martes, 30 de junio de 2009

La oración ¿Penitencia del cristiano?

Un día Jesús estaba orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “…Señor, enséñanos a orar…” (Lc. 11:1) ¡Gran pedido!, me emociona este acontecimiento cada vez que lo leo.

Pero, al leer este verso, rápidamente puedo formular las siguientes preguntas: ¿Los discípulos de Jesús nunca habían orado? ¿No era cierto acaso que ellos eran judíos? Acaso ¿los judíos no oraban?

Este pedido es interesante, pues, Juan[1] le pide a Jesús que le enseñe a orar. Claramente podemos entender que le hace ese pedido porque quería aprender, demostrando así, que no sabía orar. Porque yo no voy a pedir que me enseñen algo que ya sé.

El pedido a Jesús, si bien es cierto lo hizo Juan, el discípulo amado, lo hizo en representación de todos los discípulos, ya que dice: “enséñanos

Pareciera que Jesús enseñaría a orar ese día, por primera vez, a sus discípulos… pero, era así en realidad, sin duda alguna.

Sorprendentemente, no era que los discípulos nunca habían orado, o que ellos ignoraban la oración a Dios. Ellos habían orado tantas veces, incontables veces, oraban a diario, oraban mucho, oraban en el templo, en casa, al tomar los alimentos, oraban al sembrar, al cosechar, oraban por las lluvias, por el sol, por las bendiciones, etc.

Los discípulos de Jesús acostumbraban a decir siempre a sus hermanos de la sinagoga (iglesia para nuestros tiempos): “estoy orando por ti”, y pedían también: “ora por mi”, pero, ¡NO ORABAN!

¿De qué hablas?, ¡un momento por favor Heyssen! ¿Estás diciendo que Juan, Pedro, Jacobo, Mateo, Tomás Felipe, Bartolomé, Andrés, Santiago hijo de Alfeo, Tadeo, Simón NO ORABAN?, Puedo aceptar de Judas Iscariote, el que traicionó a Jesús, pero ¿que los demás, los once discípulos buenos, NO ORABAN? estás hablando simplemente herejías.

Lamento decirles que, efectivamente, todos los discípulos así como Judas NO ORABAN.

Pero, no es que no doblaban sus rodillas para orar tres veces al día, o por los alimentos, etc. Sino que NO ORABAN, simplemente, porque cuando hacían lo que ellos llamaban “oración”, estaban haciendo cualquier otra cosa, pero nada que se pueda llamar verdaderamente ORAR.

Es por ello que digo que no oraban, porque no sabían orar.

Cuando tuvieron su encuentro con Jesús, y pasaban tiempo junto a su maestro se daban cuenta de que Jesús oraba siempre, a cada momento.

Entonces los discípulos siguiendo al maestro lo imitaban o trataban, queriendo hacer lo mismo. Pero en ese afán, se cansaban, se dormían, se aburrían, y dejaban de “orar”.

Había momentos en que más de un discípulo probablemente, haciendo un esfuerzo y venciendo el sueño, seguía a escondidas a su Maestro a orar. Pronto, varios de sus discípulos hacían lo mismo, pero en seguida se cansaban. Jesús seguía orando, ellos abrían sus ojos de manera disimulada y veían que orar para Jesús no era igual que para ellos.

En una oportunidad, en la ciudad de Rancagua, Chile, conocí a un joven estudiante de teología. Él se levantaba a orar en la madrugada, y como yo también era estudiante, y me preparaba para ser pastor, no podía quedarme atrás. Así que, salía tras él, comenzaba a orar y se me acababan las palabras para seguir mi oración. Me dolían las rodillas, y me quedaba dormido por segundos, me despertaba y seguía mi oración, parecía un “martirio” orar.

Muchas veces quise ser un hombre de oración, cuando leía libros o escuchaba sermones que motivaban a la oración, me decía: “sí, Heyssen, tengo que orar, mañana mismo empezaré a orar”, pero empezaba a orar y en la oscuridad aún no encontraba la riqueza de la oración, pues me cansaba, me aburría, me dolían las rodillas, me sentía un hipócrita porque no sabía ni lo que balbuceaba ya que por segundos me quedaba dormido. De esa forma desistí muchas veces de ser un hombre de oración.

En varias oportunidades he escuchado: “si quieres que Dios te bendiga, ora, ora, ora, amanezca orando”, y la oración en muchos cristianos se ha convertido tan igual a una “penitencia”.

Es que se enseña que cuanto más oras o cuanto más madrugas Dios se compadecerá de ti y te dará lo que deseas o cumplirá tus pedidos.

Loca forma de razonar, pues nos computamos como con el derecho de que Dios tiene que cumplir si o sí lo que le pedimos porque simplemente “ORAMOS” o nos sacrificamos.

En la ciudad de Iquitos, me llamaron tristemente la atención algunos estudiantes de teología. El director de colportaje había desafiado a los jóvenes a orar a las 3 de la mañana. Les dijo: “si quieren bendiciones oren mucho, lloren, clamen, supliquen, etc.” Esas palabras me impactaron porque hubo un tiempo en que creí lo mismo, y pensaba lo mismo. Para esas fechas ya estaba escribiendo este libro, así que había cambiado mi manera de ver a la oración.

