un profeta cuyo único compromiso era con Dios. Fue rechazado, perseguido, golpeado, burlado, pero nunca convencido a renunciar al mensaje que le fue encomendado por muy impopular que fuera.
 Se aprende mucho de su experiencia. Hay tantos falsos profetas hoy, que pareciera vivir en los mismos tiempos de Jeremías. Profetas que solo luchan por complacer a las multitudes sedientas de entretenimiento y diversión, gente que no quiere rendir su egoísmo a la cruz de Jesús. Las profecías de hoy no difieren en nada. Prosperidad, larga vida, felicidad y éxito, como si no existiera una Palabra escrita que nos enseña salir de este mundo de pecado y lujuria y no ser partícipe de sus vanidades. Los profetas falsos se lamentan entre desastres inventados que son usados para sembrar terror o sueños fantásticos de bienestar eterno que solamente se cumplirán en sus vidas porque logran llenar así sus bolsillos. Pero ellos olvidan que las riquezas acumuladas de este modo no tienen más valor que las treinta monedas de plata que recibió Judas al traicionar a Jesús. ¡Ay de los falsos profetas! ¡Ay de aquellos que usan el nombre de Dios para profetizar mentiras! El juicio de Dios determinara todo.

Alguien se levanta hoy en día llamando al mundo a la obediencia a Dios, a la verdad de la Biblia y lo llaman fanático. Alguien habla en contra de la lujuria excesiva de los eclesiásticos y pastores y lo llaman anticuado, fuera de moda. Alguien habla en contra de los pecados morales, como la homosexualidad, adulterio, fornicación y lo llaman homófobo, intolerante, irrespetuoso con los derechos humanos. Alguien habla de la pronta destrucción de este mundo y la necesidad de preparación espiritual y la mayoría de las personas le contara una irreal historia sobre el siglo de paz, la nueva era del acuario que vendrá sobre la humanidad. Alguien llama al arrepentimiento verdadero, a la reverencia y respeto hacia Dios, al servicio al prójimo, al sacrificio, al altruismo y las multitudes aprueban inclinando las cabezas pero muy pocos llevaran esta enseñanza más allá de las puertas de sus iglesias.

Pero alguien comienza a gritar, bailar, sanar, fantasear sobre las verdades bíblicas, canta con los mismos ritmos del mundo, balbucea en idiomas inventadas y multitudes corren detrás de estos profetas aunque tantas veces han demostrado su fracaso. ¡Que misterio!
Alguien escribe y condena tal estado de cosas y le dirán que no debería ser tan radical. Casi se ven algunos rostros molestos e inconformes pero de los verdaderos profetas se aprende a no dejarse engañar por las apariencias y multitudes. Solamente hay una guía y esta es la Biblia. Si no hablan y caminan conforme a ella que sean anatema aunque se llaman papa, sacerdotes, pastores, apóstoles. (Isaías 8.20).

Hay una tremenda guerra entre la verdad y la mentira. La confusión está sembrada en todas partes pero hay una increíble promesa en la Biblia: “Muchos serán limpiados, emblanquecidos y purificados. Los impíos obraran impíamente, y ninguno de los impíos entenderá. PERO LOS SABIOS ENTENDERAN.”(Daniel 12.10)
Tú debes entender, debes ser sabio(a), esta es la mejor arma que te defiende de aquellos negociantes que desean comprarte. Tu alma es el mejor tesoro. Guárdalo y solo entrégalo a Dios.
________________________________________
por Nicoleta Grecea

VÍA: SEPTIMOTV

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...