jueves, 8 de octubre de 2009

La luz del primer día de creación. Por Dr. Richard Davidson

Al leer el relato de la creación de Génesis, hallo que el primer día Dios dijo: “Sea la luz, y fue la luz” (1:3). Unos versículos más adelante, sin embargo, dice que el cuarto día Dios puso “lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra… y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas” (1:1418). Como cristiana creyente en la Biblia, me pregunto cuál fue la fuente de luz que iluminó nuestro planeta antes del cuarto día, si no provenía del sol.

Havannah Beetson
Boroko, Papúa Nueva Guinea

Se han dado varias explicaciones. Una posibilidad es que la presencia divina fuera la fuente de luz del primer día de la creación. El Salmo 104, que es una narración estilizada del relato de la creación, menciona a Dios cubriéndose de “luz como de vestidura” en la sección paralela al primer día de la creación (v. 2). Durante los primeros tres días Dios podría haber separado la luz de las tinieblas (como más tarde separó la luz de las tinieblas en el mar Rojo (Éxodo 14:19, 20). Al ser Dios mismo la fuente de luz en la primera parte de la semana, él estaría enfatizando la naturaleza teocéntrica de la creación (centrada en Dios), en contraste con la heliocéntrica (centrada en el sol). Esto podría prevenir toda tentación de adorar al sol que podría resultar de ser el sol el primer objeto creado.

Una segunda opción supone que el sol fue creado antes del cuarto día, pero que llegó a ser visible en ese día al retirarse las nubes. Esto explicaría el ciclo tarde/mañana antes del día 4. La sintaxis hebrea de Génesis 1:14 es diferente del modelo de los otros días de la creación. El versículo 14 dice literalmente: “Que las luces del firmamento de los cielos separen el día de la noche” (y no “Que haya luces…para separar…” como en la mayoría de las traducciones), acaso implicando que las lumbreras ya existían antes del cuarto día. Tanto las lumbreras “mayores” y “menores” como las estrellas podrían haber sido creadas “en el principio” (antes de la semana de la creación, v. 1; Juan 1:13) y no en el cuarto día. En el cuarto día se les dio un propósito, “para separar el día de la noche” y “para señalar las estaciones y los años”. Una variante de esta postura es que el sol y la luna fueron creados antes de la semana de la creación, pero en su estado tohu-bohu (informe-vacío) al igual que la tierra (v. 2), y que en el cuarto día recibieron su estado funcional (v. 16).

Una tercera postura es que en el primer día Dios creó las propiedades físicas de la luz visible y el resto del espectro electromagnético. Sin embargo, esta idea no es satisfactoria si el universo y la luz de otras galaxias fueran más antiguas que la vida sobre la tierra. Varios pasajes de la Escritura sugieren que los cuerpos celestiales y los seres inteligentes fueron creados antes de que surgiera la vida en este planeta (Job 38:7; Ezequiel 28:15). Además, la sintaxis hebrea de Génesis 1:16 no necesita de la creación de las estrellas en el día 4, y de hecho sugiere que ya existían.

Una cuarta posición es que la estructura literaria de Génesis 1 dictó el orden de los días de la creación; el sol del cuarto día para proveer la luz del primero; las aves y los peces del quinto para habitar el aire que divide al agua del segundo; los animales del sexto para que vivan en la tierra seca y se alimenten de la vegetación del tercero. Sin embargo, la simetría parece revertirse en el pimer y cuarto días, ya que la luz aparece antes que su fuente física.

Una quinta respuesta sugiere que el relato de la creación de Génesis 1 intenta enfatizar la religión monoteísta de Israel, en contraste con el politeísmo de las naciones circundantes. La historia alteró deliberadamente la relación del sol, la luz y el ciclo diario para transmitir el poder del Dios Creador. Por ejemplo, el término traducido como “lumbrera mayor” fue preferido al vocablo hebreo para “sol” para evitar cualquier confusión con el diossol pagano. Sin embargo, las dos respuestas previas se apoyan en una comprensión figurada antes que literal de la narrativa de la creación.

De las opciones presentadas, las primeras dos parecen ser las que armonizan más con los datos bíblicos. Tal vez sea posible una combinación de estas dos posturas: el sol y la luna pueden haber sido creados (al menos en su estado informevacío) antes de la semana de la creación, pero Dios mismo fue la fuente de luz hasta el cuarto día. En Génesis 1, el autor intenta claramente presentar un relato literal de la creación. (Nota que la introducción “éstas son las generaciones/la historia” se utiliza en Génesis 2:4 y en otras nueve secciones de Génesis, lo que indica que la intención del autor es que la creación sea tomada tan literalmente como el resto del Génesis.) Parte de la cuarta posición podría ser cierta ya que Dios parece haber creado en forma artística de tal manera que en los primeros tres días formó lo tohu (“informe”) mencionado en el versículo 2, y en otros tres días se ocupó del bohu (“vacío”) del versículo 2. Parte de la quinta postura es también verdadera en el sentido que Dios creó de tal manera (e hizo que Moisés lo expresara con tanta exactitud en los términos apropiados) que sirviera como argumento en contra del politeísmo de las naciones vecinas.

Más allá de la respuesta o respuestas que se prefieran, el relato del Génesis refuta la adoración de la naturaleza, incluyendo al popular diossol. La luz y el ciclo diario fueron creados por Dios y dependen de él. Más adelante, en la semana de la creación, Dios asignó estas funciones al sol y a la luna, así como otorgó a los seres humanos la responsabilidad de ser mayordomos de la tierra, su cubierta natural y sus criaturas. En último término, los cielos, el mundo natural y cualquier habilidad humana de controlarlos o entenderlos por completo aún dependen totalmente de Dios que es el único que merece nuestra adoración.

Richard M. Davidson (Ph.D., Andrews University), autor de varios artículos y libros, es director del Departamento de Antiguo Testamento del Seminario Teológico de Andrews University, Berrien Springs, Michigan, EE.UU. Su correo electrónico: davidson@andrews.edu

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