Aquella madrugada quise ver si el desafío había calado en los jóvenes del grupo, y para mi sorpresa, Sí. Pronto vi a mis amigos postrados en fila, algunos acomodándose a cada minuto pues el piso no era pulido, y algunos que se tenían sobre la pared durmiendo.

Después de casi una hora y otros más, uno por uno regresaba a su cama y continuaban su sueño. Sin embargo, la hora de levantarnos era a las 5:00 am. pues el culto grupal era a las 6:30 am. Para tristeza mía, los jóvenes que habían aceptado el desafío, tenían rostros demacrados, estaban dormitando y algunos de mal carácter, por el sueño interrumpido probablemente.

Razoné y dije: “tal vez es porque no se han acostumbrado, y será en cuestión de días y se volverá en un hábito y no será como hoy”, los días continuaban y efectivamente el desafío había impactado tanto que la gente continuaba haciéndolo.

Pero después de dos semanas, más de uno dejó de orar, y en tres semanas nadie lo hacía.

Preocupado por esto fui al director y le dije lo que yo había observado en mis compañeros durante esas tres semanas, y su respuesta fue: “es que son faltos de fe, y no son perseverantes, así nunca será personas victoriosas”.

Cuando me entrevisté con alguno de los jóvenes y les dije el porqué no siguen madrugando y orando una hora, me dijeron: “es que cansa, en mi trabajo tengo sueño, pereza, y para remate, no vendo ni un libro. No experimento las bendiciones de Dios por más que oro mucho, creo que Dios no me escucha.”

Lamentablemente en la actualidad existen muchas personas que viven así, cristianos, adventistas del séptimo Día, del remanente de Dios experimentan estos chascos. Tratan de ser personas de oración, cristianos de oración, claman, lloran, madrugan y dan balazos y no casan nada. A esto responden a manera de consuelo: “no es la voluntad de Dios.”

Algunos actúan como si ellos fueron los amos y Dios el siervo: “Dios, bendíceme, ayúdame en el nombre de Jesús… o, sáname, haz esto y aquello, etc.”

Los discípulos de Jesús, hacían eso todos los días, oraban pero sin saber orar. Por eso cuando vieron a Jesús tantas veces orar se les antojaba, deseaban orar, pero cuando intentaban fracasaban.

¿Por qué? ¿Por qué fracasaban si ellos eran buenos hombres? ¿Acaso Dios no los escuchaba realmente? Ellos fracasaban y les era difícil orar como Jesús porque no sabían orar.

Es decir que hay una clave para orar. Esa clave es nada más y nada menos que el amor.

-¡¿Qué?!-, Sí, el amor, enamórate de Dios, ámalo con todo tus fuerzas, tu mente y corazón y verás que la oración si tiene sentido, no verás la hora para encontrarte con Jesús, para conversar con Él. El tiempo te parecerá corto, sobrarán temas para hablar con Jesús.

Hace algún tiempo existía una promoción de línea telefónica para celulares, ésta consistía en hacer una “supercarga noche”, te daban 300 minutos por sólo 12 nuevos soles, pero sólo puedes usar esos minutos de 11:00 pm. a 7:00 am. Lo que me llamó la atención es que en el edificio que vivo los jóvenes se levantan (también yo lagunas veces), a las 4: 00 am. Conversan con sus novias, amigos y familiares, pues aprovechan esa promoción telefónica. Ahí ningún joven parece tener sueño. Y no desean que pasen los minutos y amanezca pues desean seguir conversando con sus novias.

Entonces se pueden dar cuenta que no importa el horario cuando se trata de conversar con alguien que amas realmente. Creo que nadie haría ese esfuerzo de levantarse en la madrugada y conversar con alguien que sólo conoce por nombre y que a veces saluda.

Al menos yo no voy a conversar con alguien y contarle mis ocas si no conozco a esa persona.

Es así que las conversaciones son atractivas, cuando amas a esa persona o encuentras cosas interesantes o te importa.

En una relación debe existir amor, sucede así en los esposos, si el esposo realmente ama a sus esposa, no buscará únicamente su conveniencia, es decir, dame, de comer, dame esto y el otro. Si hay amor en él, por su esposa, también la escuchará, la agradará, etc.

No sé si están entendiendo, lo que quiero decirles es que si yo oro sin amor a Dios, van a ocurrir muchas cosas como las que he estado mencionando antes. Por ejemplo:

Me voy a cansar.

Me voy a aburrir.

Voy a buscar lo que deseo únicamente.

Voy a pedir lo que yo quiero.

No me va a importar si agrado o no a Dios.

No voy a disfrutar conversar con Dios.

En conclusión, será un martirio y no una delicia estar en la presencia de Dios.

Los discípulos de Jesús. En esta ocasión no soportaron más y uno de ellos, Juan, le dijo a Jesús, que les enseñe a orar como Juan enseñó a sus discípulos.




[1] Roberto Badenas, Encuentros (Buenos Aires: ACES, 1997), 101.

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